El Archivo General de la Administración conserva entre sus ricos y variados documentos las caricaturas de los más importantes personajes públicos de la sociedad española del siglo XX. Publicadas en las principales revistas editadas en Madrid, esta caricatura de Picasso es un excelente ejemplo de ello. Realizada por el ilustrador aragonés Manuel Bayo Marín (1908-1953) con tinta y gouache, este retrato del malagueño universal apareció en la revista madrileña Mundo Gráfico del 23 de septiembre de 1936. Su propósito era ilustrar la noticia de su nombramiento como director del Museo del Prado, amenazado por las bombas de los sublevados contra la República.
La caricatura vivió una etapa de gran esplendor en la década de los años 20 y 30 del siglo XX debido en buena parte a la incorporación plena del fotograbado a los procesos de impresión. Sin embargo, el fotograbado no presentaba todavía la calidad suficiente en el papel de periódico, por lo que se demandaba el dibujo para ilustrar las noticias. Por este motivo, los dibujantes eran muy solicitados para realizar chistes de los sucesos cotidianos y caricaturas de los personajes de actualidad. Sus ilustraciones, absolutamente permeables a los movimientos artísticos coetáneos, incorporaban los aires de las vanguardias a las páginas de los medios de comunicación de amplia difusión, ayudando a su popularización de estas.
Este fue el caso del turolense Manuel Bayo Marín. Tras enviudar su madre, la familia se trasladó a Zaragoza. El adolescente Bayo comenzó a simultanear su trabajo de chico de los recados con su afición al dibujo, que pronto le llevó a colaborar con el Heraldo de Aragón y La Voz de Aragón, y también a participar en las distintas ediciones de los Salones de Humoristas Aragoneses. En este sentido, hay que resaltar la importancia de estos certámenes impulsados por el crítico de arte José Francés en la geografía española. Los creadores de cada género artístico, donde tenían cabida también los caricaturistas, ilustradores o cartelistas, daban libertad a las nuevas expresiones plásticas en estos certámenes. En ellos, el humor, como deformación y crítica de la realidad, jugaba un papel fundamental. Tras un breve paso por Vigo, Bayo regresó a Zaragoza en 1928, colaborando de nuevo con la prensa de su ciudad, ya no sólo como caricaturista, sino como ilustrador, al diseñar distintas portadas de revistas. El retorno a la capital maña supuso un salto en su carrera, participando en distintas exposiciones y algunas de notable éxito, como la celebrada en San Sebastián en agosto de 1934.
Junto al dominio de la caricatura, Bayo también se desenvolvió en el terreno del cartel destinado a la publicidad, bien de eventos, como las fiestas del Pilar, bien de artículos comerciales. Todo ello era fruto de su excelente dominio del dibujo y del uso del guache, imprescindibles para generar un fotograbado limpio que permitiese excelentes impresiones en la imprenta. Su éxito le permitió instalarse en Madrid y empezar a trabajar para Prensa Gráfica Española, la editora de las revistas como Crónica, Cinegramas y Mundo Gráfico. De esta manera, Bayo rompió su marco zaragozano, lo que le permitió entrar en contacto con otros artistas como Renau y el agitado mundo cultural madrileño.
Es en la capital donde conoció a su esposa, Carmen González Martínez, durante el montaje de la obra Coro de Mujeres de Enrique Bayorri, una producción del Lyceum Club Femenino, estrenada a finales de mayo de 1936. Interpretada por las socias del Lyceum, la obra fue dirigida por Halma Angélico, María Francisca Clar Margarit, responsable de sus actividades teatrales. Para el montaje de la obra, la directora contó con la colaboración de Bayo, quien confeccionó la escenografía. Hemos de suponer que ésta debía ser modesta, dado que la obra se representó en el reducido auditorio del Lyceum de la calle San Marcos nº 42, uno de los edificios del actual Ministerio de Cultura y Deporte.
Dos meses después, en julio de 1936, el mundo de Bayo se derrumbó con la guerra civil. Las revistas ilustradas redujeron la obra gráfica en sus páginas, y esta se centró en los esfuerzos de la guerra para derrotar a los sublevados. Esta caricatura de Picasso se enmarca precisamente en sus últimos trabajos artísticos que vieron la luz en Madrid. Movilizado por su quinta, pasó a incorporarse al Ejército Popular de la República dentro de sus servicios topográficos, para confeccionar mapas.
Con la derrota de la República, los archivos de imágenes de las revistas de Prensa Gráfica fueron incautados por la Dictadura, incorporándose a los archivos de la Delegación Nacional de Prensa y Propaganda de Falange. Por su parte, el Lyceum Club Femenino fue disuelto por las autoridades franquistas y sus bienes incautados. En el mismo se instaló un Círculo Medina de la Sección Femenina de Falange. Clar Margarit fue encarcelada y nunca volvió a escribir ni a dirigir. Manuel Bayo regresó a Zaragoza con su familia, que ya contaba con dos hijas, abriendo un estudio propio de diseño y publicidad con cierto éxito Murió joven, con 45 años, en Zaragoza, mientras que Picasso lo hizo el 8 de abril de 1973 en Francia. Nunca volvería a España por su firme compromiso con las libertades democráticas, ausentes en la dictadura franquista.