Cada 15 de abril se celebra el Día Mundial del Arte, fecha instituida por la UNESCO para promover el desarrollo y difusión del arte. Desde el Archivo Histórico de la Nobleza nos sumamos a esta iniciativa a través del análisis de un interesantísimo documento (AHNOB,TORRELAGUNA,C.397,D.47) de mediados del siglo XVII perteneciente al fondo de los marqueses de Torrelaguna.
Se trata del inventario de obras de arte propiedad de María de Castilla, una dama noble originaria de Auñón (Guadalajara), que bien puede servir como ejemplo para acercarnos al fenómeno del coleccionismo durante el Siglo de Oro español.
María se casó con Julián de Cañas, señor de la Casa de Cañas (Burgos), en 1643. Este desarrolló su carrera en el campo del derecho ejerciendo cargos en el Consejo de Hacienda o la Real Chancillería de Granada, entre otros.
Como era habitual en la época entre la pequeña nobleza, se trataba de un matrimonio conveniente para las dos familias, que perpetuaban así sus linajes y acrecentaban su patrimonio. La sociedad matrimonial estaría formada, en un principio, por el capital aportado por Julián y la dote de María, que consistía en una valiosísima colección de libros y obras de arte, además de tierras y censos que proporcionaban rentas periódicas
El inventario de pinturas y objetos artísticos realizado a la muerte de doña María lo constituían 136 obras, la gran mayoría cuadros, aparte de esculturas, espejos y molduras. En el listado se especifican datos como si las obras estaban o no enmarcadas, su tamaño y formato, se citan algunos autores e, incluso, algunos cuadros aparecen señalados como originales o copias.
Se trata de una colección con un altísimo nivel cultural, que cuenta con obras de Miguel Ángel, Tiziano, Durero y Bassano, artistas de primera fila del panorama internacional que gozaron de amplia fama en España. También aparecen maestros del Renacimiento españoles o asentados en España: Pedro Machuca, Juan de Morales y Juan de Flandes. Destaca la presencia de El Greco, que es citado como autor de cuatro obras. Del siglo XVII predominan los autores hispanos, sobre todo andaluces.
Cabe señalar que, originales o no, la copia era una práctica muy habitual en la época, dada la alta demanda de pintura, especialmente religiosa y de los artistas de moda, lo que dio lugar a la proliferación de una amplia nómina de copistas y a una intensa circulación de grabados y láminas de las iconografías más famosas.
La colección de arte de María de Castilla iba acompañada por una biblioteca de más de 2.000 títulos de los maestros de la literatura del momento: Garcilaso de la Vega, Lope de Vega, Góngora, Quevedo, Santa Teresa… además de autores consagrados del extranjero.
No nos es posible saber con certeza si esta dote tan rica en valor artístico y cultural fue coleccionada por la propia María o fue fruto de su herencia. Lo que sí es cierto es que cada vez salen a la luz más investigaciones que testimonian el importante papel que muchas mujeres tuvieron como coleccionistas de obras de arte y mecenas.
Como suele ser habitual en las colecciones nobiliarias de la época, la mayor parte de las obras son de carácter religioso, aunque también encontramos otros géneros como el retrato, el bodegón, temas mitológicos, el paisaje y la alegoría.
Tal profusión de arte religioso viene justificada por el ambiente profundamente católico del Barroco español, tan proclive a la exaltación de la fe, la veneración a los santos y la mística. Estas pinturas y esculturas se utilizarían no solo para decorar los salones de las casas, si no que estarían muy presentes en oratorios y espacios privados, junto a relicarios, estampas y otros objetos devocionales, constatando así su valor simbólico, más allá del puramente artístico.
De entre los muchos cuadros de santos que aparecen en el inventario de María de Castilla (Santa Catalina, San Pedro, Santa Teresa, San Jerónimo…), cabe citar un San Francisco “como del Greco”. Tal atribución se justificaría por proceder la obra, quizás, de un artista próximo al Greco o de un copista. Una de las iconografías que más éxito tuvo entre la clientela del Greco y que fue difundida por un gran número de copistas hasta bien entrado el siglo XVII fue la de San Francisco en éxtasis. Los santos fueron temas especialmente potenciados por la Contrarreforma, ya que funcionaban como instrumento pedagógico y ejemplo de virtud.
