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Recorrido Histórico. Patrimonio Mundial

España es el cuarto país del mundo con mayor número de bienes declarados por la Unesco como Patrimonio Mundial. El dato es elocuente respecto a la riqueza y la variedad de la cultura española y de su biodiversidad. Una cultura, además, abierta al mundo, que no ha dejado de enriquecerse con nuevas aportaciones a lo largo de su historia y que se ha proyectado, a su vez, sobre la otra orilla del océano: América. El repaso de todos y cada uno de los bienes españoles Patrimonio Mundial constituye una inmejorable guía para trazar el recorrido de la cultura española pasada y presente.

Desde la Prehistoria hasta la actualidad, la cultura española ofrece una riqueza y una densidad extraordinarias. Este recorrido histórico por los bienes declarados por la Unesco como Patrimonio Mundial es un excelente testimonio de las principales épocas, culturas y espacios naturales de nuestro país.

Espacios naturales

España cuenta con diversos escenarios naturales declarados por sus excepcionales cualidades y que destacan por su valor intrínseco pero también por haber interactuado profundamente con la historia de la zona en que se ubican.

Uno de ellos es el Parque Nacional de Doñana, en Andalucía, sin duda el parque natural más importante de Europa. Situado en el estuario atlántico del río Guadalquivir, no lejos de él floreció también la primera civilización desarrollada de la Historia de España: el reino de Tartessos, que durante los dos milenios anteriores a nuestra era ejerció su influencia sobre el litoral mediterráneo.

Otro escenario natural de indudable relieve histórico es Ibiza, en el archipiélago balear: la isla no sólo ofrece un excelente ejemplo de interacción entre los ecosistemas marino y litoral (su pradera submarina de posidonia oceánica es la mejor conservada de Europa), sino que además nos ha legado testimonios arqueológicos del periodo fenicio y cartaginés de valor incomparable, que testimonian de la interacción del ser humano con su entorno.

En La Gomera, el Parque Nacional de Garajonay custodia una comunidad vegetal que sobrevivió a las glaciaciones del terciario y se ha mantenido en sus condiciones originales. Por su parte, el Parque Nacional del Teide, en la isla de Tenerife, concentra un rico y variado conjunto de formaciones volcánicas espectaculares.

A caballo entre Francia y España se encuentra el paraje de Pirineos-Monte Perdido. Este bien, compartido entre dos países, no sólo alberga una riquísima biodiversidad en un entorno de gran belleza natural, también constituye un ejemplo de primer orden de los modos de vida ligados a los pastores de montaña, tradiciones y conocimientos que aún perduran en muy pocos lugares de Europa.

Prehistoria y Protohistoria

El bien cultural más antiguo de España es tan viejo como la humanidad: se trata de los yacimientos arqueológicos de Atapuerca, en la provincia castellana de Burgos, donde los investigadores han hallado restos paleontológicos que han revolucionado la cronología de la especie humana. La irrupción del "Homo Antecessor" en la Península Ibérica, hace un millón de años, precede a la aparición del "Homo Sapiens Sapiens", la forma más primitiva de la especie humana. Desde entonces, y a lo largo de milenios, restos fósiles de distintas etapas de la humanidad se han ido acumulando en ese rincón de la sierra de Burgos. El tesoro de Atapuerca constituye el más antiguo vestigio de presencia humana en Europa.

Algo más al norte, en las montañas de Cantabria, a pocos kilómetros del mar, encontramos el primer tesoro propiamente artístico de la península: las pinturas rupestres de Altamira, justamente denominadas "la Capilla Sixtina del arte rupestre". Durante los periodos auriñacense, solutrense y magdaleniense hubo allí hombres que nos han legado su particular visión del mundo a través de pinturas que aún hoy conservan toda su capacidad de sugestión. En la actualidad un nuevo museo, dotado con la tecnología más avanzada, ha permitido recrear todas esas joyas en las mejores condiciones de calidad científica y estética. En el año 2008, una serie de cuevas de la Cornisa cantábrica fueron incorporadas a este bien, dado que todas ellas ofrecen un panorama más completo y coherente de la presencia humana en esta área durante el Paleolítico.

