El retrato fue, sin duda, el género más cultivado. Por encargo o cuenta propia, los fotógrafos pioneros nos dieron su personal visión de las personas que inmortalizaban, captando su alma en gabinetes o ferias. Además del retrato se recogieron escenas domésticas, actos familiares (bautizos, matrimonios, muertes en actitud de dormido) y celebraciones sociales (inauguraciones, banquetes, bailes, carnavales, representaciones teatrales…).