El Concilio de Trento marcó no solo la iconografía de los santos, sino que dictaminó el tipo de obras de arte que se debían coleccionar, imponiendo que la pintura fuera religiosa, austera y puritana. Tradicionalmente esto ha sido visto como el principal motivo de que apenas existiera pintura mitológica o de desnudo en las colecciones barrocas, pero investigaciones recientes han demostrado que este tipo de arte sí que era demandado, aunque solía proceder de Italia.
Desde Felipe II existían en las colecciones reales pinturas de Tiziano y de otros pintores venecianos, italianos y flamencos, con temática mitológica y de desnudo, lo cual marcará el gusto de los aficionados al arte y de pintores que copiaron estas obras de los artistas extranjeros más de moda.
También sabemos de la existencia de cuadros de escenas mitológicas con desnudos coleccionados por nobles (Diana desnuda, Rapto de Proserpina…), utilizadas para decorar estancias de uso privado. Destacan colecciones como las del VI Conde de Monterrey o del X Almirante de Castilla, con obras de Tiziano, Rafael, Rubens y Tintoretto, siendo la más destacable la del VII Marqués del Carpio, en cuyo inventario de 1651 figuraba la Venus del Espejo de Velázquez.
En el inventario de pinturas de doña María de Castilla aparecen varias obras de temática mitológica: dos cupidos, doce sibilas, un Neptuno… De entre ellas podemos destacar una “venus echada de Tiziano” citada como original. Sabemos que el de la diosa Venus fue un tema recurrente en la trayectoria de Tiziano y del que realizó diferentes versiones y subtemas, todas ellas cargadas de simbolismo y sensualidad.
Como se ha comentado anteriormente, una importante parte de la colección está dedicada a maestros españoles contemporáneos al matrimonio Castilla-Cañas, es decir, que estuvieron activos en los años centrales del siglo XVII y que pudieron ser adquiridos directamente al autor.
De José Ribera, citado en el inventario con su apodo de “el Españoleto”, destacado maestro español seguidor del tenebrismo y que desarrolló su carrera en Italia, aparecen tres cuadros. Original sería solo un Santiago apóstol, iconografía de la que existen diferentes versiones en colecciones y museos españoles.
La representación del joven Santiago con capa roja y venera fue muy popular en la primera mitad del XVII, al igual que del resto de apóstoles, difundidos por la Contrarreforma. Solían presentarse de medio cuerpo, sobre fondo neutro, portando sus atributos y se disponían, al igual que en los libros de estampas, en forma de series, decorado interiores de carácter religioso.
Cabe destacar que muchos de los maestros españoles que se nombran en el inventario pertenecen a la escuela de Granada, ciudad con la que sin duda tuvo mucha relación el matrimonio formado por María de Castilla y Julián de Cañas, debido a los cargos que allí ocupó él.
En primer lugar, podemos citar a Alonso Cano, del que aparecen inventariados cuatro cuadros, dos de ellos originales. Arquitecto, escultor y pintor, Cano fue uno de los grandes maestros del Barroco, de quien la familia Castilla-Cañas poseía dos obras originales, un bodegón y una Magdalena Penitente.
Junto a estos artistas, encontramos los nombres de otros menos conocidos hoy, aunque sí afamados en su época, como Pedro Atanasio Bocanegra, pintor de género religioso y alegorías, y a quien en el inventario se le atribuye una Sabiduría. Parece ser que fue amigo personal de Julián de Cañas durante su estancia en la Chancillería de Granada.
Otros autores citados en el amplio inventario de obras de arte de María de Castilla son Flores, Carriazo, Juan Carrillo “el de Córdoba”, Castillo…, artistas quizás reconocidos en su época y de los que hoy apenas quedan huellas.
Las tres únicas esculturas que aparecen en el inventario también son de género religioso y pertenecen a artistas granadinos contemporáneos al matrimonio Castilla-Cañas. Por un lado, se citan un Ecce Homo y un San Jerónimo originales de “los García”, es decir, los hermanos Miguel y Jerónimo Francisco García, escultores barrocos que fueron muy populares por sus ecce homos y santos de medio cuerpo, modelados con gran expresividad.
Por otra parte, aparece una Concepción de Pedro de Mena, uno de los temas más populares del arte barroco. El granadino Pedro de Mena es uno de los más destacados representantes de la escultura andaluza del XVII y produjo un buen número de inmaculadas siguiendo la iconografía establecida por Francisco Pacheco, que la representa como una niña hermosa, en actitud orante, con túnica blanca y manto azul.
