Servicios al ciudadano Archivos
Dirección de Contacto
Subdirección General de los Archivos Estatales
Plaza del Rey, 1 - Planta Baja
28004 - Madrid
El occitano es la lengua romance que surgió como resultado de la evolución del latín en una extensa región que limita con los Alpes por el Este, con los Pirineos y el golfo de León por el sur, y con el golfo de Vizcaya por el oeste, mientras que al norte llega hasta el centro de la Francia actual. Su nombre deriva de la palabra “òc” que emplea como adverbio afirmativo, y convive desde antiguo con denominaciones territoriales como “lemosín”, “provenzal”, “gascón” o “aranés”, que reflejan su diversidad dialectal. Los rasgos lingüísticos la emparentan estrechamente con el catalán.
Durante la Edad Media fue una lengua prestigiosa: se cultivó desde temprano en textos jurídicos, y los trovadores la convirtieron en el cauce favorito de su literatura. Además, los movimientos de población a lo largo de rutas como el Camino de Santiago extendieron su uso a ciudades al sur de los Pirineos como Donostia/San Sebastián, Estella-Lizarra, Pamplona/Iruña o Jaca. Sin embargo, desde inicios del siglo XVI el occitano inició un rápido retroceso ante el francés, que lo reemplazó en los registros formales. El renacimiento literario del siglo XIX, de la mano del movimiento cultural llamado lo Felibritge, le devolvió parte del prestigio perdido, pero no revirtió su declive.
La lengua se sigue hablando en el sur de Francia, si bien su uso ha decaído hasta su práctica extinción en gran parte de ese territorio. Mantiene más vitalidad en Italia, donde se habla en algunos valles de los Alpes piemonteses, y especialmente en la Val d’Aran, en España. Este último es el único territorio donde se reconoce como idioma oficial con la doble denominación de “occitano” y “aranés”.
La documentación en occitano conservada en los Archivos Estatales corresponde, en su mayor parte, al periodo medieval, cuando la lengua alcanzaba sus mayores cotas de prestigio y se empleaba comúnmente en algunas ciudades al sur de los Pirineos. Algunos escritos fueron expedidos por los notarios de esas poblaciones, convertidas en islas lingüísticas hasta que terminaron por disolverse en el romance autóctono. Otros son la correspondencia que llegaba desde el sur de Francia a las cortes medievales ibéricas. Por último, unos pocos fueron escritos por las instituciones de la Val d’Aran en su lengua propia.