En los primeros siglos de la Edad Media los hospitales desempeñaban varias funciones al mismo tiempo: atención a los enfermos, asilos temporales para los pobres de solemnidad, y hospedería para viajeros pobres y peregrinos, sobre todo los situados en el Camino de Santiago. La mayor parte de los hospitales era de fundación eclesiástica, aunque les había también de fundación regia y de nobles de la zona o comarca donde se ubicara el hospital. Los fundadores donaban a los hospitales numerosos bienes raíces de los que se debían servir para desempeñar su cometido, ya fuera mediante su explotación directa, o las más de las veces, en régimen de arrendamiento.
En los siglos XIV y XV se producirá un incremento importante de fundaciones hospitalarias, tomando importancia las realizadas por gremios y cofradías. Al mismo tiempo aumenta la secularización en la administración de los hospitales de la mano de los mismos reyes, nobles y concejos. Pero lo más destacado en la caracterización de los hospitales según avance la Edad Media, y sobre todo en la Edad Moderna, será su progresiva especialización, de modo que habrá centros para enfermedades concretas, como la peste o lepra; centros para dementes, peregrinos, asilos, etc.