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Cuerna

Cuerna
Cuerna

Número de inventario: 1956. Salamanca.

Asta, cuero, metal, corcho. Alt. 24; diám. máx. 9 cm.

En esta cuerna, utilizada en el ordeño y fechaba en torno a 1900, aparecen varios seres míticos caracterizados por un rasgo común: la cola de pez. Entre estos híbridos marinos hay algunos problemáticos: un pájaro con penacho, brazos acabados en garras, una especie de cabra y un ¿perro? con brazos y cuerpo de pez (no sólo la cola) y, finalmente, una sirena. Al lado de éstos aparecen otros más normales, como pájaros, serpientes, peces, pavo real, conejo y caballo.

La cabra marina se puede asociar, creemos que sin muchos problemas, al signo de capricornio que podía ser visible, para un pastor, en muchos lugares.

Lo que podría considerarse una sirena mítica más (algo rara ya que retoma la doble cola medieval, y lleva barba a pesar de rasgos femeninos evidentes) es, en realidad un animal que se hizo pasar por “real”, aunque fuera a través de los romances de ciego. J. Amades (1952: 138-140) analizó este tipo de “fieras” y aludió a la “Arpía americana” -documentada en un pliego de cordel con tres ediciones, una en 1861- que, como otros animales de este tipo había causado muchos estragos y que tras ser capturada, en la laguna de Omerga (Perú), fue paseada por ciertas partes de Europa (Malta, Grecia, Francia) y por Constantinopla. V. Risco (1958: 18-19, 25-26 y fig. 4) publicó otro artículo en el que reproduce la imagen de esta “harpía” (sic), que coincide con la nuestra y que había aparecido, en esta ocasión, en la laguna de Orfagá, también en Perú, en 1848. A finales del XIX, como indica Amades, era normal que los ciegos mostraran en calles y plazas imágenes de monstruos de los que contaban sus respectivas historias.

Respecto ese extraño ser con cabeza de perro, cabe decir que su identificación es difícil por lo poco precisa que es la talla y por lo extraño que resulta. Quizá haya que ponerle en contacto con las noticias sobre hombres-peces, siendo el más conocido el de Liérganes, del que trató Feijoo y estudiaron J. Caro Baroja, (1974 a y 1984), J. M. Gómez tabanera (1976) y E. Chao Espina (1983: 143-146 y 322-328). Del primero merece la pena recoger un dato por la cercanía geográfica; en el Lazarillo de Tormes, se cuenta que al propio Lázaro le pasearon en una cuba cubierto con barbas de musgo y espadañas, como si fuera un hombre marino.

Publicada en J. Caro Baroja (1950: 21 y lám. II), C. García Medina (1987: 55) y VV. AA. (1997: 216, 266 y nº 134).

JLMC

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