Los armoriales, también llamados libros de armería, hicieron su aparición en Europa durante la primera mitad del siglo XIII. Esencialmente pueden definirse como recopilaciones de escudos de armas recogidas en un libro o, de forma menos frecuente, en un rollo de pergamino, como el roll of arms de Glover (ca.1253) o el rôle d´armes de Bigot (1254). La mayor parte de los armoriales españoles fueron realizados en forma de códice, en papel.
Los armoriales surgen en la Plena Edad Media, un período histórico donde la heráldica impregna multitud de aspectos de la vida cotidiana. En ocasiones fueron compuestos con motivo de un evento especial, ya fuera una batalla, una justa, un torneo o la ratificación de un tratado. En estos casos el armorial nace para que, al fijar las armerías de quienes protagonizaron el evento en cuestión, se conserve la memoria de aquel hecho y se engrandezca el linaje de sus participantes. Como es de esperar, estos armoriales son de fácil datación. En España no abundan los ejemplos de este tipo, uno de ellos, ya del s. XVI, es el Protocolo del Torneo de Valladolid de Garci Alonso de Torres (1527).
Otro motivo para elaborar un armorial fue el deseo o la necesidad de dejar constancia de las personas que pertenecieron a una institución o corporación determinada (ordenes militares, cofradías, etc.). En España el principal ejemplo a este respecto es el Libro de los caballeros de la Cofradía de Santiago (Burgos) que empezó a componerse hacia 1338 y que no dejó de ampliarse hasta el s. XVII, sin embargo, esta obra no puede calificarse estrictamente como un armorial ya que, más allá de ser una recopilación de blasones, sus ilustraciones parecen querer retratar a los caballeros de la mencionada corporación quienes, no obstante, portan las armas que le son propias y que lucen con un protagonismo evidente.
Por otro lado se encuentran los llamados armoriales generales, que van a tratar de dar cuenta de las armas de todos los caballeros o linajes de un territorio. Este tipo fue a menudo compuesto por oficiales de armas (reyes de armas, heraldos) y tratadistas. Los primeros trataban de compilar conjuntos amplios de escudos, casi siempre con la finalidad práctica de identificar a los titulares de dichas armas de cara al desempeño de sus funciones de protocolo, acreditación de armas, etc. Los tratadistas en cambio llevaron a cabo sus recopilaciones con el fin de reivindicar su uso por parte de la nobleza y, a menudo, se aprecia en ellos una reacción al uso cada vez más generalizado de los escudos de armas por parte de individuos que no pertenecían al estamento nobiliario. Es de suponer que algunos de estos libros de armería debieron componerse como una colección de escudos justificada en la simple afición a la heráldica.
Los armoriales pueden presentar las armerías de forma gráfica, esto es, dibujadas (estén o no iluminadas) en cuyo caso hablaremos de armoriales figurados. En caso contrario, cuando las armas no están dibujadas, sino simplemente descritas utilizando la terminología propia de la heráldica, nos referiremos a ellos como armoriales blasonados. En algunos casos pueden convivir ambas tipologías en una misma obra. Además existen armoriales impresos, a una sola tinta, en los que cada esmalte se indica mediante un juego de líneas y puntos siguiendo el sistema de representación atribuido al jesuita italiano Silvestre Pietrasanta (1590-1647). En muchos armoriales el escudo de armas va acompañado de explicaciones acerca de la historia del linaje, del origen geográfico del mismo o incluso de las rentas que percibían sus titulares en caso de ser nobles. Ocasionalmente, a los armoriales centrados en los linajes de nobles y grandezas se los ha denominado “nobiliarios”.
La compilación de los escudos de un armorial, especialmente en el caso de los “generales” se hizo casi siempre copiando los emblemas de otras fuentes. Este proceso pudo introducir errores que luego se transmitieron y multiplicaron copia tras copia. Asimismo, la veracidad de la información contenida en ellos va a depender de otros factores como el alejamiento en el espacio y en el tiempo respecto a los territorios y personajes cuyos emblemas se representan, lo que suele llevar aparejado una mayor relajación en las correspondientes representaciones. Además, para hacerlos más interesantes o debido al deseo de hacer nacer una genealogía a partir de un personaje ilustre, los autores a veces incluyeron armas ficticias, ya fuera de héroes de la mitología grecolatina, del ciclo artúrico o de reyes que reinaron muchos siglos antes del nacimiento del arte del blasón. [1]
El armorial del archivo Torrelaguna (AHNOB, TORRELAGUNA,C.435,D.2) es un libro de tamaño modesto (19,5 x 14,5 cm.), compuesto por 226 hojas, cada una de las cuales incluye un número variable de escudos de armas. El volumen está encuadernado en pergamino y no presenta más título que el sintagma “Escudos de armas” inscrito en su lomo. Su estado de conservación es bueno aunque las primeras hojas han tenido que ser restauradas.
