En el siglo XX europeo se producirá la aparición y desarrollo de diferentes formas de violencia que afloraron como una fuerza desconocida para sus coetáneos, y que marcarán el devenir del siglo.
Una de estas primeras manifestaciones será la lucha del movimiento anarquista contra el mundo de privilegios heredado del siglo XIX que agitó los continentes europeo y americano entre finales del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX. Ejemplo de ellos serían los asesinatos del presidente Sadi Carnot en Francia o William McKinley en Estados Unidos.
El movimiento anarquista tendrá en la España de este momento uno de sus bastiones ideológicos, que se plasmará en su protagonismo en la vida política a través de la movilización social y laboral y con hechos como el asesinato de Antonio Cánovas o los intentos de homicidio llevados a cabo contra Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia o Antonio Maura.
Bajo este contexto se sitúa el asesinato de José Canalejas y Méndez, presidente del Gobierno, el 12 de noviembre de 1912 por el anarquista Manuel Pardiñas Serrato, mientras miraba el escaparate de la librería San Martín, cercana a la Plaza de Sol.
Al intentar escapar, Manuel Pardiñas se vio atrapado por uno de los agentes de la policía que acompañaba al presidente, momento en el que presuntamente se quitó la vida.
Dicho homicidio se ha vinculado con el envío de reservistas a Marruecos, con el conflicto de los ferroviarios tras la aprobación de la denominada “Ley brazalete”, así como una forma de protesta por la ejecución de Francisco Ferrer y Guardia , acusado sin pruebas de ser el instigador de la rebelión de la Semana Trágica.
Lo cierto es que Manuel Pardiñas, pintor de profesión, había vivido una vida marcada por la itinerancia. Uno de sus destinos fue Buenos Aires, donde la cruenta represión de las revueltas obreras a manos del cuerpo policial acabó derivando en la muerte del policía y militar Ramón L. Falcón por el anarquista Radowitzky. Esta situación propició la expulsión de Pardiñas de dicha ciudad, viéndose obligado a transitar por distintos países antes de regresar al continente europeo, instalándose en Francia. Es ahí donde pasa los meses previos al atentado.
De hecho, en los fondos de la Embajada de España en París conservados en el Archivo General de la Administración se encuentra la ficha antropométrica de Manuel Pardiñas.
El asesinato fue cuestionado en entornos conservadores y de la sociedad civil, e incluso dentro de algunos círculos anarquistas, ya que conllevó el retraso de la legalización de la neonata CNT. Ejemplos de este cuestionamiento fueron las manifestaciones y actos ocurridos tras el suceso, recogidos en algunas instantáneas conservadas en el Archivo General de la Administración.
Entre otras consecuencias, supuso una reorganización de la policía y los servicios de seguridad, que incluyó la creación por Real Decreto de 1912 de la Dirección General de Seguridad (Gaceta de Madrid num 333 de 1912 )
A nivel internacional, se sucedieron las condolencias por el fallecimiento, como muestran algunos de los documentos procedentes del Servicio Exterior Español o las noticias aparecidas en la prensa extranjera
Una última muestra del impacto causado por el asesinato fue la realización de un cortometraje que narraba el asesinato y entierro del presidente ese mismo año, donde como dato curioso Pardiñas era interpretado por un joven Pepe Isbert .
Siguiendo esta estela, se producirá el asesinato de Eduardo Dato el 8 de marzo de 1921 en la Plaza de la Independencia de Madrid, cuando fue tiroteado por varios anarquistas en su coche oficial mientras se dirigía a su domicilio.
El crimen se ha relacionado con la situación de Cataluña, que enfrentaba al sindicato cenetista con el sindicato libre apoyado por la patronal y con el nombramiento del general Martínez Anido como gobernador civil de Barcelona, quien desencadenó una profunda represión policial sobre el pistolerismo anarquista en la ciudad.
La investigación sobre el asesinato se llevó a cabo en el Juzgado de Instrucción del Distrito de la Inclusa de Madrid a través de una causa criminal de carácter especial, con el número de sumario 182/1921.
La búsqueda de los asesinos trascendió la frontera nacional. Dos de los encausados consiguieron huir del país, Luis Nicolau Forte (posteriormente sería entregado a España) y Casanellas. Este último, desde Moscú, escribió una carta exculpando a sus compañeros y haciéndose único responsable del asesinato.
Finalmente, los encausados fueron condenados a cadena perpetua, negándosele el indulto por la Audiencia Provincial de Madrid entre 1926 y 1929 (como muestran los expedientes conservados en el Archivo Histórico Nacional) hasta que quedaron en libertad gracias a la amnistía general promulgada por el Gobierno de la República el 14 de abril de 1931.