El yacimiento de Siega Verde, en la provincia de Salamanca, constituye una extensión de los yacimientos portugueses del Valle del Côa (inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial 1998), ya que los dos representan el conjunto de arte rupestre paleolítico al aire libre más relevante de la Península Ibérica. Ambos lugares ilustran de manera excelente los temas iconográficos del arte rupestre paleolítico, lo cual contribuye a una mejor comprensión de estas manifestaciones artísticas grabadas en la piedra. Juntos constituyen un testimonio excepcional de las formas de vida, la economía y la espiritualidad en los primeros momentos del desarrollo cultural del ser humano.

Del Paleolítico superior data otro tesoro declarado Patrimonio Mundial: el arte rupestre del Arco Mediterráneo de la Península Ibérica, bien integrado por más de setecientos abrigos rupestres. Sin lugar a dudas, esta bien constituye el grupo de pintura rupestre más importante de toda Europa y ofrece, a través de unas manifestaciones únicas por su estilo y su temática, un panorama excepcional de la vida humana en un periodo fundamental de la evolución cultural.

Salto de línea Hispania Romana y visigoda y culturas insulares

Tras la intensa presencia de fenicios, griegos y cartagineses, la actual España nació como unidad administrativa con la ocupación romana, a partir del siglo I a. C., y se prolongó durante más de cuatrocientos años. Junto al derecho, la lengua latina, las portentosas infraestructuras, la literatura, el arte y una larga serie de aportaciones, el Imperio Romano dotó a España de una vasta urdimbre civilizadora que vertebró a los pobladores originales, celtas e íberos, y que hoy sobrevive en forma de vestigios arquitectónicos y artísticos. Cinco de ellos han sido declarados Patrimonio Mundial por su excepcional belleza y su excelente estado de conservación.

El primer centro administrativo y mercantil de Roma en suelo español fue la ciudad de Tarraco, la actual Tarragona, en Cataluña. Tárraco fue sumamente importante para el desarrollo urbanístico y estético de su tiempo, y sirvió de modelo para otras capitales en el resto del mundo romano. Su conjunto arqueológico nos ofrece un testimonio elocuente de lo que la romanización significó para la Península Ibérica.

Como nos lo ofrece otro gran conjunto arqueológico: el de Emérita Augusta, hoy Mérida, capital de Extremadura. Emérita Augusta, fundada en el año 25 a. C., fue capital de la provincia romana de Lusitania y hoy ofrece al visitante restos muy completos en buen estado de conservación: no sólo un gran puente y un excepcional sistema de suministro de agua, sino también un anfiteatro, un teatro y un enorme circo. Esos restos siguen vivos en la Mérida de hoy, cuyo Festival de Teatro Clásico vuelve a dar voz al gran teatro grecorromano, recordando así el tiempo en que la Hispania romana produjo un talento universal: Séneca.

Roma tuvo también un importante desarrollo económico y una floreciente industria. Esas actividades dejaron en España un testimonio impresionante: las minas de Las Médulas, en León, en el noroeste de nuestro país, cuyos yacimientos de oro fueron explotados mediante la canalización de las aguas, produciendo un paisaje espectacular.

Otra obra de ingeniería singularmente importante es el Acueducto romano de Segovia, que se mantiene en perfecto estado de conservación y que da a esa ciudad castellana una imagen inconfundible. En Segovia el acueducto se une con la excepcional belleza de la ciudad medieval, su barrio moro y su barrio judío, su catedral gótica y su alcázar; todo ello declarado Patrimonio Mundial por la importancia del conjunto.