A lo largo de sus páginas nos encontramos con numerosos escudos (una media de cuatro por cara, a veces más) que aparecen dispuestos dos arriba y dos abajo, entre los cuales y a cuyo margen se han añadido ocasionalmente -de forma un tanto anárquica- otros de menor tamaño. La mayoría de los escudos han sido dibujados e iluminados a mano, si bien hay un buen número de casos en que sólo se representan los blasones a una tinta. La representación pictórica siempre va acompañada por un rótulo que indica la realidad a la que representa el emblema, en ocasiones acompaña alguna indicación manuscrita pero en general las explicaciones tienden a ser mínimas, predominando el código pictórico al escrito. Resulta curioso que, puntualmente, algunas armerías no hayan sido dibujadas sino recortadas de una fuente impresa y pegadas en nuestro armorial con algún tipo de engrudo.
El orden que sigue la disposición de los escudos no es alfabético ni puede apreciarse, a primera vista, ningún otro criterio de ordenación más allá del hecho de existir ciertas agrupaciones de escudos concernientes a territorios, órdenes militares, corporaciones religiosas, etc. frente a la más amplia de los apellidos o linajes. También se aprecia una cierta jerarquía, en tanto que los escudos relativos a los territorios que se explicitan en las intitulaciones de los documentos reales, aparecen en las primeras hojas.
El contorno de los escudos tiene la forma típica de las armerías españolas y en general no presentan timbre ni ornato exterior alguno, aunque hay excepciones en las que tales elementos han sido añadidos a partir de recortes procedentes de impresos. Todo ello nos invita a pensar en este armorial como un libro de trabajo, compuesto para uso particular, que se ha ido enriqueciendo progresivamente, probablemente por más de una mano.
Al tratarse de un armorial general, no pudiendo apreciarse su vinculación genética con un evento concreto, y siendo un documento predominantemente pictórico, el armorial del archivo de los marqueses de Torrelaguna es de difícil datación. La existencia de escudos relativos a ciudades y territorios americanos nos permite establecer una fecha inicial posterior a 1537, pero es probable que sea bastante posterior, quizá de ya entrado el siglo XVII, pudiendo haber añadidos posteriores. En cualquier caso falta una investigación de mayor profundidad a este respecto.
En diversos armoriales es común observar la existencia de escudos de armas relativos a regiones y ciudades, casi siempre europeas, vinculadas a los títulos que ostentaban los monarcas, es decir, a las regiones de las que eran reyes, duques, marqueses, señores, etc. y que aparecen frecuentemente enumeradas en la intitulación de los diplomas, así, para Felipe II, en una real provisión otorgada en 1575:
Don Felipe, Por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias Islas y Tierra firme del mar Océano, Conde de Barcelona, señor de Vizcaya y de Molina, duque de Atenas y de Neopatria, conde de Rosellón y de Cerdeña, marqués de Oristán y de Gociano, archiduque de Austria, duque de Borgoña y de Bravante, y de Milán, conde de Flandes y de Tirol, etc. (AHNOB. SANTA CRUZ,C.46,D.1)
Generalmente estos escudos referentes a dominios reales se disponen en las primeras hojas, antes de continuar con las armerías propias de los linajes. Y así lo hace también el armorial del archivo de los marqueses de Torrelaguna. Esta lógica, sin embargo, se quiebra al intercalarse las armas de algunas corporaciones y linajes, entre los que ocupan un lugar preferente los de: Candarei, Montemolín, Carballido y Dustillos de la Concha. Esto último podría ser un dato a tener en cuenta de cara a una futura filiación del armorial que nos ocupa.
Una de las particularidades del armorial del archivo de Torrelaguna es la presencia, entre estos escudos territoriales, de escudos de regiones y ciudades americanas. Entre ellas se encuentran las armas de las regiones ultra oceánicas que aparecen en las intitulaciones reales. Así, después de las armas de las islas Canarias, hacen su aparición: los escudos de armas de las Indias Orientales y Occidentales; un escudo en blanco sobre el rótulo “Isla”, probablemente referido, siguiendo el orden común de las intitulaciones a las Islas y Tierra Firme del mar Océano, ya que, en efecto, las siguientes armas son las de Tierra Firme y un escudo en blanco sobre el rótulo “Mar Océano”. Tres folios más adelante, después de las armas de Austria, Borgoña, Brabante, Milán, Habsburgo, Flandes, Tirol, Barcelona, Vizcaya, Molina y Portugal, encontramos las armas de Nueva España, Perú, Lima, Méjico, India Menor e India Mayor.
