El Caso de María Mencía, una mujer disfrazada de hombre en el Valladolid de 1803

El escándalo

A la seis y media de la noche del 11 de marzo de 1803, estando en el café y billares que regenta Pedro Chapela en el barrio del Cañuelo, se produjó un gran escándalo en torno a la figura del empleado José Mencía. Al divulgarse la noticia, rápidamente se formó tal "concurso de gentes" en dicho lugar que, finalmente, tuvo que acudir Esteban Bercero, alcalde del barrio del Cañuelo donde se situaba el local de Pedro Chapela, a comprobar qué estaba sucediendo.

auto de oficio

Una vez en el lugar, y para tratar de sofocar la situación escandalosa, Esteban Bercero decide llevarse a "José" Mencía a la cárcel de la Chancillería para presentarlo ante el juez local Hermenegildo Rodríguez de Rivera, quien dicta un auto de oficio para que permanezca provisionalmente en prisión y a partir del día siguiente, se comiencen a realizar las indagaciones oportunas para tratar de esclarecer por qué se llegó a esta situación.

El testimonio de María Mencía

declaracion

Al día siguiente del escándalo, y tal y como ordenó el juez Rivera, el fiscal acude a la cárcel a recoger, como primer testimonio, la declaración de la propia María Mencía. En ese momento es cuando la detenida detalla su periplo desde que se quedó huérfana en la localidad asturiana de Noreña, su efímero paso por Oviedo, donde adquirió su ropa de hombre y su nueva identidad, los diversos oficios que estuvo desempeñando desde que llegó a Valladolid trece meses antes, así como una relación de las personas para las que trabajó y que pueden dar testimonio de su buen comportamiento, hasta su detención la noche anterior.

Según declara ante el fiscal la propia María, un mes antes un grupo de estudiantes ya empezó a sospechar de su condición y trataron de registrarla porque “parecía mujer”. Esas mismas personas regresaron al café la noche anterior, esta vez embriagadas y trataron de registrarla, a lo que ella se resistió fuertemente. No obstante, consiguieron desabrocharla los calzones, aunque sin llegar a descubrir su verdadero sexo, lo que sí ocurrió finalmente cuando fue ingresada en la cárcel de la Chancillería.

Tras escuchar su historia, el fiscal decide concluir la declaración, ante lo cual María Mencía decide añadir también, bajo juramento, que "el motivo de vestirse de hombre, además del que tiene declarado, ha sido por los sentimientos varoniles que siempre ha experimentado, con deseos siempre de parecer más bien hombre que mujer, pues su robustez, fuerzas y otras señales exteriores corresponden al sexo varonil".

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Los testigos presenciales

Después de tomar declaración a María Mencía, el fiscal acude a recabar otros testimonios que puedan resultar claves para conocer lo ocurrido el día 11.

El primer testimonio recopilado es el de Esteban Bercero, alcalde del barrio del Cañuelo, Su testimonio es breve, dando fe de que él acudió al billar de Chapela cuando recibió noticias del escándalo, sacando de allí a María Mencía para que pudiese cesar el alboroto ocurrido.

Después, llega el turno de Pedro Chapela, regente del billar donde se produjeron los hechos. Chapela, que además de cafetero dice ser "maestro peluquero", declara que contrató a José Mencía tres meses antes, sin "haber notado cosa alguna". Informa que era "fiel y puntual en el servicio de sus obligaciones" y que, aunque había gente que decía que Mencía "tenía cara de capón o de mujer", nunca lo quiso creer porque seguía conversaciones de hombres, fuesen como fuesen, "echaba sus ajos, hablando alegremente de mujeres, fumando, cargando peso y partiendo leña".

Igualmente, Pedro Chapela declara que la tarde anterior, "Pepe Mencía" llegó a las cuatro de la tarde al café riendo, meneando la cabeza y haciendo otros ademanes que indicaban que estaba "privado de vino". Tal era su borrachera que "se bebió medio vaso de agua y otro tanto se echó por la cabeza para espabilar", Al verle en esa situación, le reconvino para que se fuese a dormir, aunque regresó al poco tiempo haciendo ademanes de que "tuviese mal de corazón" y diciendo "¡Ay, Virgen santísima! Que aquella maldita pasiega me ha dado veneno y me ha matado!". Uno de los presentes en el café fue a echarle un "jarro de agua en sus partes para desatascarle y que así espabilase". Y entonces se descubrió que llevaba atado a la cintura un "miembro figurado de yeso", siendo recogido por unos estudiantes que estaban allí, quienes los colgaron de un balcón y estuvieron jugando con él.

