La milenaria historia del vidrio ha sido escrita por hombres que han desarrollado el trabajo en condiciones duras, penosas muchas veces, con ambientes rudos, sofocantes y altamente peligrosos. Estas peculiaridades hicieron que la mujer, salvo algún caso aislado que ha trascendido, entrara en los talleres y fábricas de vidrio tardíamente, a partir del siglo XVII, en especial para ocuparse de su decoración.
En el siglo XX se comienza a verter otra mirada sobre el vidrio, más allá de lo utilitario y lo decorativo. El vidrio se usa también como soporte de obras de arte, desarrollando nuevas técnicas y métodos de trabajo más adaptados a la escultura. Con todo, no será hasta la segunda mitad del siglo XX cuando la mujer artista adquiera poco a poco relevancia.
En 1954 la pareja de artistas checos compuesta por Jaroslava Brychtová y Stanislav Libenský inicia su colaboración, que se mantendrá hasta la muerte de Libenský en 2002. La aportación del tándem Libenský-Brychtová a la escultura con vidrio fundido en molde permanece vigente todavía hoy, no solo en su larga lista de alumnos, sino en artistas de todo el mundo.
Por su parte, a principios de los años 60 arranca el Studio Glass que provocó una transformación radical. Es entonces cuando las artistas se incorporan plenamente al universo del vidrio, atraídas por la fascinación del material, sus posibilidades creativas, su poder plástico y estético.
Una vez liberada de los roles de género, la artista ejerce su labor en igualdad de condiciones que el hombre, entrando con fuerza en las instituciones museológicas y el mercado del arte.
Taller dirigido a público familiar (niñas y niños a partir de 6 años acompañados por personas adultas).
Ha sido propuesto como proyecto piloto para el Observatorio de Igualdad de Género en la Cultura.
Se trata de una pionera relectura crítica del patrimonio y de la historia para escuchar otras voces que, como las de las mujeres, han sido relegadas a un segundo plano, ofreciendo una revisión con carácter inclusivo. En este proyecto se presenta una relectura desde las casas museo, poniendo de relieve cómo los espacios domésticos fueron el escenario donde se desarrollaba la vida privada, se distribuían los roles, se asignaban espacios en función del género y de la clase social, especialmente en el siglo XIX y en el contexto burgués. Este era el espacio donde la mujer desempeñaba gran parte de su rol social como madre, educadora y garante de la imagen social de la familia a través de la casa. Resulta importante aplicar un enfoque interseccional en el estudio de las casas-museo, incorporando especialmente la categoría “clase” junto a la de “género”.