Tradicionalmente, poderosos y corporaciones poseyeron representaciones de los monarcas, pero es en las décadas centrales del siglo XIX cuando la fotografía acerca este gusto al público burgués. Ahora, aristocracia y burguesía competirán por coleccionar sus fotos, compradas en tenderetes de feria y gabinetes urbanos o dedicadas de puño y letra por los miembros de la Dinastía reinante o bien de los pretendientes carlistas.