“Pues en el Siglo nuestro, Perico, y sin necesidad de dar un brinco hasta el Cuarenta y tres, yo sostengo que la guerra es un juego estúpido, contrario a la ley de Dios y a la misma Naturaleza. Yo te aseguro que al ver en estos días el sinnúmero de muertos destrozados por las balas, no he sentido más lástima de los españoles que de los moros. Mi piedad borra las nacionalidades y el abolengo, que no son más que artificios. Igual lástima he sentido de los españoles que de los africanos, y si pudiera devolverles la vida, lo haría sin distinguir de castas ni de nombres... Y más te digo... Creo que has sentido tú lo mismo que yo: creo que en el moro muerto has visto el prójimo, el hermano. Sin quererlo, tu piedad ingénita ha reconocido el gran principio humanitario y la ley soberana que dice: «no matar».”[...]
En Aita Tettauen, sexta novela de la cuarta serie de los Episodios Nacionales, Galdós se centra en los momentos previos a la guerra con Marruecos. En un principio no iba a titularse más que Magreb, pero el pesimismo colectivo en el que estaba sumida España después del Desastre de 1898, el desencanto por la debilidad de la vida política y el hecho de que la “cuestión de África” seguía latente, hicieron que se decantara por esta campaña militar como estructura para meditar sobre la vida y la esencia de España. El tema de África continuará en el siguiente episodio Carlos VI en La Rápita.
El propio Galdós lo califica como el episodio más difícil. Redactada en Madrid entre octubre de 1904 y enero de 1905, se publicó ese mismo año. El autor se documentó en lo militar, geográfico y cultural desde mucho antes gracias a las abundantes crónicas y memorias sobre la Guerra de África y la vida marroquí publicadas entre 1860 y 1905 por militares, diplomáticos, periodistas o médicos y por la prensa. En todos ellos fue consciente Galdós del prejuicio colonialista de la época y del recurso a un patriotismo basado en glorias pasadas. Por ello, fue definitivo fue el ofrecimiento de Ricardo Ruiz Orsatti
, arabista español e intérprete residente en Tánger que, sin ser testigo de la guerra, estaba familiarizado con la lengua, vida y costumbres de la tierra. Ruiz Orsatti le proporcionó una traducción de la obra de Ahmed Ben Jálid el Nasiri, alto funcionario del Imperio, autor de una crónica escrita desde el ángulo de los vencidos.
Unos actos de violencia realizados en agosto de 1859 por unas cabilas o tribus del Rif contra las pobres defensas exteriores de Ceuta
, sumados a otros actos de hostilidad y piratería, causan indignación en el país y O’Donnell
lo utiliza para retomar un problema con Marruecos
que ya viene de lejos, encauzando a la opinión pública hacia una empresa común exterior y desviándola de la debilidad de la política interna. A ello se unía la actitud colonialista francesa y de otras potencias europeas en el continente africano.
En las Cortes de 22 de octubre de 1859, O’Donnell propone la declaración de guerra a Marruecos con un discurso inflamado. Galdós ofrece un esquema de la campaña, que se inicia en diciembre y se desarrolla durante cuatro meses. Fue una guerra ganada a base de esfuerzo humano, con grandes dificultades con las comunicaciones y el aprovisionamiento, con una geografía salvaje y costosas victorias frente a un enemigo con técnicas medievales. El plan consistía en un ataque desde Ceuta por la costa hasta tomar Tetuán, se inicia en diciembre y termina con la entrada de las tropas españolas en la ciudad en la primavera de 1860. En esta primera campaña España se aseguraba, con el Tratado de Wad Ras , su presencia político-militar en el continente africano gracias a los enclaves de Ceuta y Melilla y otros pequeños territorios del sultanato de Marruecos, pero en lo esencial quedaron como antes, por lo que el desenlace decepcionó a casi todos, aunque afianzó el gobierno de O’Donnell, que finalmente, después de inflamar al pueblo al comienzo de la contienda, da marcha atrás, con ayuda de la prensa de Madrid, para no ir más allá después de la firma del tratado.
Galdós basa su novela sobre un hecho real, el apoyo unánime a la guerra, que introduce a través de la vida cotidiana de la familia formada por Vicente Halconero y Lucila Ansúrez, ahora integrados en la pequeña burguesía madrileña tras trasladarse a la capital debido a la mala salud de su hijo.
Distintos miembros de la familia Ansúrez son los protagonistas de ficción de la dramática situación política, que cada uno enfoca desde distintos puntos de vista. Halconero, Jerónimo y el niño Vicentito con eufórico patriotismo, mientras se preguntan qué hará Gonzalo, ya convertido en El Nasiry, completamente integrado en la vida marroquí. A ellos se suma Juanito Santiuste, bondadoso de corazón y de rectitud en sus acciones, amigo de la familia a través de Leoncio Ansúrez, que tras un golpe de suerte, había retomado el camino de las letras, plataforma de salida para la política.