En Galicia se conservan dos relevantes ejemplos de la técnica constructiva romana: La impresionante Muralla de Lugo, el recinto amurallado del Lucus romano, ha sobrevivido intacto al paso de los años y está considerado como la fortificación romana más importante y mejor conservada de la Europa occidental, mientras que la hoy conocida como Torre de Hércules es el único faro de origen romano que ha mantenido su función de modo prácticamente constante hasta la actualidad.

El epílogo de la Hispania romana se escribió en una ciudad que fue, a la vez, prólogo de la España visigoda: Toledo. Con la caída del Imperio Romano y la institución del reino visigodo en España, esta ciudad de la actual Castilla-La Mancha pasó a convertirse en capital del nuevo estado. En aquella España visigoda surgirá una obra cumbre: la de Isidoro de Sevilla. Y Toledo, siglos después, continuará gozando de un puesto de privilegio como testigo de nuestra historia: tras la caída de los visigodos, será fortaleza del Emirato de Córdoba; después, puesto avanzado de la España cristiana en lucha contra el Islam, y posteriormente sede del poder supremo bajo el reinado de Carlos V. En esta ciudad alumbraron sus obras genios del arte universal como El Greco. En sus calles se acumulan obras maestras de dos milenios y de varias culturas. Durante la Edad Media, la coexistencia del judaísmo, el cristianismo y el Islam favoreció un clima de tolerancia que influyó extraordinariamente el desarrollo de cultural de la ciudad. Episodios como el de la Escuela de Traductores de Toledo son inseparables de esa atmósfera singular.

Antes de la llegada de los árabes, aún en la España goda, se construyó un monasterio de singular importancia para nuestra cultura: San Millán de Suso, en La Rioja, fundado por el santo a mediados del siglo VI. Aquí, en San Millán de Suso, se escribieron los primeros textos en lengua castellana y cuna del actual español. Aquí se conservan también algunos de los vestigios escritos más antiguos de la lengua vasca. Y aquí escribirá sus versos Gonzalo de Berceo, el primer poeta de la historia de nuestra lengua. Al Monasterio de San Millán de Suso se unirá mucho más tarde, en el siglo XVI, un nuevo edificio: San Millán de Yuso. El conjunto de ambos ofrece una singular mezcolanza de elementos mozárabes, visigodos, medievales, renacentistas y barrocos. Una síntesis de mil años de Historia de España.

En un contexto insular, el archipiélago canario recibe oleadas de pobladores bereberes del norte de África desde el siglo I de nuestra era. Destaca entre estos pueblos aborígenes la cultura Amazig, que se establece en la isla de Gran Canaria hasta el siglo XV.

Entre la Cristiandad y el Islam

Desde el siglo VIII, y hasta la toma final de Granada en 1492, España vivió largos siglos de guerra salpicada de paz y de paz salpicada de guerra entre la cristiandad y el Islam. La invasión árabe del año 711 pronto cubrió casi toda la península, desplazando a los visigodos que prolongaban la herencia hispanorromana. Aunque no toda España quedó islamizada, las aportaciones culturales árabes imprimieron sobre nuestras tierras una huella que hoy sobrevive en forma de monumentos de singular belleza. Y paralelamente, en progresivo descenso desde el norte, se iba construyendo un medievo cristiano cuyos vestigios conviven hoy con los del Islam en la lista de lugares Patrimonio Mundial.

El primer vestigio árabe, desde el punto de vista cronológico, es el centro histórico de la ciudad andaluza de Córdoba. El esplendor cordobés comenzó en el siglo VIII: la ciudad, con trescientas mezquitas e innumerables palacios y edificios públicos, rivalizaba en opulencia con Constantinopla, Damasco y Bagdad. En torno a la Gran Mezquita creció una civilización que convirtió al califato de Córdoba en faro del arte occidental musulmán durante la Edad Media. Y en esta Córdoba escribirán dos grandes pensadores aristotélicos: el médico musulmán Averroes y el pensador judío Maimónides.Salto de línea Mencionaremos también el Palmeral de Elche un paisaje construido durante siglos mediante elaborados sistemas de riego, que comenzaron los romanos y los fenicios y luego, a gran escala, extendieron los árabes, y que representa un ejemplo notable de paisaje típicamente islámico trasladado desde África hasta Europa.

