Número de inventario: 7692. Carrascal (Zamora).
Asta, corcho. Long. 35; diám. máx. 8 cm.
Se unen en esta cuerna hecha por Ángel Malmierca -otra cuerna suya está fechada en 1912- para Vicente Crego de Agos, varios animales míticos: la sirena –remitimos a lo dicho en las piezas 8779, 12173, 3705 y 8028, añadiendo que aquí lleva una rama florida–, un dragón alado con cabeza de ¿hiena?, un pájaro con dos cabezas, una arpía con cuernos y cola con siete aguijones y algo parecido a una serpiente alada con cuernos. Junto a ellos, un cocodrilo con dos patas, una ballena, un pavo real, una cigüeña, un zorro, ánsares, un conejo, un león un pez espada y varios peces más y un búho o mochuelo comparten espacio con una escena taurina.
En el ámbito hispano, la figura del dragón se nos presenta en varios contextos que tienen un matiz religioso en la mayoría de los casos. La lucha contra seres buenos –como la Virgen, S. Miguel o San Jorge– remite al demonio en la mayoría de los casos, mientras que en algunas escenas del románico navarro se han asociado a las sagas nórdicas. Su figura se independiza en el gótico y el renacimiento y, así, le vemos aparecer como motivo decorativo en múltiples obras de forja. Finalmente, las modas posteriores lo acercan a nuestra época a través de la valoración de modelos orientales, que ofrecen una nueva visión.
No obstante, no debemos olvidar que, junto a la vía iconográfica, le hallamos de forma repetida –asimilado en algún caso a una serpiente alada– en el ámbito festivo. Sobre todo le hallamos asociado a la festividad del Corpus, con su célebre tarasca (J. M.ª Bernáldez Montalvo, 1983 y C. González Pérez, 1993), con sus múltiples variantes, y, ya en el ámbito legendario con narraciones como la del dragón de la Malena (J. Eslava galán, 1992) o figuras como cuélebre asturiano o el eresunge, vasco; asimismo, le vemos aparecer en narraciones o canciones que hablan de su morada en cuevas y de su tremenda voracidad dirigida contra los niños, como se puede ver en el romance “El culebrón” –procedente Segovia y que recogió Agapito Marazuela– en el que acaba muerto por la intervención de san Antonio de Padua. Dragones similares han “aparecido” en múltiples sitios, como anotó J. Amades (1952: 130-133) en referencia ejemplos catalanes.
Publicada en C. Morán (1990: 198-199 y fig. 24, nº 4), J. Caro Baroja (1950: 26 y lám. I), E. Pérez Herrero (1980: 141) y C. García Medina (1987: 55).
JLMC