Número de inventario: 10270. Montehermoso (Cáceres).
Corcho, hierro, cuero. 31 x 16,5 cm.
El ser humano se ha servido de múltiples animales como compañeros de caza, bien sea dándoles el papel de colaborador o el de protagonista. Desde el lobo “transformado” en perro, y éstos ya domesticados, hasta las perdices enjauladas o animales menos conocidos como el hurón doméstico, criado en cautividad, han sido múltiples los que han acompañado a las personas en las correrías cinegéticas. No hay que olvidar que actualmente estos últimos animales han pasado a integrar la nómina de animales de compañía, aunque en número no muy elevado.
La variedad tipológica de los recipientes para trasladar el hurón es grande y, como ocurre en tantos casos, los materiales con que se fabrican se vinculan a la ecología de la zona. En algún caso, como sucede en Galicia, se recurre a cestos cilíndricos.
R. Violant i Simorra (1979: 102-103), en los años 30 del siglo pasado, subrayó que el mantenimiento del hurón era muy caro porque “se decía” que sólo comía sopas de pan con huevo. Además, señaló la diferencia de uso de estos animales en dos zonas limítrofes –el Pallars Sobirà y el Jussà– en función de la accidentada topografía del primero en relación con el segundo, lo que conducía a la poca presencia en aquél y a la amplia difusión en éste.
Como recoge M. D. Boza (2003: 331-334), la caza de conejos con hurón estuvo muy extendida en España, aunque sufrió diversas prohibiciones –que se constatan ya en 1804– o limitaciones, como ocurre en la actualidad en Aragón, Baleares o Canarias. El sistema de caza consistía en colocar redes en todas las salidas de la conejera, menos por la que se introducía al hurón que solía llevar un cascabel e ir con un bozal, para evitar que capturase a algún conejo y se demorase tiempo dentro de la madriguera mientras se lo comía. En algunas zonas había personas especializadas en hacer este tipo de trabajo, que recibían el apelativo de “bicheros” en alusión al “bicho”, término con el que era denominado el hurón.
JLMC