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Otros testimonios

Al día siguiente, el fiscal comienza a recabar otros testimonios de personas que puedan dar fe de la historia relatada por María Mencía.

Así, el primer testimonio de ese día es el de Joaquín Castañeda, maestro botiller en la plazuela vieja, y quien fuera la primera persona para la que trabajó María Mencía en Valladolid. Relata que José Mencía le explicó que tuvo que salir de Noreña "porque había dado un cantazo a un chico de su pueblo y le querían prender". Joaquín Castañeda continúa informando que estuvo a su servicio como criado de febrero a mayo de 1802, "con toda fidelidad, haciendo todos los oficios que los demás estados de su sexo de que iba disfrazada sin haberse notado que fuese tal mujer". Aunque finalmente, le despidió porque, aunque los primeros días "le notó una regular compostura" luego cambió, comenzando a "hablar palabras obscenas, requebrar mozas, beber vino"... Y finalmente, "tras haberla observado ser chismosa, la echó de casa".

El siguiente testimonio es el de Antonia González de Alceda, botillera del Cañuelo, quien confirma que María Mencía trabajó unos tres meses para ella "en calidad de mozo", repartiendo agua de cebada por las calles como tantos otros mozos y "sin hacer nunca aprensión de que fuese mujer porque hacía todos los oficios como los demás hombres sin distinción en el manejo y valor". Sobre su conducta, Antonia González declara que "en su casa se portó fielmente".

El día 14 de marzo, se recoge el testimonio de Miguel Vicente, natural de Foyos, en el reino de Valencia, y aguador de agua de cebada, el cual confirma que tuvo como "muchacho" a María de Mencía durante los dos meses que estuvo con él, portándose "fielmente y con mucha eficacia en el cumplimiento de sus obligaciones". Igualmente, declara que "los ratos que tenía de más, los empleaba leyendo un libro de suerte, y que le daba gusto oirla leer "por lo bien que lo hacía".

A continuación, acude a declarar Pedro Rascado, maestro de obras, quien enterado de los acontecimientos, confirma que contrató como mozo durante ocho días a María Mencía para el trabajar en la Alcantarilla de San Benito, cumpliendo exactamente con su obligación aunque "no se acuerda de como se llamaba".

El último testimonio será el del fabricante de peines José Manteca, quien confirma que conocía a José Mencía por vivir frente a la casa de Joaquín Castañeda y que, trabajando ya como mozo de albañil para Pedro Rascado tras haber sido despedido por Castañeda, José Mencía le pidió que "mientras encontraba otra contenienda, por favor le recogiese en su casa", cosa que hizo unos ocho días.

Confirmación de la historia desde Noreña

Tres días después de recabar los últimos testimonios, el fiscal recomienda que se indague un poco más en Noreña, localidad de donde María Mencía dice haber salido, con la intención de que se pueda confirmar su relato. Y así será ordenado por la Sala de lo Criminal el 21 de marzo.

pase al fiscal

En Noreña, la orden llega el 16 de abril de ese mismo año, momento en el que los oficiales locales ordenan que comparezca ante ellos su vecino José Antonio Pedregal, quien confirma que María Mencía era una huérfana de la localidad "que jamás ha sido procesada" y que se ausentó "por haber tenido una oposición con un curador que lo es de otros dos hermanos menores que tiene". Este mismo motivo también sería cofirmado por los testimonios de Antonio Sampelayo y Francisco Blanco, quienes indican que María Mencía "se vió sola y abandonada de todos sus parientes".

La recogida de testimonios en Noreña sería confirmada por el juez local, dándose traslado de ella al fiscal de la Chancillería en Valladolid, tal y como fue ordenado.

La resolución del caso

Ya con todos los testimonios y confirmaciones en poder del fiscal de la Chancillería, este asume que la estancia de María Mencía en Noreña fue regular y honesta, dando por buena las explicaciones que esta dió de su salida por estar "huérfana sin amparo ni asilo de sus parientes".

Así, en su informe a la Sala de lo Criminal, el fiscal concluye que el único delito que María Mencía pudo cometer fue tan sólo el de "haber usado traje no correspondiente a su sexo", para lo cual tan sólo cabe apercibirla que "en lo sucesivo no use de semejante traje ni dé motivo a iguales procedimientos, poniéndose a servir a ocupación honesta correspondiente a su sexo".

Finalmente, la causa concluye el día 2 de mayo de 1803 ante la Sala de lo Criminal, con un auto por el que se sobresee la causa, ordenando la recomendación del fiscal y condenando a María Mencía tan sólo al pago de las costas.

sobreseimiento
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