En la segunda mitad del siglo XIX triunfará la fotografía estereoscópica, consistente en una doble toma de cada fotografía. Una vez positivadas y copiadas en papel o cristal, eran contempladas en barracas de feria, con música de gramófonos u organillos, a través de unos visores especiales que les daban una sensación tridimensional. Decayeron con el cine.