Por su parte, la Sierra de Tramontana, en el norte de la isla de Mallorca, es la mayor alineación montañosa de la misma. En su territorio se despliega un singular paisaje cultural, fruto de la labor de generaciones enteras que han construido un sistema agrícola basado en el cultivo del olivo y la huerta mediante ingeniosos sistemas de terrazas y canales que ayudan a sacar el máximo provecho de un territorio duro y escarpado. Este paisaje es fruto de la combinación del Islam y de Occidente, donde las múltiples influencias de diversas culturas mediterráneas armonizan con su entorno natural.

Paralelamente, en el pequeño reino de Asturias, en el norte cantábrico del país, los herederos del viejo reino visigodo reconstruían la supervivencia del cristianismo frente al sur islamizado. A su calor, y en torno a la ciudad de Oviedo, nació un estilo arquitectónico singular, distinto del arte paleocristiano y del estilo carolingio: el prerrománico asturiano, que influiría decisivamente en la arquitectura medieval de la España cristiana. La resistencia asturiana logró que el norte de España quedara al margen del dominio musulmán.Y a lo largo de ese norte peninsular nació, como una columna vertebral, un camino que se convirtió en símbolo de la oposición entre el Islam y la cristiandad: el Camino de Santiago, ruta de la peregrinación desde la frontera francesa hasta la ciudad de Santiago de Compostela, en Galicia, y que se convertiría en uno de los más importantes fenómenos de la historia medieval. El camino, que jugó un papel decisivo para el intercambio cultural entre la Península Ibérica y el resto de Europa durante la Edad Media, alberga alrededor de 1.800 edificios, tanto religiosos como seculares, de gran valor histórico. La meta del camino, Santiago de Compostela, constituye una de las zonas urbanas más bellas del mundo, con su acumulación de edificios románicos, góticos y barrocos. La catedral, presidida por el impresionante Pórtico de la Gloria, aún es hoy centro de peregrinación para millones de personas de todo el mundo.

Y si esto ocurría en el norte cantábrico de España, en el norte pirenaico tenían lugar otros movimientos culturales de singular relieve. El Pirineo, lejos de ser frontera, se convertía en puente de intercambio cultural. El Valle del Boí, en la provincia catalana de Lleida, veía el desarrollo del arte y la arquitectura románica en una sucesión de iglesias que inspiran admiración en un entorno natural de gran belleza.

Algo más al sur, en Tarragona, surgía el Monasterio de Santa María de Poblet, un formidable complejo que fue a la vez iglesia, abadía cisterciense, fortificación militar, residencia palatina y panteón real donde hoy descansan los restos de los reyes de Aragón, la Corona bajo la que fueron agrupándose los territorios orientales de la península en este periodo de la Historia de España, y de cuya unión con la Corona de Castilla nacería, siglos más tarde, la España moderna. Ese reino de Aragón brindará grandes nombres a la literatura, como Ramón Llull o Ausías March. Ese lento descenso hacia el sur, que recibió el nombre de Reconquista, fue dejando tras de sí una larga estela de monumentos donde la arquitectura militar se une con la religiosa.

En la castellana Ávila, fundada en el siglo XI, admiramos la gran muralla (82 torres semicirculares y 9 puertas) y su catedral gótica, que presiden esta ciudad ligada al misticismo de Santa Teresa.

En Cuenca, construida por los árabes y reconquistada por los castellanos en el siglo XII, descubrimos la primera catedral gótica de España y las famosas casas colgantes sobre los acantilados del río Huécar, en una ciudad que ilustra perfectamente el modelo de villa fortificada emplazada en una zona defensiva natural.

