La Catedral de Braga está considerada como un centro de irradiación episcopal, mereciendo la archidiócesis bracarense una mención especial en la historia de Braga. Creada en el siglo III, la archidiócesis tenía jurisdicción sobre todos los obispados de la Provincia hispanorromana Gallaecia, celebrándose en ella varios concilios, como el de 563, que condenó como herejía el priscilianismo. Siglos después, la invasión musulmana supuso su desaparición, resurgiendo en 1070, año en el que se supone la restauración de la catedral, de la que no se conservan vestigios. Los conflictos con las autoridades eclesiásticas de Santiago de Compostela no impidieron la construcción de una catedral cuya historia se remonta a la obra del primer obispo, Pedro de Braga. Tras ser destruida por un terremoto en 1135, la catedral sería reedificada hasta convertirse en uno de los más importantes templos del románico portugués y en el principal monumento de la ciudad. En esta catedral se encuentran las tumbas de Enrique de Borgoña y su mujer, Teresa de León, así como de los condes de Condado Portugalense, padres del rey Alfonso I de Portugal.