El privilegio rodado toma su nombre de la característica rueda, que no es sino el signum regis vistosamente dibujado. No obstante, esta clase de diplomas cuenta con otros elementos que le han ido dando su aspecto definitorio: algunos de ellos fueron incorporados inicialmente por la cancillería alfonsí; otros adquirieron durante este período una forma madura que se mantendría, con pocas variaciones, hasta la extinción de este tipo documental durante el reinado de los Reyes Católicos.
El crismón o monograma de Cristo constituye una invocación simbólica a Dios-Jesucristo, de quien el rey recibía su autoridad. Contiene las letras griegas xi (X) y rho (P) entrelazadas, más la sigma (S) en alusión a las iniciales del nombre de Cristo: Χριστός. El crismón incluye además el alfa y el omega, aludiendo a Cristo como principio y fin de todas las cosas.
Una de las más reseñables innovaciones de la cancillería alfonsí fue la introducción del romance castellano como lengua oficial de los documentos, en detrimento del latín. Hasta esa fecha el castellano era tenido como una lengua oral, inadecuada para la expedición de documentos oficiales. La escritura de estos documentos, gótica de tipo redondo, será siempre cuidada y muy caligráfica, llegando a adquirir un estilo peculiar durante el reinado del rey Sabio al que denominamos letra de privilegios.
En el período alfonsí las armas del reino, la cruz florenzada, aparecen en el campo de la rueda, inscritas en dos círculos concéntricos. En el circulo interior figurará la suscripción del monarca “signo del rey don alfonso”; en el exterior las del mayordomo y alférez de la Casa Real, con sus nombres y apellidos. Las mayores modificaciones del período fueron la aplicación de la policromía en el signo rodado y el aprovechamiento de los cuarteles formados por los brazos de la cruz para introducir nuevas figuras heráldicas: el león y el castillo, con una disposición contracuartelada. Esta última innovación se observa con mayor frecuencia a durante el reinado de Sancho IV (hijo de Alfonso X).
Flanqueando al signo rodado aparecen siempre cuatro columnas formadas por los nombres y cargos de las altas dignidades eclesiásticas y laicas de ambos reinos, que figuran como testigos de la expedición del documento, aunque no se hallasen de forma presencial.
Encima de las cuatro columnas figuran como confirmantes algunos miembros de la familia real y, en ocasiones, algunos señores, vasallos del rey, como los reyes de las taifas musulmanas o los partidarios ultrapirenaicos de la causa imperial de Alfonso X.
Esta se halla dispuesta, habitualmente, en el último renglón, donde figuran las personas de la cancillería que participaron en la elaboración del documento, como el canciller, los notarios y el escribano. Los privilegios de Alfonso X reflejan la especialización territorial que llevó a la aparición de tres oficinas dentro de la cancillería: una para León, otra para Castilla y una tercera para Andalucía. Cada una de ellas contó con su notario mayor, mientras que el título de canciller, ya plenamente honorífico, lo ocuparon hombres ilustres como el hermano del propio Alfonso X, el infante don Sancho, arzobispo de Toledo.
Fue el elemento de validación de los privilegios rodados, sin él, ningún documento, por espectacular que fuera su apariencia, tenía valor legal. El usado para este tipo documental durante el reinado de Alfonso X debía tener 50 mm de diámetro y pender de cordón de seda, en el anverso figuraba el emblema de Castilla y en el reverso el de León.
Aunque el sello de plomo de este privilegio no ha llegado hasta nosotros (como sucede con tantos otros), todavía podemos apreciar los huecos horadados (oculi) en el doblez inferior del documento (plica) de donde pendía el sello unido mediante hilo de seda.