A nivel internacional, el asesinato del hombre que habría mantenido la neutralidad de España durante la I Guerra Mundial no se entendió como un hecho aislado, sino que enlazaba con un contexto en el que ya venían sucediendo hechos similares como el que se expone en el documento dirigido al embajador de España en Washington.
Esto propició también que se sucedieran las notificaciones de memoriales y actos públicos en su honor, como muestra la documentación conservada sobre el evento organizado en su honor en Santiago de Chile.
Tras el estallido de la I Guerra Mundial y la aparición de los dos grandes regímenes políticos que condicionarán el devenir del siglo (fascismo y comunismo), las formas de violencia cambian hacia una violencia de masas a través de la modernización de los ejércitos, apareciendo la necesidad de combatir al enemigo interno, al disidente. Es de hecho, esta lucha contra el enemigo interno, personificado en el comunismo, uno de los principales objetivos de la dictadura franquista.
Para el régimen, el principal enemigo desde el punto de vista político y subversivo era el Partido Comunista de España, mientras que el nacimiento y desarrollo de la organización nacionalista vasca ETA desde 1959 se veía como un problema de segundo orden: “ETA es como una gripe que le ha salido al país. Una gripe que se cura con algunas aspirinas”, declaraciones del director general de la Guardia Civil Carlos Iniesta Cano en La Gaceta del Norte, 5-3-1972
Así se entiende que, a finales de 1973, la prioridad del recién creado Servicio Central de Documentación (SECED) fuera el Proceso 1.001 contra los dirigentes de Comisiones Obreras, las elecciones al Colegio de Abogados de Madrid o la lucha contra la subversión en el ámbito universitario.
Y es en este contexto donde podemos situar el asesinato de Carrero el 20 de diciembre de 1973 por ETA. Seis meses antes había sido nombrado Presidente de Gobierno por Franco. Era la primera vez que el dictador cedía a otra persona ese cargo que ostentaba desde el inicio de la dictadura.
Carrero Blanco era retratado como enemigo del liberalismo y la democracia y se posicionaba como principal obstáculo de cualquier posible reforma democratizadora. Su figura encarnaba la supervivencia del régimen tras la muerte del dictador. De hecho, este será el motivo que la banda aducirá en una entrevista a la revista “Der Spiegel” para justificar el atentado, como puede verse en este documento conservado en el fondo del Gabinete de Enlace del Ministerio de Información y Turismo.
El hecho de que toda la preparación del atentado pasara desapercibida, ya fueran las diversas visitas del comando terrorista a Madrid, el alquiler del local de la Calle Claudio Coello o la excavación del túnel bajo la misma, creará un caldo de cultivo para teorías de diferente índole, que llegan incluso a sugerir una posible conexión del atentado con el Gobierno de Estados Unidos y la visita a España de su secretario Henry Kissinger.
Estas teorías y dudas sobre la autoría pueden percibirse en las declaraciones de la viuda de Carrero tras el asesinato; así como la incertidumbre sobre las causas de la explosión por parte de los servicios de seguridad, tal y como muestran las primeras notas de prensa publicadas.
La investigación sobre el atentado duró más de cuatro años, pero nadie llegó a ser juzgado por ello. A pesar de que las fuerzas de Orden Público difundieron los rostros de los terroristas en los diversos medios de comunicación, los autores materiales no fueron detenidos.
El juez Luis de la Torre Arredondo solicitó una orden de detención para algunos de ellos al Gobierno francés, orden que, amparándose en el convenio de extradición del 14 de diciembre de 1877, el Ministerio de Exteriores galo se negó a conceder. Esta negativa se tradujo en tensiones en las relaciones bilaterales, así como en numerosas portadas por parte de la prensa, tanto nacional como extranjera. De todo ello, el Archivo General de la Administración custodia importante documentación procedente del Ministerio de Asuntos Exteriores, como muestra esta selección de documentos.
El Magnicidio tuvo enorme repercusión no solo en el ámbito político, sino también en el literario y cinematográfico.
En el primero destacan dos libros de carácter totalmente opuesto donde se explican los motivos del asesinato, como fueron "El asesinato de Carrero Blanco", de Ricardo de la Cierva, y “Operación Ogro. Como y porqué ejecutaron a Carrero Blanco” de Eva Forest, ambos de 1978. A continuación, mostramos el informe realizado desde el Servicio de Promoción Editorial de ambos ejemplares que ilustra el posicionamiento no solo de la autoridad revisora sino de sus autores sobre el hecho.
Por otro lado, parte del imaginario colectivo social sobre el atentado se creó a partir del largometraje "Operación Ogro" (1979), de Gillo Pontecorvo. Sobre ella custodia este Archivo el preceptivo expediente de rodaje y clasificación administrativa. Su ritmo trepidante e impactantes imágenes pueden haber contribuido más que cualquier otra cosa a dar a conocer al público la figura que, en palabras de Javier Tusell, fue "la eminencia gris del franquismo".