Miguel de Cervantes vive en uno de los momentos más apasionantes de la historia de España. Nacido durante los últimos años del imperio de Carlos V, el escritor vivirá el esplendor de la Monarquía Hispánica y el inicio de su decadencia.
Su presencia en Roma le hará partícipe del bullicio artístico y literario de la ciudad de los Papas. Vivirá en Nápoles y Sevilla, por aquel entonces las ciudades más populosas de Europa y será testigo de la batalla de Lepanto, un hito en la lucha del cristianismo contra la amenaza del Imperio otomano.
Son años en los que la Corte se establece definitivamente en Madrid (así lo había establecido Felipe II en 1561) y el propio Cervantes querrá participar de ese aparato burocrático que en la ciudad se irá tejiendo alrededor del monarca. Vivirá los entresijos y conflictos entre los diferentes círculos cortesanos, las intrigas palaciegas y los murmullos en los mentideros de la villa de Madrid.
También vivirá el autor el traslado de la Corte a Valladolid entre 1601 y 1606 bajo el reinado de Felipe III y a instancias del duque de Lerma. Él mismo se desplazaría allí junto a su madre y hermanas y, junto a la Corte, regresaría a Madrid, donde ya fallecería, habiendo vivido una época apasionante jalonada, además, por acontecimientos como las revueltas en los Países Bajos, el desastre de la Armada Invencible o la expulsión de los moriscos.