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Divisa

Divisa

Número de inventario: 7015. San Martín de Valdeiglesias (Madrid).

Seda, hierro. Arpón: 9,4 x 0,9 x 0,5; cintas: 53 x 3,5 y 90 x 3,5 cm.

La divisa es un arponcillo de hierro en el que se enhebran una o más cintas de seda de colores y que se clava en el cerviguillo del toro justo antes de su aparición en la plaza, produciéndole generalmente un efecto de excitación.

La divisa aparece a principios del siglo XVIII para distinguir la ganadería a la que pertenece el toro cuando sale al albero, pero el uso indiscriminado en la elección de los colores de las cintas ha sido tal que no se cumple este objetivo.

Esta pieza y las restantes de las usadas en la corrida nos hacen reflexionar el uso que en España y otros países del mundo, se le da al toro bravo. Mientras que de otros animales aprovechamos la lana, la carne, la piel, la miel o la leche, materias que son tangibles y susceptibles de trasformación en alimentos, vestido o utensilios domésticos, de este animal aprovechamos su bravura, su estado salvaje, su carácter indómito, y la dignidad que le hace revolverse a la provocación o al acorralamiento.

Estas características del toro bravo son las que lo convierten en el centro y elemento fundamental de la corrida de toros, de un fenómeno que hunde sus raíces en tiempos inmemoriales y que se desarrolla hasta el siglo XVIII, cuando se institucionaliza lo que podemos llamar la corrida o el toreo moderno. Este momento coincide con el triunfo del toreo a pie frente el toreo a caballo, imponiéndose el concepto popular del toreo frente al aristocrático.

Estamos hablando de la corrida de toros, de la lidia o la Fiesta Nacional, que tiene como objetivo último dominar y dar muerte al astado. La corrida de toros se produce de una forma ordenada y reglada no sólo en cuanto a tiempos y espacios en los que se desarrolla sino también en lo referente a las características del animal, comportamiento del público y forma de proceder del torero y su cuadrilla.

También están sometidas a este reglamento las piezas expuestas, en el que se limitan las dimensiones de las mismas, el número y el uso en el desarrollo de la lidia. Ésta se divide en tres partes o tercios: de picar, de banderillear y de matar. Estos elementos –puya, banderillas y estoque– son “instrumentos constantes de la ofensiva contra el toro que han ido procurando su adaptación al momento mas oportuno de su empleo, y así han venido a ordenar las suertes que con ellos se practican en una secuencia llena de sentido tanto en orden a la mayor eficacia estratégica como al mejor rendimiento artístico” (J. M. Cossío, 1943: 856).

En torno a la corrida de toros existe un mundo mucho mas amplio, el mundo del toro, en el que se le asignan valores siempre benignos, virtudes únicas que sólo él posee: se le asocia con la libertad por su crianza en el campo, la fuerza, el valor viril en la lucha, la valentía ante el enfrentamiento, el poder, el vigor, la dignidad, el orgullo… pero sobre todo la belleza de formas y la nobleza de espíritu, el toro es noble hasta la muerte.

La corrida de toros como arte, que siempre tendrá sus defensores y detractores, tiene una estética propia que ha impregnado durante siglos la cultura española e influye en ella de una forma determinante: en las artes plásticas, la música, la literatura, el periodismo, el cine, la indumentaria y en la lengua castellana.

MCGR

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