Considera que en humo se convierte
el dulce bien de tu mayor contento,
y apenas vive un rápido momento
la gloria humana y el placer más fuerte.
Tal es del hombre la inmutable suerte:
nunca saciar su ansioso pensamiento,
y al precio de su afán y su tormento
adquirir el descanso de la muerte.
La muerte, triste, pálida y divina,
al fin de nuestros años nos espera
como al esposo infiel la fiel esposa;
y al rayo de la fe que la ilumina,
cuanto al malvado se parece austera,
al varón justo se presenta hermosa.
Conocemos el día de Todos los Santos como una festividad cristiana, generalizada en parte de Europa en el siglo IX por el papa Gregorio IV, pero cuyos antecedentes los encontramos en el mundo precristiano cuando se celebraba el fin de la época de labranza con festividades como el Samhain, o fin del verano, marcando el inicio de días cada vez más oscuros.
En la Península Ibérica es una conmemoración muy arraigada debido a la enorme presencia que la Iglesia Católica ha tenido siempre. Actualmente, su seguimiento es algo menor que hace unos años, pero aún podemos observar cómo se perpetúa y conmemora el descanso eterno de muchos familiares y amigos. Aunque dependiendo de la zona geográfica se celebra con distintas variaciones, en la mayoría del territorio cuidamos y mantenemos estos lugares y llevamos flores a los camposantos a modo de símbolo de recuerdo y respeto.
Tal vez nos quede muy lejos el comienzo de los cementerios como lugares de reposo, evidenciado en la pretérita Jordania o Líbano, pero estos lugares son inherentes a la sociedad y, de una forma u otra, siempre nos han acompañado. Las actuales ciudades españolas se cimentan sobre enormes necrópolis que reflejan gran parte de la historia de estas, un macabro trazado del que en muchas ocasiones no conocemos ni la mitad, pero que, en cuanto tomamos conciencia, nos muestra la fina línea que nos separa del averno.
Con frecuencia nos topamos con noticias acerca de nuevos hallazgos arqueológicos sobre antiguas inhumaciones por las que se deben paralizar las modernas obras que se acometen. En el caso de Madrid, con el ensanche o Plan Castro, muchos de estos antiguos cementerios quedaron bajo las nuevas viviendas que se expandieron en todas direcciones, separando, de nuevo, por pocos centímetros, el mundo de los vivos y los muertos; Una caprichosa representación del cielo y el infierno en la villa matritense en la que incluso podemos observar algún ángel caído petrificado que haga las veces de custodio.
Como podemos apreciar en la fotografía del Cementerio de Chamartín, Madrid, la situación de estos lugares ha sido muy diversa desde el siglo XIX. Algunos fueron trasladados, pero otros se fueron abandonando, quedando plasmado en la prensa del 27 de agosto de 1966, “El Cementerio de Chamartín está a punto de desaparecer a causa de las obras que se están realizando en el enlace ferroviario Madrid-Burgos. […] Forma parte, junto con los de Aravaca, Fuencarral, etcétera, de los cementerios de pueblos anexionados a Madrid. […] El hombre muere por el progreso, pero el progreso no respeta a los muertos. Ahora le ha tocado al Cementerio de Chamartín”. En estos casos aparece la problemática de la expansión de las grandes capitales junto con el aumento de población, aunque también se hace referencia a las distintas prácticas de la inhumación, así como el tratamiento de los cadáveres.
En otros casos podemos observar un trato diferenciado para con algunos ilustres finados. Por ejemplo, por Real Decreto de 6 de diciembre de 1891 los sepulcros de los generales Palafox, Castaños, Prim y Gutiérrez de la Concha fueron trasladados desde la antigua iglesia de Atocha al nuevo Panteón de Hombres Ilustres; en contraposición a la mayoría de vecinos incluidos en la historia de las tumbas olvidadas de Madrid.
Tal es la cantidad de sepulcros repartidos por la capital que, por ejemplo, podemos esperar junto a ellos al próximo metro de la línea 1 en la antigua estación de Progreso, actualmente conocida como Tirso de Molina.
En este sentido, y para lograr un mayor conocimiento en este ámbito, queremos destacar parte de la documentación que conservamos en el Archivo General de la Administración, porque aquí, como diría José de Espronceda: “Me agrada un cementerio de muertos bien relleno, manando sangre y cieno que impida respirar, y allí un sepulturero de tétrica mirada con mano despiadada los cráneos machacar”.
