Carmen Baroja Nessi (1883-1950). Escritora y etnóloga nacida en Pamplona el 10 de diciembre de 1883 y fallecida en Madrid, 4 de junio de 1950. Hija de Carmen Nessi Goñi, de ascendencia italiana, y de Serafín Baroja Zornoza . Los frecuentes viajes laborales de su padre, Serafín, hicieron que pasara su infancia en diferentes ciudades de España. Era Serafín un peculiar personaje que combinaba su trabajo como ingeniero de minas con una gran inquietud cultural, mostrando especial afición por la cultura vasca, interés que transmitirá a sus hijos, además de Carmen a su otro hijo escritor, Pío Baroja y el escritor y pintor, Ricardo Baroja .
Su madre, Carmen Nessi, de origen italiano, tuvo una conflictiva relación con su hija, a la que quiso constreñir al papel tradicional de la mujer, ante lo que ella se rebeló sin poder alcanzar la relevancia que su gran inteligencia y preparación le habrían permitido
Cuando contaba quince años tuvo que trasladarse con su madre a Madrid para cuidar a su tía abuela, Juana Nessi. Allí aprendió inglés, francés, música y otras materias. En esta ciudad pasó parte de su juventud. En 1906 viajó a París con su hermano Pío para pasar una temporada de seis meses. Allí conoció mujeres cultas e intelectuales y vino entusiasmada, pero sobre todo convencida de realizarse como artista y mujer independiente. Inició proyectos de forma autodidacta en el terreno de la expresión artística y la orfebrería artesanal, aspecto en el que destacó, y por ello logró ser reconocida en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908.
Sin embargo, no acababa de ser tomada en serio y en 1913 se casó con el editor Rafael Caro Raggio, con quien criaría a sus hijos Julio, reputado ensayista, y Pío, director de cine, quienes ampliaron la saga de los Baroja hasta convertirla en una de las familias intelectuales más relevantes del siglo XX español.
Pese a las labores hogareñas que suponían el cuidado de sus hermanos e hijos y que ocupaban gran parte de su tiempo, nunca dejó completamente de lado su faceta cultural. En 1926 colaboró en la fundación del Lyceum Club Femenino , en el que se ocupó de la sección de Artes, y donde coincidió con algunas de las mujeres más activas del panorama nacional: María de Maeztu , Victoria Kent , María Zambrano o Clara Campoamor . Ese mismo año empezó a participar en El Mirlo Blanco, teatro creado en casa de Ricardo y de su mujer, Carmen Monné, para el que escribió pequeñas obras y que se convertiría en un lugar de referencia para la modernización del teatro español, acogiendo al director Rivas Cherif , Manuel Azaña , Ramón del Valle Inclán o Federico García Lorca .
También mantuvo vivo su interés por la artesanía, de lo que dio muestras en su erudito libro El encaje en España (1933), escribió en la prensa y redactó relatos y guiones. Alcanzó el respeto de sus pares, siendo nombrada durante la República miembro del Comité Ejecutivo del Patronato del Museo del Prado. Pasó la Guerra Civil en Itzea, la casa familiar de Vera de Bidasoa, donde entre otras ocupaciones, como cultivar los alimentos para la subsistencia de su familia, escribiría algunos cuentos infantiles, como Martinito el de la casa grande (1942). Sus poesías serían recopiladas en Tres Barojas: Poemas, editado en 1995.
Cuando regresó a Madrid, trabajó en el Museo del Pueblo Español, proyecto frustrado que dirigiría su hijo Julio, confeccionó catálogos Joyas populares y amuletos, 1949 y fue profesora de encaje en la Escuela de Artes y Oficios. También colaboró en la prensa, especialmente en el diario La Nación de Buenos Aires. Entre 1943 y 1946 escribió sus memorias, Recuerdos de una mujer de la generación del 98 , que no fueron editadas hasta 1998. Se trata de un extraordinario libro que da fe de que, de haber tenido las mismas oportunidades que sus hermanos, sin duda habría podido convertirse en una escritora de primera categoría.
Amparo Hurtado , a quien la familia Baroja abrió sus puertas, ha recuperado, ordenado, anotado y prologado el manuscrito.
¿Llamaré a estos recuerdos Recuerdos de una mujer de la generación del 98? Esto parece una pedantería y hasta puede que lo sea, pero yo pienso que los gustos, las ideas y el carácter todo mío lleva el sello de lo que yo supongo que era esta época, aun cuando yo no tenía más que trece.
Recuerdos de una mujer de la generación del 98, página 46 (CCBAE)