Número de inventario: 15128. Isaba (Navarra).
Madera, hierro. 48 x 17,5 x 9,1 cm.
El marcar al ganado ha tenido, en el mundo preindustrial, varios motivos. El primero, quizás, es el de testimoniar la propiedad del animal mediante una huella que no se pueda borrar. Con ello se reducía la posibilidad de robo del mismo, si bien no se eliminaba totalmente, ya que podía ser sustraído para consumir su carne. Por otro lado, la necesidad de separar con facilidad los ejemplares propios de un rebaño compuesto por animales de varios propietarios (pensemos en los de ovejas trashumantes) era fundamental.
Las marcas del ganado se han hecho con fuego –sobre la piel, las pezuñas o las astas– con hierros de distinto tamaño. También el recurso a los cortes, sobre todo en las orejas, ha sido y sigue siendo una constante. Las señales con almagre o con pez también han estado muy extendidas a pesar de los contratiempos que tenían las segundas para la lana. A todos ellos se han ido añadiendo últimamente la colocación de apliques de cuero, metal, madera o plástico (A. Sánchez Belda, 1981: 95-189). En cuanto a la antigüedad de este tipo de prácticas basta remitir a la iconografía de caballos –en los Beatos hispanos, de época medieval– con marcas dibujadas en las ancas o, como recuerda Sánchez Belda –-p. 95–, a la legislación sobre la obligatoriedad de marcar, herrar y señalar al ganado en época de los Reyes Católicos, dictada concretamente en 1499.
Como se ha indicado en relación con los pastores riojanos, las marcas estaban registradas en el Ayuntamiento y solían ser heredadas por el hijo menor, al ser el último en abandonar la casa paterna. Además, en ciertas ocasiones se ha constatado el uso de “marcas de pueblo”, que sumar a las particulares de cada propietario (L. V. Elías Pastor y C. Muntión, 1989: 75-77). En cuanto a su posible significado, R. Violant i Simorra (1981 c) le dedicó un trabajo, publicado póstumamente, en el que sugería la hipótesis de su carácter protector y no sólo identificador. Recientemente, A Ariznabarreta Zubero (1991: 143-145) ha puesto en relación las marcas del ganado con las “marcas de la casa” visibles en otros objetos, y en las tumbas, del ámbito pirenaico oscense. En el Pirineo leridano, se marcaba en la oreja el Viernes santo antes de las 8, para evitar enfermedades, teniendo mucho cuidado con ella para evitar el mal de ojo (R. Violant i Simorra, 2001: 101-102).
JLMC