Desde el primer momento de la entrada de los franceses en la Península Ibérica para la ocupación de Portugal y que tenía como propio fin también la ocupación de la propia España, se van a producir revueltas y disturbios en Valladolid, constatándose ya éstas entre octubre de 1807 y febrero de 1808, con la llegada de los generales Junot y Dupont, y el 24 de marzo con el cese de Manuel de Godoy, la abdicación de Carlos IV y la subida al trono de Fernando VII. En el mes de mayo, de forma paralela a la mayor parte del país, se produjo un gran levantamiento que terminará con el cautiverio de las tropas francesas asentadas en la ciudad.
No obstante a las victorias francesas en las batallas de Cigales, Cabezón, Santovenia y la Overuela, que permitirían a los franceses volver a entrar en Valladolid al mando del general Merle, la derrota de aquéllos en Bailén, la resistencia de Zaragoza y las continuas rebeliones en muchas de las ciudades del norte, estaban poniendo en peligro la feliz conclusión de la invasión y conquista de España por los ejércitos napoleónicos, de ahí que no le quedaría más remedio al mismo Napoleón que tomar las riendas personalmente y cruzar la frontera el 6 de noviembre de 1808 con el fin de alcanzar y tomar Madrid, la cual caería el 3 de diciembre previas victorias del Emperador en Gamonal, Espinosa de los Monteros y Somosierra.
Napoleón, al tener noticia de que los ingleses se dirigían desde Salamanca a Valladolid, decide salir a su encuentro, llegando de esta manera hasta Astorga, desde donde retrocede hasta Valladolid al recibir misivas de turbulencias en Centroeuropa, con el fin de recibir desde la ciudad del Pisuerga los correos de París y merced a su estratégica posición en el eje Lisboa-París, a la vez de escarmentar la sublevación de mayo en dicha ciudad.
Tras la huida de numerosos vallisoletanos, Napoleón entra en la ciudad a las cuatro de la tarde del 6 de enero de 1809 a caballo por el Puente Mayor, acompañado de un ejército de 12.000 hombres, ante la indiferencia generalizada de los vallisoletanos que “no le dieron ni un viva, ni se quitaron el sombrero”, en palabras de Hilarión Sancho en sus diarios curiosos de Valladolid (1807-1849). El Emperador se instalaría en el Palacio Real, permaneciendo hasta el día 17 del mismo mes, convirtiéndose Valladolid durante 11 días en la capital oficiosa del Imperio, desde donde Napoleón despacharía numerosas cartas y despachos de gobierno.