“Hay verdades que no son para todos los hombres, ni para todas las ocasiones”
(Voltaire, 1694-1778)
Con esta máxima del filósofo e historiador francés, Voltaire, máximo exponente del siglo del pensamiento, conocido como Ilustración
, comenzamos nuestro documento del mes de agosto. Un tiempo aquél, testigo de las expediciones científicas más relevantes para la humanidad gracias a los nuevos conocimientos tan diversos y necesarios en materia de botánica, medicina, fauna, matemáticas y geología.
Los nuevos descubrimientos geográficos desde finales del siglo XVI abrieron paso a los avances tecnológicos junto a la apertura de redes comerciales alternativas a las antaño conocidas, base sobre la que se asentaba la riqueza de las naciones en disputa por el descubrimiento de nuevos territorios y recursos naturales para su explotación. En apenas dos siglos el mundo había sufrido una transformación de tal magnitud que no podía sustraerse de la esfera de las ideas y los diversos ámbitos del campo de la experimentación científica.
Figuras como las del sevillano, Antonio de Ulloa (Sevilla, 1716-1795) y el alicantino Jorge Juan
(Novelda, Alicante, 1713-1773), protagonistas de este documento del mes, representarán el espíritu y la vocación de reforma de la Ilustración española. La excelencia en la investigación científica y los avances en el campo de la geodesia, la náutica, las matemáticas y la descripción de la fauna y la flora de los territorios que recorrieron ambos personajes históricos bajo el patrocinio de la corona española, quedarán plasmados en diversos trabajos y publicaciones de gran relevancia para la Ciencia, como la obra objeto de este documento del mes que se conserva en la Biblioteca del Archivo General de Indias, las “Observaciones astronómicas, y phisicas hechas de orden de S.M. en los reynos del Perú” de Antonio de Ulloa y Jorge Juan, Madrid: Juan de Zúñiga, 1748.
En 1734 la Academia de las Ciencias de Paris patrocinó una ambiciosa expedición, que contó con el asesoramiento de figuras tan emblemáticas como el naturalista Jussieu y los reputados científicos franceses La Condamine, Godin y Bouger. El objetivo principal de la misión geodésica era medir la longitud de un arco de un grado del meridiano para conocer la verdadera forma de la Tierra y la exactitud de sus dimensiones. La provincia de Quito era el único lugar en el Ecuador donde esta medición era posible, pero los territorios pertenecían a España, siendo necesario solicitar permiso a las autoridades. El monarca Felipe V otorgó la licencia a los responsables franceses de la expedición, bajo la condición de incluir a dos jovencísimos y aventajados marinos españoles, Jorge Juan y Antonio de Ulloa.
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