Sin ánimo de ser exhaustivos, mencionaremos algunas de las peculiaridades de estos escudos, dejando al investigador la labor de profundizar en aquellos asuntos que considere de mayor interés.
En el escudo de las islas Canarias se aprecia ya la presencia de las islas, que casi más parecen nubecillas de humo gris, y que hoy se representan en el escudo de la Comunidad Autónoma, según su estatuto de Autonomía de 1982,:
[...] en campo de azur trae siete islas de plata bien ordenadas, dos, dos, dos y una esta última en punta [...]
Sin embargo en el que nos ocupa no aparecen siete islas de plata sino veinticuatro de cenizo y lo hacen sobre campo de plata (blanco).
El de las Indias Orientales tiene la peculiaridad de haber sido recortado de una fuente impresa que desconocemos y que representa un barco que parece atravesar las columnas de Hércules. El recorte ha sido pegado sobre un escudo pintado a mano, “cortado”, siendo la parte inferior de gules (rojo) y la superior de plata.
El de las Indias Occidentales representa las columnas de Hércules con la divisa “Plus Ultra”, símbolo inicialmente incorporado al escudo de Carlos I, que hacía referencia a las tierras americanas que se hallaban “Más allá” de los dos pilares que, según la mitología griega, había colocado Hércules en el Estrecho de Gibraltar, última frontera más allá de la cual se hallaba el límite del mundo conocido. Debajo del rótulo “Indias Occidentales” se puede apreciar la anotación manuscrita “las colunas” (sic.)
Suponemos que la ausencia de escudos conocidos atribuibles a las islas del Mar Océano y al propio mar Océano, o sea, el Atlántico, es lo que motivó que el autor del armorial no se aventurara a trazar los rasgos de dichas armas, como sí lo hizo con las de Tierra Firme, región de Centroamérica a la que el autor dio las armas de la corona de Castilla. Lo cierto es que no hemos encontrado ninguna referencia similar en la literatura consultada, pero al menos resulta verosímil la vinculación de estas armas a la mencionada región si tenemos en cuenta que desde 1535 era denominada Nueva Castilla o Castilla del Oro de Tierra Firme.
Los escudos de armas de Nueva España y Perú, aparecen sin iluminar y parecen solo bosquejados, al igual que los de India Menor e India Mayor. Sin embargo, los de Lima, México y un segundo escudo de Canarias se representan a color.
Los escudos de Lima y México fueron concedidos mediante real cédula por Carlos I en 1537 y 1523 respectivamente. Observemos ahora la descripción del escudo concedido a la ciudad de México tal y como aparece en el diploma otorgado por el emperador:
<<Un escudo azul de color de agua en señal de la gran laguna en que la dicha ciudad está edificada y un castillo dorado en medio y tres puentes de piedra de cantería y en que van a dar al dicho castillo las dos sin llegar a él y en cada una de ellas hai [sic.] dos puentes que han de estar a los lados un león levantado que rasga con las uñas el dicho castillo de manera que tengan los pies en la puente y los brazos en el castillo en señal de la vittoria [sic.] que en ella ovieron [sic.] los dichos cristianos y por orla diez ojas [sic.] de tuna verdes con sus abrojos que nacen en la dicha provincia en campo dorado.>>[2]
Como podemos observar, el escudo de la ciudad de México otorgado por Carlos I en nada se parece al que figura en nuestro armorial en el que, por contra, se aprecia, de un modo algo rudimentario, el símbolo del águila posada sobre el nopal que todavía hoy figura en la enseña nacional mexicana y que hace referencia a la narración mítica de la fundación de Tenochtitlán. A este respecto resulta sugerente lo apuntado por Antonio Rubial García en su artículo “Los escudos urbanos de las patrias novohispanas” al referirse al escudo que fue otorgado a la ciudad de Mexico:
“Aunque no existen testimonios gráficos de esos primeros tiempos [ca. 1523], es muy probable que desde fechas tempranas fuera utilizado como tal el águila sobre el nopal, que a la larga se sobrepuso como timbre o insignia al escudo de Carlos V [...] Es un hecho que a mediados del s. XVI ese emblema ya era utilizado extensivamente pues en una lámina del códice Osuna sobre la expedición a la Florida (1559-1560) se muestra a un capitán a caballo portando una bandera con el águila y el nopal” [4]
Pasemos ahora a la concesión de escudo a la Ciudad de los Reyes (Lima):
<<Un escudo en campo azul con tres coronas de reyes de oro puestas en triángulo y encima de ellas una estrella de oro la cual cada una de las dichas tres puntas de la dicha estrella toca a las tres coronas y por orla unas letras de oro que digan Hoc signum vere regnum est, en campo colorado y por timbre y divisa dos águilas negras coronadas de coronas de reyes de oro que se mire la una a la otra y abrazan el dicho escudo, etc.>>[3]
Podemos observar que el escudo de Lima, descrito en el diploma de concesión, es mucho más similar a las armas que, en el armorial que nos ocupa, aparecen sobre el rótulo de “Perú” con la única salvedad de que en el dibujo no se incluye orla ni timbre alguno. El escudo de la ciudad queda reducido a una estrella de sable, de ocho puntas, coronada, sobre campo de azur.
