El caso que nos compete sirve precisamente como ejemplo para conocer cómo se fueron administrando recetas médicas a lo largo de más de una década a una familia vallisoletana.
Félix de Manzanedo era un jurista de reconocida trayectoria en Valladolid a mediados del siglo XVI. Tanto él como sus familiares acudían de forma ordinaria a la botica de Francisco de Madrid, entregándole entre los años 1558 y 1571 más de 200 recetas, y dejándolas todas a ellas a fiar pendientes de pago en su cuenta particular.
Son un total de 213 recetas que fueron cuidadosamente guardadas por el mencionado boticario, ya que servían como justificante de los pagos pendientes. Contienen la prescripción de múltiples medicamentos para tratar las diversas dolencias padecidas por el propio Félix de Manzanedo pero también por su esposa, sus hijos y sus criados. Gran parte de las recetas fueron prescritas por los doctores Juan de Peñaranda y Pedro Enríquez, médicos vallisoletanos que atendieron a la familia de Manzanedo durante todo ese tiempo.
Entre los medicamentos prescritos hay soluciones muy simples formadas por productos naturales de aplicación o ingesta directa, pero también hay compuestos preparados muy complejos bajo la forma de ungüentos, píldoras, jarabes, pomadas o líquidos inyectables, destinados a tratar patologías de todo tipo (dolores musculares, problemas respiratorios, fracturas, etc.). La vinculación de la farmacología con disciplinas como la alquimia queda evidenciado todavía en los diversos productos empleados, aunque también se demuestra una gran disciplina y conocimiento terapéutico por parte de los médicos que ordenaban esas recetas.
Años más tarde, un anciano Francisco de Manzanedo se trasladaría a Ciudad Rodrigo, donde ya residía parte de su familia, falleciendo finalmente en 1576 y dejando impagadas las recetas en la botica de Francisco de Madrid, a pesar de los vanos intentos de este último para que se abonara el pago de la deuda.