Número de inventario: 21395. Madrid.
Hilo. 49 x 36 cm.
La escena central de este encaje, hecho probablemente en torno a 1930-1940 por Josefa Vilahur i Bellester –continuadora de la tradición de encajeras de L’Hospitalet (Barcelona)– muestra la lucha entre un caballero y un dragón, la cual convive con la presencia, en las esquinas, de otros animales, algunos de ellos tan míticos como el dragón: los grifos.
San Jorge, a quien se supone representado en la lucha, es unos de los más famosos combatientes de dragones pero no el único. C. González Pérez (1993: 45-62) cita cerca de noventa santos, religiosos y otras personas que, a lo largo de la transición del mundo antiguo al medieval, y durante éste, combaten y vencen al paganismo y a la herejía, simbolizados en el dragón. Se trata de una “realidad” –la aparición de dragones y su destrucción– absolutamente común en esas épocas y que tuvo una vertiente procesional que pasará a la fiesta del Corpus Christi, en la que se puede escenificar esta lucha, existiendo ya en 1412 menciones de estos combates rituales en Barcelona, y habiendo perdurado en Galicia hasta el siglo XVIII en múltiples lugares, como Betanzos, Orense, Rivadavia, Santiago de Compostela o Redondela (C. González Pérez, 1993: 152, 108, 120, 133 y 134)
Por lo que atañe a los grifos, vemos un animal híbrido de animales como el águila y el león, cuya estética ha permanecido, más o menos, estable en su larga historia. Siempre localizados en lejanas tierras, desde el punto de vista griego, su simbología ha evolucionado a lo largo del tiempo y desde su carácter de guardador de tesoros o desde su utilización como animales de tiro para subir al cielo en un carro, tal como hizo Alejandro Magno, pasó a simbolizar al diablo en la Edad Media. No obstante, como otros muchos seres híbridos heredados de la Antigüedad participa de cierta visión positiva que le lleva, en alguna ocasión, a ser equiparado con la Virgen o san Miguel (I. Malaxecheverria, 1986: 78-85).
La recuperación historicista de monstruos y animales míticos, en este caso, recrea de forma romántica un mundo medieval que realmente “sí” creía en estos seres. Cosa seguramente impensable de la persona que hizo este encaje.
Publicado en VV. AA. (1990: 51).
JLMC