El 30 de julio de 1914 se publicó en la Gaceta de Madrid el Real Decreto del Gobierno de Eduardo Dato declarando la neutralidad de España en la Guerra Europea recién iniciada.
El rey Alfonso XIII decía verse “en el deber de ordenar la más estricta neutralidad a los súbditos españoles, con arreglo á las leyes vigentes y á los principios de Derecho público internacional" (Gaceta de Madrid de 7 de agosto de 1914) .
La neutralidad se respetó en un principio aunque hubo miembros del gobierno que se manifestaron favorables a la intervención como Álvaro de Figueroa, Conde de Romanones o Alejandro Lerroux
. Tras la Primera Batalla del Marne
, en septiembre de 1914, la unanimidad decayó generándose intensos debates sobre el papel que debía desempeñar España en el conflicto [4].
Juan Pérez-Caballero y Álvaro de Figueroa publicaron en el Diario Universal , en agosto de 1914, el artículo anónimo “Neutralidades que matan”, en el que argumentaban que España debía entrar en el conflicto apoyando a las fuerzas aliadas para cumplir con sus intereses nacionales y con las relaciones de amistad con Francia y Gran Bretaña [5]. A pesar de la diversidad de opiniones y el auge de los debates, el presidente del Gobierno Eduardo Dato mantuvo su posición neutral. El ministro de la Gobernación, José Sánchez Guerra
, como responsable del orden público, evitó situaciones de tensión con la retirada de carteles de la Puerta del Sol, con la prohibición de funciones teatrales y con la proyección de películas y noticiarios donde aparecieran potencias beligerantes [6].
En la segunda mitad del 1915 se desarrolló una crisis de subsistencia provocada por el retorno de españoles que abandonaban las zonas de guerra con el consiguiente aumentando del paro, de la inflación y del malestar social. A finales de año, Álvaro de Figueroa, Conde de Romanones, sustituyó a Eduardo Dato en la presidencia del Consejo de Ministros [4].
Romanones era partidario de intervenir en la guerra como proaliado. Los alemanes lanzaron una campaña contra él y su gabinete retratándolo como un especulador de la guerra. A pesar de ello, propuso medidas para solucionar la crisis de subsistencia pues en 1916 la situación económica se agravó subiendo el precio de los alimentos básicos más de un 20%.
Paralelamente, la conflictividad social también fue en aumento destacando dos tendencias: marxista, en Castilla, Asturias y País Vasco y anarquista, sobre todo, en Cataluña, Levante y Andalucía. La alianza entre los sindicatos UGT y CNT produjo mayor número de huelgas [4].
También llevó a cabo una reforma militar fallida que provocó la creación de las Juntas de Defensa , surgidas en Barcelona por el descontento de los militares de la Península, por la disminución de sus salarios y las promociones de los compañeros que se encontraban destinados en Marruecos. En marzo de 1917, el rey Alfonso XIII y Romanones trataron de disolver las Juntas por miedo a que pudieran terminar con el régimen monárquico.
Otro frente abierto fue la guerra submarina que comenzó Alemania en enero de 1917 al declarar que hundiría cualquier barco neutral que se encontrara en puerto aliado. España, a pesar de las presiones, mantuvo su neutralidad. Esto unido a la situación socioeconómica interna, la presión de los republicanos y socialistas para poner fin a la monarquía y el aumento de las demandas de los trabajadores de UGT y CNT, dificultó enormemente el gobierno de Romanones. El 6 de abril de 1917 un submarino alemán hundió el barco de vapor español San Fulgencio, lo que avivó las conversaciones con los Aliados para apoyarles en la guerra. Sin embargo, la opinión mostrada por los políticos contraria a que España entrara en el conflicto y la mala propaganda generada por los alemanes, provocó que Romanones abandonara el poder en abril de 1917 [4].
Se sucedieron tres gabinetes de gobierno en menos de un año: Manuel García Prieto (de abril a junio); Eduardo Dato (de junio a noviembre) y García Prieto de nuevo (diciembre). A los disturbios militares y huelgas revolucionarias hubo que añadir el hundimiento de más de 80 barcos españoles por parte de los alemanes para evitar que suministraran a los aliados. La última gota fue el hundimiento del barco Ramón de Larrinaga que fue torpedeado por un submarino alemán en julio de 1918 y que llevó al presidente del Gobierno Antonio Maura
a amenazar a Alemania con la ruptura de relaciones exigiendo una indemnización por el naufragio [5].
La triple crisis del verano de 1917 se había iniciado en junio cuando oficiales de Infantería se insubordinaron frente al gobierno de García Prieto. La Junta de Defensa de Infantería publicó su reglamento, el gobierno lo prohibió y detuvo a algunos de sus integrantes, pero el resto amenazó con las armas si no les daban la libertad, y García Prieto dimitió, remplazándole Eduardo Dato [6]. En julio, Francesc Cambó , fundador de la Lliga Regionalista
, propuso la creación de un parlamento alternativo que no terminó con la monarquía. La “Asamblea de Parlamentarios” llegó a reunirse una vez pero fue suprimida. Consecuencia de esta represión, la UGT y CNT convocaron una huelga con la intención de terminar con la monarquía, pero fracasó por la dura respuesta del gobierno y sus líderes terminaron en prisión [4].
En diciembre de 1917 el rey Alfonso XIII nombró un nuevo gobierno bajo la presidencia de Manuel García Prieto, I marqués de Alhucemas , formado por representantes de distintas fuerzas políticas. Juan de la Cierva
fue nombrado Ministro de Guerra, y trabajó para poner bajo su control a las Juntas, haciéndoles algunas concesiones para romper su unidad. En 1918 llevó a cabo una reforma del ejército para terminar con el descontento de los militares que a pesar de no resolver sus problemas sí favoreció los intereses de las Juntas [1]. Las Juntas de Gobierno Militar mantuvieron el poder sobre los dos gobiernos consecutivos.
Durante los últimos meses de la Guerra Europea, el régimen sufrió una crisis con el radicalismo político y el peligro de la implantación de una dictadura promovida por sectores cercanos al gobierno a través de Juan de la Cierva. Se sucedieron los gobiernos sin conseguir una estabilidad, a causa del aumento de los conflictos sociales y las demandas catalanas que dieron lugar a una campaña a favor de la autonomía en 1919 [4].
El final de la Guerra Europea en 1918 no mejoró la situación política española y se puede concluir que el papel jugado por el desarrollo de la guerra en la crisis política española de la época de la Restauración supuso su intensificación y empeoramiento.