Número de inventario: 8586. Palencia.
Cobre, hierro. 74 x 29 x 8 cm.
La excepcionalidad de este calientacamas radica en la singularidad de su decoración. Generalmente, este tipo de objetos se embellecían con adornos calados y/o punteados representando motivos florales y/o vegetales como rosetas, jarrones, macetas, etc. Este ejemplar presenta en la tapa un relieve con la escena del sacrificio de Isaac, un referente constante en el mundo artístico-literario inmortalizado en múltiples ocasiones a lo largo de la historia. Ya en el siglo III se constata su representación en la catacumba romana de Priscila, como apuntan C. Leonardi, A. Riccardi y G. Zarri (2000: 50-51).
Como muestra de la obediencia del patriarca, Dios pide a Abraham que sacrifique a su único hijo legítimo. Cuando se dispone a degollarlo, interviene un ángel para impedírselo, y en su lugar se sacrifica un carnero. Dicha historia, cargada de un complejo simbolismo, se encuentra ligada a la religión antigua y ocupa un lugar excepcional en los tres grandes monoteísmos. Para el judaísmo, la figura de Abraham exalta la sumisión absoluta a la voluntad de Yavé, para el cristianismo es la prefiguración del sacrificio de Cristo encarnado, mientras que el islam lo considera el primero de los “sumisos” de Dios (J. Sureda i Pons, 1955: 166).
El carnero inmolado en lugar de Isaac representa a Cristo crucificado. Algunos estudios de simbología han identificado la zarza donde enreda los cuernos con la cruz, mientras que las espinas de la zarza representarían la corona de espinas del Hijo de Dios (J. Sureda i Pons, 1955: 166). Tradicionalmente, en las celebraciones religiosas se solía ofrecer el sacrifico de un animal astado en señal de acción de gracias al Señor. Esta celebración entronca con las prácticas prehistóricas de descuartizamiento que también se narran en la Biblia. En el Génesis, se alude al pacto sellado entre Dios y Abraham tomando como garantía animales divididos en trozos. El ejecutor del pacto era rociado con la sangre del animal, que desempeñaba un papel fundamental en el sacrificio ya que el plasma sanguíneo constituía el elemento vital, como señala C. Delgado Linacero (1996: 205).
ABCR