Como ya hemos comentado, Galdós abordó la guerra de África desde la perspectiva de los vencidos, para ello utilizó la figura de Gonzalo Ansúrez, que había abandonado España para buscarse la vida en Marruecos. Allí, empieza una nueva vida como comerciante, bien considerado y convertido al Islám, hecho que apenas comenta su familia. Galdós cambió el nombre del renegado Ansúrez a Sidi el Hach Mohammed Ben Sur El Nasiry, nombre del cronista marroquí que utilizó como fuente.
Con la salida de las tropas de Madrid hacia África, entre una multitud enardecida, acaba la primera de las cuatro partes en las que se divide el episodio. Juan Santiuste acompaña al ejército en calidad de cronista gracias a las gestiones de Beramendi, aunque su entusiasmo por la nueva aventura queda ensombrecída por la súbita muerte del bueno de Vicente Halconero y el desconsuelo de Vicentito, que quedará aún más solo ya que su enfermedad lo tiene recluido en casa. Santiuste le promete dar cuenta de todo lo que vea a través de cartas, al igual que a Beramendi.
La segunda parte del episodio empieza a mediados de noviembre con el desembarco en Ceuta desde Cádiz después de una dura travesía. Ya en tierra, empieza la planificación de los preparativos de la toma de Tetuán, mientras los moros atacaban las posiciones de la tropa durante los meses de noviembre y diciembre, intentando interrumpir el avance a través de rápidos ataques y falsas retiradas. O’Donnell, Prim , Ros de Olano
y otros generales mandaban personalmente los Cuerpos del Ejército español mientras Muley el Abbás, hermano del Emperador acaudillaba su Ejército.
A pesar de los éxitos en las acciones, el precio en vidas humanas era muy elevado por ambas partes y Santiuste, después de recorrer los campos de batalla, empezó a sentir lástima por los muertos de uno y otro bando, la violencia de la guerra le va desilusionando a la vez que le hace sufrir. Conocemos la evolución de su pensamiento a través de las conversaciones que mantuvo con Perico, personaje real que no es otro que Pedro Antonio de Alarcón , que también escribió un Diario de la guerra de África
con una visión bien distinta. Además de su pacifismo, que siente la necesidad de predicar, Juan le confiesa que está de nuevo enamorado, esta vez de Lucila Ansúrez, recién enviudada y al hilo de esto y a través de él, Galdós expone su rechazo al celibato.
Al comprobar Perico los estragos de la fiebre y el sufrimiento de la guerra en su amigo Santiuste, lo convencede que regrese a España, aunque éste se atormenta sobre lo que pensarán Lucila y Vicentito. En pleno delirio se adentra en territorio marroquí y, herido en Tetuán, es atendido por Mazaltob, famosa hechicera judía, que lo llama Yahia, por recordarle al profeta San Juan.
La tercera parte de la novela toma forma epistolar en los textos que Gonzalo El Nasiry escribe para su benefactor, El Zebdy, un rico marroquí de la ciudad de Fezque quiere saber cómo se desarrollan los acontecimientos en el frente. En su papel de renegado, de conversión voluntaria aunque quizá interesada, no siente nostalgia de su patria ni religión anterior porque no ve conflicto ni traición a sus convicciones. Su conocimiento profundo de ambas partes le permite ser equidistante sin mayor conflicto.
El Nasiry es enviado por su protector a Tettauen “Ojos de Manantiales” para que le transmita por carta el ambiente de la ciudad, donde la comunidad judía había sufrido saqueos. Ofrece una visión de la batalla desde el punto de vista musulmán. Deambula por la ciudad de Tetuán repasando los efectos de la derrota que describe con precisión realista: desconsolación, saqueo, fuga y avance de Prim y O’Donnell apoyados por voluntarios catalanes, que finalmente entran en la ciudad el 6 de febrero.
El tema judío lo introduce Galdós con la entrada gloriosa de O’Donnell y sus tropas en Tetuán, donde la comunidad sefardí los acogía como libertadores. De hecho, bajo la ocupación militar española, se garantizaron los derechos de las diferentes comunidades, y por primera vez se permitía la participación en igualdad a esta comunidad.
La cuarta parte cuenta con más detalle las peripecias de Juanito Santiuste, el apóstol de la paz,y su reflexiónsobre la convivencia de las tres culturas y religiones en la ciudad de Tetuán. También se cuentan sus amores con la bella Yohar, hija del rico Riomesta, rabino de la Mellahtetuaní. Acaba la novela con el encuentro con El Nasiry justo antes de la caída de las puertas de la ciudad el día 6 de febrero de 1860, al que reconoce como Gonzálo Ansúrez. Éste le confiesa el fingimiento de su conversión, que fue necesario hacer creer que era realmente moro para progresar en su nueva vida. Ambos se alegran de la toma de “Ojos de Manantiales”.
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