Nuestra Señora de Atocha es uno de los galeones que formaban parte de la llamada “Flota de Tierra Firme” en 1622. Esta flota, al igual que la de Nueva España, Honduras o Mar del Sur, estaba integrada por un conjunto de embarcaciones destinadas al transporte de mercancías y pasajeros y a la protección del convoy. A través de ellas se enviaban anualmente a España numerosos productos, especialmente los metales preciosos extraídos de las minas americanas.
En agosto de 1622, tras hacer escala en Portobelo y Cartagena de Indias para cambiar la carga europea por la americana, la flota llegaba al puerto de La Habana, desde donde debía emprender el regreso a España.
Nuestra Señora de Atocha era la nave Almiranta, que navegaba en último lugar como medida de protección. Iba armada con 20 cañones y, junto con el galeón Santa Margarita, transportaba gran parte de las riquezas destinadas a la metrópoli: más de 7.000 onzas de oro en lingotes o discos, 1.000 barras de plata, 230.000 monedas de plata y 15 toneladas de cobre de Cuba. Contenía también perlas de Venezuela, esmeraldas y 47 toneladas de plata labrada, así como 350 cofres de índigo y 525 fardos de tabaco. A todo esto se sumaba la carga de contrabando, que se estima en casi un 20% del total.
El 6 de septiembre, dos días después de su partida, un huracán provocó el hundimiento de ocho embarcaciones en los cayos de Florida, entre ellas el galeón Atocha.
Las tareas de rescate se emprendieron inmediatamente y, aunque no cesaron hasta 1688 —año en que la Casa de Contratación dio definitivamente por perdido el barco—, apenas se recuperaron dos pedreros de hierro y algunos lingotes de plata. Entre 1985 y 1986, fueron hallados los restos del galeón, junto a gran parte del cargamento que transportaba.Salto de línea