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El latín es un idioma indoeuropeo procedente del Lacio, la región del centro de Italia donde se encuentra la ciudad de Roma. La expansión militar del Imperio Romano y la aculturación de las poblaciones sometidas a él impuso su uso en un vasto territorio del sur de Europa. Allí evolucionó, con el paso de los siglos, hacia las lenguas de la familia “románica” o “romance”, como son el castellano o español, el catalán o valenciano, el gallego, el francés, el portugués, el italiano o el rumano, entre otras. Además, tanto la Iglesia Católica como las elites intelectuales occidentales mantuvieron su uso hasta épocas recientes en registros formales, normalmente escritos, y miles de estudiantes la siguen estudiando como lengua clásica.
El latín es la matriz de todas las lenguas de España, salvo del euskera (y aun este ha tomado de aquella un inmenso caudal léxico). A pesar de ello, tiene numerosos rasgos lingüísticos (declinación de palabras, tiempos verbales pasivos, orden de las oraciones) que hacen difícil su comprensión para quien carece de una formación específica.
Esta lengua predomina en los documentos más antiguos de los Archivos Estatales. En torno al siglo XIII empezó a dar paso a los diferentes romances peninsulares, y desde entonces su uso dependió de factores diversos, como son la cultura escrita de cada territorio, la formalidad del acto o las instituciones y personas involucradas. De manera general, puede afirmarse que la Corona de Castilla y León abandonó el latín antes que la de Aragón, los diplomas solemnes lo hicieron antes que los ordinarios, y la documentación laica antes que la eclesiástica. Hasta el siglo XVIII su utilización siguió siendo habitual.
Aquí se mencionan algunos de los fondos o agrupaciones de fondos de los Archivos Estatales donde pueden localizarse documentos abundantes en latín.