Número de inventario: 20200.
Cáñamo. 160 cm.
El uso de látigos ha servido para modificar la actitud de los animales haciendo que varíen su comportamiento en el sentido que le interesa al ser humano, bien sea de manera expeditiva mediante el dolor que produce el golpeo, o bien mediante le ruido de su chasquido (una vez comprobado cómo éste se asocia con el dolor). En concreto este látigo se debió usar en la dirección del ganado durante el pastoreo y dada la presencia de un ojal en su extremo, es posible que fuera usado con un mango.
Las menciones al látigo para conducir al ganado trashumante se documentan de manera reiterativa en un conocido texto francés –la Instrucción para pastores y ganaderos del conde de Daubenton– que se tradujo al castellano en 1799, con adiciones, sin que ese uso requiriera matización alguna en contra, como ocurre con otro tipo de prácticas recogidas allí. Las fustas para hacer que un caballo corra más o los látigos para que se animen los grupos de mulos, burros o caballos en la trilla (cuando ésta se hace con grupos de estos animales que giran en torno al centro), no son sino variantes de la actitud humana de golpear a los animales con el fin de que se sigan las directrices que convienen a sus intereses.
En relación con los materiales, se puede decir que se han usado todo tipo de ellos. Aunque, quizás, sea el cuero el más conocido, podemos olvidar que en el ámbito rural y popular han sido otros –como el cáñamo, hecho cuerda o no– los que han estado más presentes.
JLMC