En el oeste de la península, en Cáceres, los testimonios de la guerra entre árabes y cristianos se sobrepusieron a los precedentes vestigios romanos para alumbrar una ciudad completamente singular, embellecida por influencias árabes, gótico-septentrionales y renacentistas. La guerra se proyecta sobre la creación literaria: en Castilla se compone el "Cantar de Mío Cid", y en Navarra, el "Cantar de Roncesvalles". Pero no todas las huellas fueron de guerra: también las hubo de paz. Uno de los más bellos ejemplos es la arquitectura mudéjar, en el sur de Aragón: tanto sus cuatro torres como las iglesias cristianas de los siglos XII y XIII, que utilizaron la estructura y la decoración de los minaretes almohades, son testigos de una época en la que cristianos, árabes y judíos pudieron convivir en armonía.

El último dominio musulmán en la península fue el reino nazarí de Granada, en Andalucía. Testimonio excepcional de la España musulmana de los siglos XIII y XIV, la fortaleza de la Alhambra, los jardines del Generalife y el barrio residencial del Albaicín constituyen un ejemplo único de la arquitectura arábigo-española. Granada fue conquistada por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492. Es el año en que Antonio de Nebrija codifica por primera vez la lengua castellana, que cobra así carta de naturaleza propia y se emancipa del latín. Y aquel mismo 12 de octubre de 1492, tres naves españolas descubrían un nuevo continente: América. A partir de entonces, la cultura española será incomprensible sin su proyección americana.

Puerta de Europa y de América

El mayor yacimiento de testimonios escritos de la América hispana es el Archivo de Indias, en Sevilla. Este archivo fue en su día lonja. Situada junto a la Catedral y el Alcázar, estos tres monumentos constituyen un complejo único donde se funden la civilización almohade y la cultura cristiana entre los siglos XIII y XVI. El antiguo minarete hoy conocido como la Giralda es una obra maestra de la arquitectura almohade, que servirá de modelo para numerosas torres en España y en América. La catedral es el edificio gótico más grande de Europa y el espacio elíptico del Cabildo es una de las obras más bellas del Renacimiento. La referencia americana es permanente: en la catedral se encuentra el sepulcro de Cristóbal Colón; en la Sala de los Almirantes se proyectó la circunnavegación del globo por Magallanes y Juan Sebastián Elcano.

América está también presente en otro gran monumento religioso, éste en Extremadura: el Monasterio de Guadalupe. Construido y enriquecido a lo largo de cuatro siglos, el monasterio simboliza los dos grandes acontecimientos de 1492: la reconquista de la península por los Reyes Católicos y el descubrimiento de América. La famosa imagen de la Virgen de Guadalupe se convertirá en uno de los símbolos más representativos de la evangelización del Nuevo Mundo. Una evangelización que dará además rasgos singulares a la presencia española en América: las ideas filosóficas de teólogos como Vitoria y Suárez plantearán por primera vez en la historia los derechos inherentes a la población autóctona de las nuevas colonias.

La evangelización va acompañada del arte. La arquitectura y el urbanismo de Úbeda y Baeza será llevada a América a través del tratado de cantería de Andrés de Vandelvira, el gran arquitecto de estas dos maravillosas ciudades de Jaén, y de los canteros, rejeros y alfareros que viajan desde el primer momento a construir las catedrales del Nuevo Mundo.

Navegando hacia occidente a través del Atlántico, en las Islas Canarias hay otro testimonio histórico que sigue fascinando a los visitantes: la ciudad de San Cristóbal de la Laguna, construida entre los siglos XVI y XVIII. Fue la primera ciudad colonial española no fortificada. Su trazado, amplio y espacioso, servirá de modelo para muchas ciudades coloniales de América.

