En las bibliotecas y domicilios requisados en esos años treinta de la Guerra Civil por las autoridades franquistas también encontramos la presencia significativa de literatura ocultista y espiritista, muchas veces relacionada con ambientes masónicos o teosóficos, pero también con entidades como el Centro Kardeciano de Alicante o con personas interesadas especialmente en el mundo esotérico y las experiencias extrasensoriales, como el caso del pintor Blanco Coris.
Están presentes en estas colecciones las teorías de hombres como el místico Emanuel Swedenborg o Éliphas Lévi, impulsor de la magia y el ocultismo en el siglo XIX, como lo fue el doctor Encausse, más conocido como Papus, obras sobre parapsicología o sobre magnetismo animal, a partir de los postulados de Franz Anton Mesmer y que ofrecían no sólo formas de una espiritualidad diferente sino a veces también propuestas curativas y de apoyo psicológico. Stefan Zweig lo denominó la curación por el espíritu. En el movimiento neozoroastriano Mazdaznan, fundado por Otoman Zar-Adusht Hanish, se atribuía a la respiración un importante valor para la salud personal; y William W. Atkinson desarrolló una prolífica obra, bajo su propio nombre o bajo pseudónimos, sobre el poder de la mente y de la voluntad, construyendo la corriente del Nuevo Pensamiento.
Dentro de estos movimientos pseudocientíficos, Allan Kardec desarrolló la ciencia espírita, con postulados que afirmaban la pluralidad de los mundos habitados y la existencia de médiums, personas dotadas de la capacidad de comunicarse con el más allá y los espíritus. Sus teorías fueron continuadas por Leon Denis y Gabriel Delanne y encontraron adeptos entre intelectuales como Conan Doyle, el famoso escritor de Sherlock Holmes, o Arthur Schopenhauer, quien dedicó alguna de sus obras al estudio de las ciencias ocultas.
En la escena española, el espiritismo también tuvo sus seguidores y propagadores, como Joaquín Huelbes Temprado o Miguel Vives, autor de una Guía práctica del espiritista, José María Fernández Colavida, fundador de la Revista Espiritista, el médico Víctor Melcior y Farrer o Quintín López, activo espiritista y traductor de obras como la novela ocultista Zanodi, de Edward Bulwer-Lytton. Una de las divulgadoras más importantes del movimiento espiritista fue la escritora Amalia Domingo Soler.
La fortaleza de los seguidores espiritistas en España se puso a prueba en 1888, año en que se celebró en Barcelona el primer congreso internacional sobre espiritismo, promovido por el Vizconde de Torres-Solanot y de nuevo en 1934 cuando la misma ciudad acogió el Quinto Congreso de la Federación Espiritista Internacional, constituida años antes con el objetivo de aunar experiencias y esfuerzos. Ese mismo año se promovió la creación del Ateneo Espírita de Madrid, con domicilio en la calle del Rollo, con el objetivo de fomentar el estudio teórico y práctico de la doctrina espírita, considerada como ciencia integral, como filosofía ecléctica y sincrética y como religión universal. Entre sus estatutos se establecen la figuras del bibliotecario y su adjunto, que forman parte de su Junta directiva; a su cargo quedaba el cuidado y fomento de la biblioteca, facilitando a los socios la lectura en el local social y llevando un índice de todos los libros, documentos y objetos confiados a su custodia.