Pintura de santos y escenas religiosas, paisajes, bodegones y retratos se exponían en los salones y zonas públicas de las casas de las familias nobles. Tal profusión de obras de arte iría acompañada, tal como se desprende de los inventarios, de otros enseres y objetos decorativos, tales como muebles de maderas exóticas, carey y marfil, vajillas de plata, relojes, espejos, colgaduras de Damasco y alfombras de El Cairo.
Semejante refinamiento artístico y abundancia decorativa eran las que correspondían a una familia noble del siglo XVII, donde la acumulación de riquezas y su exhibición eran algo casi obligado en el entramado social del Barroco español.
El poder no solo se materializaba a través de blasones y escudos, palacios, capillas funerarias y cargos municipales, sino que había que hacerlo visible mediante la vestimenta, las joyas y la decoración ostentosa de los hogares. La apariencia y el efectismo van ligados a la mentalidad barroca y al contexto social de la España del Siglo de Oro, y la colección de arte de María de Castilla no es ajena a este fenómeno.
El coleccionismo en el siglo XVII evoluciona desde el tesoro medieval y la cámara de maravillas renacentista donde, además de arte, también tenían cabida los objetos exóticos, la arqueología y los especímenes naturales. Felipe III es el monarca que inicia este cambio de gusto con preferencia clara hacia la pintura, sacándola del gabinete privado para mostrarla en galerías con criterios expositivos. Labor que será continuada por su hijo Felipe IV, arquetipo de rey coleccionista de obras de arte.
La gran nobleza y los cortesanos, siguiendo la estela del rey, se suman a la moda del coleccionismo durante el siglo XVII. Además, estos nobles más cercanos al rey son quiénes ejercían como diplomáticos en Italia, Flandes y otros territorios, lo que propició la introducción de nuevas corrientes, la importación de obras de arte y la invitación a la corte de artistas extranjeros.
A medida que el interés por el arte aumentaba en la sociedad, también lo hacía la actividad del mercado. Aparte del prestigio social, la crisis económica del momento convierte al arte en casi la única inversión segura. Aunque gran cantidad de pinturas y esculturas se adquirían por herencia, también eran muchas las que se compraban por encargo. Otro sector era el de las subastas y almonedas, donde se ponían a la venta obras de artistas españoles y extranjeros, además de muebles, libros y todo tipo de enseres, sirviendo de vehículo para saldar deudas de personas fallecidas.
El arte en general y la pintura en particular van a estar presentes en todos los estratos sociales durante el Siglo de Oro español. Con el rey como espejo, ya no solo las altas esferas nobiliarias y eclesiásticas tendrán acceso al arte, sino que el coleccionismo adquiere ahora una dimensión más abierta, en la que tienen cabida clero, hidalgos, alta burocracia y burguesía, que encuentran en el arte un medio de expresión y de demostración de riqueza y equiparación social.
Para saber más:
UREÑA UCEDA, ALFREDO: “La pintura andaluza en el coleccionismo de los siglos XVII y XVIII” en Cuadernos de Arte e Iconografía (Número 13). Fundación Universitaria Española, 1998.
SÁNCHEZ GONZÁLEZ, RAMÓN: “Patrimonio material y cultural de una familia de la nobleza castellana: Doña María de Castilla Zúñiga y Portugal (+1676) y Don Julián de Cañas y Silva (+1683)” en Congresso Internacional Pequena Nobreza nos Impérios Ibéricos de Antigo Regime. Lisboa, 2011.
GÓMEZ VOZMEDIANO, MIGUEL: “Arquetipos de la mujer hidalga en el Siglo de Oro: literatura y realidad” en Mujer y literatura femenina en la América Virreinal (Ed. Miguel Donoso Rodríguez), Instituto de Estudios Auriseculares (IDEA). New York, 2015.
ARGÜELLO DEL CANTO, CANDELA: “El coleccionismo español en el ámbito privado durante el siglo XVII” en Coleccionismo, Mecenazgo y Mercado artístico en España e Iberoamérica. Sevilla, 2017.
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, JOSÉ ANTONIO: “Coleccionismo y patrocinio de arte en el siglo XVII”: el ejemplo de la familia Muñoz de Otárola” en Imafronte nº 28. Murcia, 2021.