Con el descubrimiento de América comienza el comercio con el nuevo continente y la explotación de sus recursos. Entre los bienes provenientes de América más preciados se encuentra la plata, cuya amalgamación se realizaba con el mercurio obtenido de las antiguas minas de Almadén. La producción de las minas de Almadén fue complementada, durante siglos, con la de las minas de Idrija (Eslovenia).Salto de línea Contemporánea de Guadalupe es la Catedral de Burgos, en el norte de Castilla. Su construcción comenzó en el siglo XIII, al mismo tiempo que las grandes catedrales de Francia, y concluyó en los siglos XV y XVI. Burgos difundió el gótico francés del siglo XIII por toda España; en su taller nació una de las escuelas más prósperas e internacionales de la Edad Media. Una vez concluida, su interior ofrece al visitante una riqueza única: retablos, coros, sillerías, vitrales... y tumbas que evocan con insistencia la Reconquista, como las del Cid y doña Jimena o la del rey San Fernando. En esa ciudad de Burgos se imprimirá por primera vez, en 1499, una de las grandes contribuciones de la literatura española a la cultura universal, "La Celestina", de Fernando de Rojas.

Pero aquella España que miraba hacia América miraba también, simultáneamente, hacia Europa. No sólo el emperador Carlos extendía sus dominios sobre buena parte del continente. Es que, además, la proyección mediterránea de la antigua Corona de Aragón sobrevivía tras su fusión con Castilla gracias a la intensa actividad comercial de sus plazas. Y el testimonio más hermoso de aquella pujanza comercial es la espectacular Lonja de Valencia, un edificio de estilo gótico tardío construido entre los siglos XV y XVI. Es la Valencia en la que nacerá uno de los grandes humanistas del Renacimiento español, Juan Luis Vives.

Prácticamente en las mismas fechas nacía una de las primeras ciudades universitarias del mundo: Alcalá de Henares, cerca de Madrid. Fundada por el cardenal Cisneros, príncipe de la política y de la Iglesia, Alcalá va a ser un modelo de comunidad urbana ideal que será exportado a diversas universidades europeas y que los misioneros españoles trasladarán a América. En esa Alcalá renacentista y erudita nacerá años más tarde una obra esencial de la cultura española, el "Don Quijote de la Mancha" de Miguel de Cervantes Saavedra.

Y el siglo XVI, que se abre con la construcción de Alcalá, se va a cerrar con otra obra de singularidad asombrosa: el Monasterio de El Escorial, en la sierra madrileña. Su arquitectura severa, alejada de estilos anteriores, define con expresividad el espíritu de la España de Felipe II. Monumento votivo ejemplar y refugio de un rey místico, El Escorial sería durante años el centro de mayor poder político del mundo. Ese mismo siglo XVI ve aparecer en las letras otras formas completamente singulares de misticismo: las obras de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, y una música de fuerte carácter religioso, la de Victoria y la de Cabezón.

Será en este prolífico siglo XVI cuando Aranjuez, al sur de Madrid, adquiera el estatus de Real Sitio, destacando no sólo por ser una de las mejores ciudades barrocas de España, sino por constituir un complejo paisaje cultural en el que se ubica un conjunto natural de gran valor que fue concebido por la familia real como jardín de estilo francés y mantenido y ampliado durante siglos.

A mediados de ese mismo siglo XVI, el Paseo del Prado y posteriormente el Parque del Retiro, se introducirá por primera vez un espacio natural en el corazón de un entorno urbano para que sus habitantes, sin distinciones sociales, pudieran disfrutar de la naturaleza dentro de los límites de la ciudad. El Paseo del Prado se convierte en el primer paseo arbolado en una capital europea, convirtiéndose en prototipo de las alamedas urbanas al generar un espacio que permitía el ocio y el esparcimiento en contacto con elementos naturales.Salto de línea España alcanzó su momento histórico de máxima expansión en el periodo subsiguiente. El siglo XVII es, en la Historia española, el Siglo de Oro: al Cervantes del Quijote se suman nombres como Quevedo, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Góngora... Es el siglo que Velázquez inmortaliza en sus telas. Pero se avecinan cambios radicales para España. Y el siglo en el que nuestra cultura aporta a la cultura universal otra figura indeleble: la de don Juan a través del "Burlador de Sevilla" de Tirso de Molina. Pero, a partir de esa época, los movimientos del mundo moderno irán generando otro tipo de dinámica que marca para nuestro país un camino distinto. También en la cultura. En el plano político ese momento viene marcado por el cambio de dinastía: de los Austrias a los Borbones.

