Número de inventario: 2241. Montenegro de Cameros (Soria).
Asta, cuero, madera. Alt. 10; diám. máx. 6,5 cm.
Nos encontramos ante una colodra, fechable en torno a 1900 y fabricada por Miguel Santana, que como tantas otras está plagada de representaciones de animales. En esta ocasión, y ante las especies que aparecen, habría que pensar nos encontramos ante animales reales que reflejan el gusto por el decorativismo de estos seres, a pesar de dibujarse un basilisco. Dada la factura de la pieza, da la impresión de que su autor ha copiado los motivos animales de un texto ilustrado sobre fauna ajena a nuestro territorio –como anota Pérez Herrero (1980: 85) refiriéndose a otro basilisco representado en una cuerna de Cabañas (Ávila)–. Por un lado hay que notar que las letras que indican el nombre de ellos son de molde y, por otro, que la mayoría de los animales representados de forma que cabe considerar como perfecta, son exóticos; así, un oso blanco convive con un oso hormiguero, una ballena, un chacal y una cobra –denominada serpiente–. Al lado de esta “fauna”, un gallo parece fuera de sitio. Para L. Cortés Vázquez (1992: 102) toda esta fauna extraña a la Península –alude en concreto a una jirafa– estaría tomada de libros escolares.
En relación con el basilisco que se documenta en las cuernas, E. Pérez Herrero (1980: 129-131) considera que se trata del ser mítico, sobre el que se cuentan una serie de narraciones que han llegado hasta el presente en la cultura rural, y que proceden, en su mayor parte, del mundo clásico; éstas inciden en su nacimiento, sus poderes, etc., considerándole como uno de los seres híbridos con poderes sobrenaturales y malignos. Una crítica al animal mítico la hizo Feijoo, a pesar de anotar la presencia de uno en el gabinete del emperador Maximiliano (E. Chao Espina, 1983: 164-166). Pero, en cualquier caso, el representado aquí –y posiblemente en otras muchas colodras– es, como decimos, un ser real, que pertenece a la familia de la iguanas; se caracteriza por tener una cola larga, cresta, alimentarse de insectos y vivir en Centroamérica, Colombia o Ecuador, con diversa distribución según sea el marrón, el verde, el común o el de cabeza roja.
Publicada en J. Caro Baroja (1950: 22) quien dice, extrañamente, que los dibujos estaban “regularmente hechos”, y citada por E. Pérez Herrero (1980: 131, nota 90).
JLMC