Teresa de Cepeda y Ahumada, nacida en Ávila en 1515, constituye uno de los personajes femeninos más reconocidos del Siglo de Oro español. Declarada en 1970 como la primera mujer doctora de la Iglesia, Teresa de Jesús destacó como fundadora de una nueva orden reformista y como cumbre de la mística española de la época.
Teresa de Jesús vivió uno de los momentos más trascendentales para la Cristiandad, como fue el contexto de la Reforma y Contrarreforma, ésta última representada por el Concilio de Trento. Las críticas a la relajación de costumbres en el seno de la Iglesia constituían una de las demandas bajomedievales más arraigadas que dieron lugar a los diferentes movimientos de reforma y renovación que desde el siglo XV se dejaron sentir por todas partes. Así surgirían las Observancias, congregaciones reformistas que pronto fueron impulsadas por la Corona, especialmente por los Reyes Católicos, como parte de un programa de renovación de las instituciones del reino y al servicio de la consolidación del estado moderno. Sin embargo, junto a este movimiento oficial e institucionalizado emanarían nuevos brotes reformistas representados por la recolección y la descalcez. Pero a las alturas del siglo XVI, algunas órdenes religiosas, frente a la situación vivida por otras, todavía no habían experimentado un proceso de reforma interna, como era el caso de la Orden del Carmelo.
Teresa de Jesús sería considerada como la hacedora de la reforma de la Orden del Carmelo, dando lugar en 1593 a una orden religiosa nueva, la Orden de Carmelitas Descalzos, cuando la Santa ya había muerto. El deseo de volver a los orígenes, el rigor y la oración interior caracterizarían la reforma teresiana. La primera de las fundaciones sería el célebre convento de San José de Ávila, a la que seguirían 17 fundaciones de conventos de monjas más y 15 de frailes.
Teresa, defensora de una espiritualidad interiorista y mística, logró vadear la sospecha de la herejía alumbrada que por aquella época se cernía sobre determinados grupos espirituales castellanos. De hecho, con notables habilidades sociales y un gran carisma personal supo atraerse las simpatías de las élites gobernantes de la época, al servicio de la ideología política proseguida por la monarquía de Felipe II. Esta capacidad revestía especial importancia, si se tiene en cuenta su origen judeoconverso. De la misma manera, también logró obtener la sanción papal necesaria para extender su actividad reformadora.
Conocida por sus vivencias y arrobamientos místicos, Teresa de Jesús falleció en 1582 en su convento de Alba de Tormes, siendo canonizada algunas décadas después, en 1622, por el papa Gregorio XV.