Tanto el escudo de Lima como el de la ciudad de México fueron tomados, como sinécdoque, de los reinos de los que eran capital, tal y como puede observarse en el Salón de Reinos de Madrid donde ambos aparecen representando a los reinos de Perú y México entre el total de los veinticuatro de los que era monarca Felipe IV. También en este caso el emblema utilizado para el reino de México fue, no el otorgado por Carlos I, sino el águila sobre el nopal, esta vez cargado de tunas (sus frutos) y orlado con el lema “Reyno de Mexico Tenvxtitlan”
Especialmente inusuales nos parecen los escudos sobre el rótulo de “Nueva España”, “India Mayor” e “India Menor”.
En el primer caso podemos especular se trate de una representación abocetada de la leyenda prehispánica de la fundación de México-Tenochtitlán, según la cual, dicha ciudad fue erigida en una laguna de la que asomaba una peña sobre la cual crecía un nopal. Encima de este nopal (o tunal) se posaría un águila, indicando así lo apto de aquel lugar para la fundación de México-Tenochtitlán, al cumplirse las condiciones profetizadas por el dios Huitzilopochtli [5]. En este caso el armorial de Torrelaguna, presenta un emblema en el que no se ha incluido el ave, pudiendo ser los elementos representados el nopal sobre la laguna o sobre la peña o islote anteriormente aludidos.
Acerca de los escudos atribuidos a India Mayor e India Menor (¿antillas mayores y menores?), nada podemos decir, pues desconocemos a qué región geográfica quería referirse su autor y no hemos encontrado referencias respecto a los escudos representados:
[1] VALVERDE OGALLAR, Pedro. Manuscritos y heráldica en el tránsito a la modernidad. El “libro de armería” de Diego Hernández de Mendoza. [Tesis] Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Geografía e Historia, Departamento de Historia Moderna. Leída el 10-12-2002. https://eprints.ucm.es/5183/1/T26322.pdf [Consultado en 2018-10-02]
[2] MONTOTO, S. Nobiliario de reinos, ciudades y villas de la América Española. Madrid. Compañía Ibero-Americana de Publicaciones. 1928. Copia digital consultada en 2018-10-04: Valladolid: Junta de Castilla y León. Consejería de Cultura y Turismo, 2013. pp.91-100 https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.cmd?id=18737 [Consultado en 2018-10-02]
[3] Ibidem. . p.153
[4] RUBIAL GARCÍA, A. “Los escudos urbanos de las patrias novohispanas”. Estudios de historia novohispana, Nº 45, 2011, pp. 17-46.: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/revistas/novohispana/pdf/novo45/542.pdf [Consultado en 2018-04-10]
[5] STOOPEN GALÁN, M. “De Aztlán a México-Tenochtitlán: mitos y presagios de la peregrinación, fundación y destruccón” en BARAIBAR, A. y VINATEA RECOBA, M. (eds.). Viajes y ciudades míticas. Pamplona, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2015. Colección BIADIG. (Biblioteca Áurea Digital), 31. Publicaciones Digitales del GRISO. pp. 144-157. : http://dadun.unav.edu/bitstream/10171/38405/1/BIADIG_31_Stoopen.pdf [Consultado en 2018-10-03]
Texto: Alejandro Sierra López. (Archivo Histórico de la Nobleza)