Según se recoge en las obras de historiografía general sobre camposantos, la ordenación de estos lugares se desarrolla desde el siglo XIII, cuando se reservaba la planta de iglesias o terrenos anejos a ellas para enterramientos y sepulturas. A finales del siglo XVIII, por motivos de salud pública (aumento demográfico y azote de determinadas epidemias), los gobiernos ilustrados ordenaron emplazar extramuros "las ciudades de los muertos".
Carlos III decretó el Reglamento del Cementerio del Real Sitio de San Ildefonso el 9 de febrero de 1785, el detonante para una serie de disposiciones legales que, hasta entrado el siglo XIX, se desarrollarían buscando una aplicación práctica. Este bloque legislativo hizo que la actuación de la policía mortuoria pasara a ser competencia de los órganos consistoriales, por lo que gran parte de la documentación concerniente a cementerios la podemos encontrar en los archivos municipales.
En este sentido, destacamos el fondo del Corregimiento de Alcalá de Henares, fondo documental del municipio alcalaíno donde podemos encontrar, por ejemplo, documentación relativa a la gestión y emplazamiento de estos lugares.
De igual forma, en el Archivo General de la Administración conservamos gran cantidad de material documental relativo a los lugares de reposo, correspondiente a distintos órganos administrativos como veremos a continuación. Algunos ejemplos los encontramos en el fondo del Banco de Crédito Local, organismo creado en 1925 para financiar proyectos de obras de entidades locales.
En los fondos de la Administración Española en África podemos encontrar documentación relativa a la Comisaría General de Guinea Ecuatorial o del Gobierno General de la Provincia del Sáhara acerca de la construcción de algunos cementerios, en los cuales podemos observar algunas divisiones de distinta índole, como la separación entre cementerio católico y cementerio civil en este proyecto de cementerio en Bata (Rio Muni, actual Guinea Ecuatorial):
Pero también podemos encontrar gran cantidad de documentación en las series pertenecientes a la Dirección General de Regiones Devastadas, entidad creada para la reconstrucción de edificios dañados, sobre todo, durante la Guerra Civil, usando a menudo trabajo esclavo procedente de prisioneros. Las labores las hereda la Junta Nacional de Reconstrucción de Templos Parroquiales, por lo que contiene material similar.
Asimismo, la serie de Declaración de Monumentos Histórico-Artísticos y de Bienes de Interés Cultural, donde consta documentación relativa a la tramitación de determinados lugares para tal fin, podemos encontramos fichas como la siguiente, perteneciente al expediente de declaración monumental del Cementerio de Comillas, Cantabria, ubicado en el Cerro de los Muertos:
También se encuentran documentadas algunas actuaciones que se llevaban a cabo entre las tumbas, como podemos observar en un comunicado de la Dirección General de Seguridad del 27 de diciembre de 1945 a la Subsecretaría de Educación Popular para la divulgación en la prensa de un acto de profanación en el cementerio de Chamartín, Madrid, u otras imágenes que se refieren al mismo hecho en distinto camposanto, en el que se recurrió a la decapitación de los muertos, tal vez en un intento de que no se alzaran de sus sepulcros o por cualquier otra actuación profana que se nos escapa.
Como hemos visto, en el Archivo General de la Administración contamos con diversa documentación sobre el tema. Hemos incluido una importante selección de material documental con el que se puede aprender sobre el tratamiento de estos lugares por parte de la administración a lo largo de los últimos siglos, así como las distintas prácticas que se realizaban en torno a los camposantos. Por ello, y a modo de conclusión, queremos incluir algunas improntas curiosas que muestran, igualmente, nuestra relación con este mundo. Determinadas personas prefieren el trato con los muertos de distinta forma, como puede verse reflejado en las instantáneas sobre sesiones de espiritismo. E incluso hay algunos vivos que se atreven a ir más allá, como sucedió con Annette Brooks y Archie Miller, quienes prefirieron ir acomodando sus huesos al espacio acotado que ofrece un buen ataúd.
Estas últimas imágenes proceden de la subserie del Departamento de Prensa: Sección Gráfica, que contaba con imágenes del extranjero para ilustrar noticias. Esta sección se inscribía dentro del organismo autónomo Medios de Comunicación Social del Estado, adscrito, a su vez, a la Subsecretaría de Cultura que heredó el ministerio homónimo siguiendo la evolución natural de las Delegaciones Nacionales de Prensa, Propaganda y Radio.
En definitiva, y con todo este material documental, podemos ver más allá del cementerio como predicaban los demenciales chicos acelerados, lugares lúgubres para algunos, pero, como apuntaría Gloria Fuertes en su poema “El ciprés del cementerio”:
Yo no soy triste,
lo que pasa es que todos me miráis con tristeza.