La ilustración y el modernismo

Con el advenimiento de los primeros Borbones el panorama artístico de nuestro país sufre un cambio profundo. Surge un nuevo estilo cuyo ejemplo más célebre es la barroca Plaza Mayor de Salamanca, obra de la dinastía de artistas Churriguera. Esta plaza mayor es, en realidad, la última joya sobre una ciudad que resume por sí sola varios miles de años de Historia de España: colonia cartaginesa en el siglo III a. C., ciudad romana, ciudad árabe, reconquistada en el siglo XI, Salamanca albergó en 1250 una de las primeras universidades de Europa y luego verá nacer formas singulares de arte renacentista y barroco. El estilo churrigueresco, impulsado por arquitectos, decoradores y escultores procedentes de Cataluña, nace aquí en el siglo XVIII y saltará a América como una forma específicamente hispana de entender el barroco. También Salamanca es a la vez puerta hacia América y puerta hacia Europa.

El XVIII español, rico en creaciones culturales, aquí escribirá Boccherini la mayor parte de su música, es, ante todo, el siglo de la ilustración científica y técnica: nunca como en ese momento estuvo nuestro país tan orientado hacia lo que en la Europa de entonces se llamó "libido sciendi". Aquella política ilustrada, materializada en autores como Jovellanos, abrió un vasto programa reformista que pudo haber impulsado de manera definitiva una forma específica de modernidad. Tales expectativas quedaron frustradas por la invasión napoleónica y la atroz guerra desatada en todo el país. Atrocidad que, sin embargo, será sublimada en arte por un genio universal: Francisco de Goya. La personalidad de Goya, cuya extensa obra puede admirarse en el Museo del Prado, representa con fuerte expresividad el paso del sereno siglo XVIII al torturado siglo XIX, época de permanentes convulsiones políticas y sociales. Es el siglo que verá el romanticismo de Espronceda, Larra o Bécquer, y que se cerrará con la novela social de Galdós o Clarín.

El impulso técnico de la modernidad hallará una expresión singular en la cultura española: el vanguardismo arquitectónico catalán de finales del siglo XIX y principios del XX. Dos conjuntos declarados Patrimonio Mundial, ambos en Barcelona, así lo manifiestan. Uno de ellos es obra de un solo autor: Antonio Gaudí, que creó un estilo ecléctico y personal capaz de conferir nuevo espíritu a toda una ciudad. La Barcelona de Gaudí (el Parque Güell, el Palacio Güell, la Casa Milà) enlaza con las ciudades-jardín ideales soñadas por los urbanistas de finales del siglo XIX y su estilo influirá enormemente en el desarrollo del arte contemporáneo, especialmente a través de Picasso y Miró.

Y el otro conjunto también tiene autor: se trata de Lluís Domènech y Montaner, el arquitecto del "art nouveau" catalán, que con el Palau de la Música Catalana y el Hospital de Sant Pau va a ejercer una influencia determinante en las vanguardias arquitectónicas de todo el siglo XX español.

Sin abandonar el siglo XIX hay que destacar la magnífica obra de arquitectura civil e industrial diseñada por Alberto Palacios: el Puente de Vizcaya. Este puente trasbordador, inaugurado en 1893 y declarado Patrimonio Mundial en 2006 por UNESCO, es un magnífico ejemplo de cómo la creatividad humana ha influido, e influye, en la historia de la técnica y estética de la humanidad. Todo ello sin olvidar la finalidad funcional para la que se ideó el puente claramente influido por la filosofía constructiva del diseñador de la Torre Eiffel y la utilización de nuevos materiales, como el hierro, para cubrir las nuevas necesidades del mundo contemporáneo.

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