Número de inventario: 21365.
Hierro. 25,5 x 13 x 28 cm.
La lucha directa del ser humano contra depredadores de un porte considerable (lobos, osos, jabalíes, zorros...) es una constante, en el ámbito rural, que se plasma en el enfrentamiento mediante diversos tipos de recursos técnicos. Junto a las trampas construidas en piedra –los célebres “callejos” para lobos– o mediante fosas y empalizadas, los cepos metálicos han sido un recurso muy utilizado. Colocados en los lugares frecuentados por las diversas especies o en los sitios a proteger, tenían como misión la eliminación de un animal considerado un adversario por el campesino. Los ataques a los animales domésticos –ovejas, gallinas...– o la necesidad de proteger los pastos o los terrenos sembrados de los efectos del hozar de los jabalíes, justificaba esta drástica intervención que hoy parece excesivamente cruenta para mentes urbanas, que están más próximas a considerar a estas especies como animales a conservar, ya que no existe un choque directo de intereses.
Las formas y materias de los cepos han sido muy variadas (D. M. Boza, 2003: 247-287 y J. A. Valverde Gómez, 1991: 324-332) y la normativa sobre su uso ha sido, normalmente, restrictiva, debido a una serie de causas, entre las que no es la de menor importancia, el carácter señorial que ha tenido la caza de estas especies.
JLMC