En los sellos de los cónsules "de Ultramar" o "de catalanes", aparecen en el campo las armas de la ciudad de Barcelona por poseer esta ciudad el privilegio de nombrarlos. Aun siendo llamados "de catalanes", su jurisdicción se extendía sobre todos los súbditos del rey de Aragón en tierras ultramarinas. El cónsul de catalanes actuaba como fedatario de la descarga de determinado tipo de mercancías en el lugar y a la persona a los que estaban consignadas. Se trata de aquellos productos que eran considerados "vedados" o prohibidos por su tipo, mercancías, en general, que pudieran potenciar el poder de los enemigos (alimentos, madera para barcos y palos, pega o alquitrán para calafatear naves, hierro y otros metales, armas, telas para velas, etc.) Para la comercialización de estos productos era precisa una autorización del Baile general. El uso del sello para validar documentos fue un sistema muy utilizado por todo tipo de instituciones medievales, incluidas las compañías comerciales