Número de inventario: 15574. Puente del Arzobispo (Toledo).
Arcilla. Alt. 11,5; diám. máx. 27,5 cm.
De las diversas categorías de la práctica venatoria, la del ciervo ha sido considerada a través de la historia, como la más noble (E. Rabanaque Martín et alt., 1981: 33). De allí que este animal sea en muchas ocasiones el motivo central de las escenas de caza, o incluso la figura alegórica de esa actividad, como queda ilustrado en el cuenco que se analiza.
En este sentido, dentro del repertorio iconográfico de la cerámica toledana y particularmente de Puente del Arzobispo, el ciervo ocupa un lugar destacado en algunas de las piezas denominadas “de montería”. El origen de este tipo de motivos, como señalan algunos autores (N. Seseña et alt., 1989: 25), quizás deba buscarse en las series de piezas polícromas producidas en Talavera para una clientela aristocrática durante el siglo XVII. Por ese entonces, el repertorio incluía a figuras de personas y animales, destacando las escenas de caza, montería y acoso de fieras inspiradas muchas de ellas en los grabados de Stradanus y de Tempesta (T. Sánchez-Pacheco, 1997: 328-330). Sin embargo, desde el siglo XVIII, esas series comenzaron a popularizarse y a alejarse de la complejidad compositiva característica de sus orígenes. Este fenómeno de popularización, cuya manifestación más contundente tiene lugar en Puente del Arzobispo, se expresa, entre otros rasgos, en la ausencia de escenas y en la preferencia por los animales solos y a la carrera (N. Seseña et alt., 1989: 33). De esta manera, el ciervo, quizás como símbolo esforzado que saca y recobra energías aún en las ocasiones más adversas, suele aparecer representado en cuencos como éste.
LMM