A pesar de que España se mantuvo neutral, la diversidad de acontecimientos que se produjeron entre 1914 y 1918 influyeron notablemente en el desarrollo interno del país dejando importantes secuelas tras el final del conflicto.
La guerra había desencadenado procesos políticos, económicos y sociales, que provocaron situaciones nuevas como la movilización social que permitió la participación ciudadana en política, el estancamiento de la economía europea, principalmente la de los bandos beligerantes, la influencia de la Revolución Rusa o el aumento de la importancia de los colectivos frente al individualismo, fueron algunos de ellos [6].
La victoria aliada hizo pensar que se iniciaría una etapa de modernidad, libertad y justicia social, de la mano de los intelectuales y la democracia en España. En noviembre de 1918 se fundó la Unión Democrática Española para la Liga de la Sociedad de Naciones Libres , plataforma cuyo manifiesto fundacional fue publicado en el semanario España, el 7 de noviembre 1918, por el filósofo José Ortega y Gasset, que enunció esta propuesta de modernidad [7].
La aceptación de España en la Sociedad de Naciones y el fracaso del gobierno de concentración de Maura, hicieron que de nuevo regresara la vieja política. Alfonso XIII sustituyó a Maura por Manuel García Prieto y a éste último, por el Conde de Romanones. De esta manera, se produjo un “retroceso” que animaría también el deseo de terminar con la monarquía española e implantar la democracia por parte de los intelectuales, como Marcelino Domingo o Luis Araquistáin , cuyos anhelos se publicaron en la revista España en 1918 como antes se mencionó [7].
A pesar de este regreso a la antigua política, se llevó a cabo una reforma social impulsada por los conflictos entre obreros y empresarios que dieron lugar a numerosas huelgas. Los gobiernos trataron de mediar entre sindicatos y patronos y en 1919 el Conde de Romanones establece la jornada laboral de 8 horas y Eduardo Dato crea en 1920 el Ministerio de Trabajo . Los empresarios, ante tal situación, negaron la propuesta de tratar a sus trabajadores como iguales, y tanto el ejército como la nueva derecha emergente se posicionaron a su favor [6].
Por otra parte, los efectos de la Revolución Rusa , que habían sustituido en Europa numerosas monarquías por repúblicas, fueron notándose también en España. Alfonso XIII comenzó a ser crítico con el sistema político liberal y con las instituciones parlamentarias, que habían vivido un período de continuos cambios sin obtener resultados. Desde 1919 trató de reagrupar a la derecha monárquica en un mismo partido, y en agosto de 1923 planteó la posibilidad de gobernar él solo con el apoyo de la Junta de Defensa, prescindiendo del Parlamento. Un mes después, el 13 de septiembre, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, se subleva contra el gobierno liberal de Manuel García Prieto, Alfonso XIII le nombra Presidente del Consejo de Ministros, disolviendo las Cortes y poniendo fin a cinco décadas de monarquía constitucional, iniciándose una dictadura en España [6].