El bluf que vino de América

A principios del pasado siglo ya se publicaban manuales que con descaro daban consejos para proyectar en sociedad la imagen deseada de uno mismo y sacar provecho de ello. Se trataba de hacer el bluf. Con motivo de El Día del Libro 2025 rescatamos del fondo bibliográfico del Centro Documental de la Memoria Histórica, muy rico en curiosidades, uno de estos manuales de autoayuda y superación personal, donde se define el bluf, se dan consejos y se explican los distintos ámbitos en los que se puede ejercer: en los negocios, en el matrimonio, en la caridad, en el veraneo, en los sentimientos…

En el siglo XXI las redes sociales han potenciado el postureo, la vida impostada y la imagen fake, esfuerzos todos ellos encaminados a conseguir la admiración del público. El objetivo último no es el ser sino el parecer.

Como suele ocurrir, llueve sobre mojado, y ya a principios del pasado siglo se publicaban manuales -aún no disponían de tutoriales en red- que con descaro daban consejos para proyectar en sociedad la imagen deseada. Se trataba de hacer el bluf. Una de estas publicaciones se conserva en la biblioteca del Centro Documental de la Memoria Histórica, procedente de los fondos bibliográficos que requisó el organismo franquista de Recuperación de Documentos durante la Guerra Civil y puede ser hoy día consultada por los ciudadanos.

En esta obra el autor pretende dar consejos de cómo darse pote, pero desde un enfoque moderno, lo cual, como suele ocurrir, requiere del empleo de un neologismo y en este caso se tomó del inglés bluff -engaño-, seguramente por remarcar su inspiración en la moderna sociedad norteamericana. Se trata de llevar a las distintas situaciones vitales la estrategia del jugador de cartas que usa el farol para acobardar y convencer a sus contrincantes. Actúa como si tuviera la jugada ganadora y, si lo hace con eficacia, logrará que se convierta en realidad, al provocar que los demás declinen la apuesta.

Su autor lo define en las primeras líneas del libro:

"Bluf es una palabra moderna que designa una cosa tan antigua como el mundo: el deseo, algunas veces pueril, pero a menudo legítimo, de impresionar al prójimo con apariencias, no de lo que somos, sino de lo que debiéramos ser, para inspirarle confianza, admiración o fe".

El autor intenta diferenciar el bluf de la mentira, insistiendo en que descansa en lo que él denomina de forma alambicada una amplificación nacida del deseo de aparentar lo que se quiere firmemente ser, y debe contar con la probabilidad de que la confianza del público la convierta en certeza. A lo largo de trece capítulos desgrana las herramientas para conseguirlo en las diferentes esferas de la vida.

Así habla del bluf del matrimonio, en el que los hombres faltos de recursos pero contando con un nombre ilustre, lo explotan como un anzuelo para "pescar" la hija de un millonario. También expone la estrategia del bluf financiero, que ha de basarse -considera el autor- "en la apreciación exacta del espíritu general y en el conocimiento del sentimiento público, que, sobre todo, estriba en el deseo de hacer un buen negocio que dé mucho dinero y pronto, exponiendo el capital mínimo". Para el autor, este bluf financiero se divide en América en dos categorías muy distintas: 1º) el gran bluf, que ha originado los trusts que han servido de base a las inmensas fortunas actuales. 2º) el bluf corriente, el que se practica sin la amplitud y grandes proporciones del anterior.

Esta obra peculiar, desactualizada en sus expresiones y temática, no deja de tener un trasfondo reconocible en algunos comportamientos que encontramos en nuestra sociedad. En cualquier caso, da pie para abordar desde diferentes puntos de vista, éticos e históricos, el tema de la opinión pública, la propaganda y la honestidad del individuo. Es una oportunidad también para analizar la evolución semántica de las palabras en nuestra lengua.

El término bluf, hoy ya en desuso, tuvo su aceptación en el primer tercio del siglo XX, con connotaciones normalmente peyorativas. Lo encontramos ya en la prensa española al menos en 1887. En el número del 20 de octubre de ese año del diario madrileño El Correo se narran los tejemanejes de una ciudadana francesa para conseguir la herencia de un joven millonario neoyorquino fallecido; el articulista informa de que ese comportamiento se denomina bluffer en Norteamérica. Pero además de usarse para los asuntos sentimentales, también se utiliza para los económicos. Pocos años más tarde, por ejemplo, en el ejemplar del 8 de febrero de 1906 del salmantino periódico El Castellano, se habla con ironía del trust y el bluf, comentando la aparición de una nueva "palabreja americana", el bluff, que supone "abultar las cosas y los acontecimientos, un arma como otra cualquiera: hincha, hincha una cosa y revienta". E incluso el periodista emplea su verbo derivado, bluffar.

Se incorporó finalmente también al terreno de la política. De esta forma se caracterizaba la escenografía y la verborrea de los dictadores de los años 30 o las noticias sin fundamento de los contrincantes políticos. Podemos encontrar frecuentes referencias al bluf en la prensa del Kiosco Digital de la Guerra CivilNueva ventana, como un elemento más del vocabulario periodístico, donde es frecuente tildar como bluf los comunicados del bando enemigo. El diario ugetista Claridad definía la muerte de unos periodistas extranjeros que habían sido invitados por el bando franquista para dar una irreal sensación de control del frente de Teruel como un "sangriento bluff" (Claridad, 1-1-1938Nueva ventana). Y el anarquista Baruta Vilà criticaba a los que creían que la moral en la retaguardia había decaído simplemente por no presenciar desfiles y el bluf y la propaganda a la americana (El Parapeto 7-8-1937Nueva ventana)

La expresión fue utilizada también en las manifestaciones literarias y artísticas. En 1933 se estrenó la comedia musical Der große Bluff, que se proyectó en los cines españoles con el título de El Gran Bluf, película dirigida por el alemán Georg Jacoby, producida en Berlín y basada en una obra de teatro de 1926.

El libro está firmado por Jonathan Dick y, aunque no figura fecha de edición, ya aparece publicitado en la prensa española del año 1919. No obstante, en los años de la Guerra Civil todavía circulaba y hay constancia de que uno de sus ejemplares formaba parte del fondo bibliográfico reunido por la Comisión de Bibliotecas de Santander para las bibliotecas de barriada (citado en El Cantábrico, 14 de octubre de 1936). Existe una edición francesa de 1912, Le Bluff: faut-il bluffer!, comment bluffer?, les avantages du bluff, les inconvénients du bluff, en la que también figura como traductor J. Disert. De su autor nada conocemos, aunque se presenta también como responsable de otra obra de esa misma colección: El arte de convencer en 15 lecciones según principios americanos, pero firmando en esta ocasión como John Dick. No hemos conseguido ningún dato biográfico sobre su persona; no descartamos que se trate de un bluf.

Alusiones al bluf en la prensa de la Guerra Civil

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