El recuerdo de la guerra, las deportaciones y el genocidio forma parte de nuestras vidas y explica lo que somos como europeos. Por ello, celebrar el 27 de enero, día en que se liberó el campo nazi de Auschwitz-Birkenau en 1945, es rendir homenaje a las víctimas del Holocausto y recordar que nunca más podremos descender al infierno.
Este campo de exterminio, ubicado en el sur de Polonia, estaba formado por casi treinta instalaciones industriales. Aproximadamente 1.300.000 europeos fueron enviados allí. A su llegada, se seleccionaron familias enteras, la mayoría de ellas judías, romaníes y sinti de todas las áreas ocupadas por el Reich. Inicialmente sólo se salvaron aquellas personas aptas para el trabajo. Los no aptos fueron llevados inmediatamente a las innovadoras y eficientes cámaras de gas. Sin embargo, los seleccionados para el trabajo forzoso padecían condiciones de vida que inevitablemente también les conducían a una muerte segura. Auschwitz fue el campo de exterminio más eficiente construido por los nazis.
Aunque los aliados conocían Auschwitz y lo que estaba sucediendo allí desde 1942, dos jóvenes judíos eslovacos que escaparon del campo, Rudolf Vrba y Alfred Wetzler, dieron testimonio de lo que estaba ocurriendo en abril de 1944. Por primera vez se describió en detalle el funcionamiento del campo mediante un informe que incorporó los bocetos tanto de las cámaras como de los crematorios, así como las cifras de deportaciones por país. Una copia del documento traducido al alemán llegó a manos del Comité Judío de Ayuda y Rescate de Budapest, que lo distribuyó entre las legaciones diplomáticas y acabó llegando así hasta los aliados, pese a la ocupación alemana de Hungría.
Un ejemplar al que se incorporaron los testimonios del polaco Jerzy Tabeau y el de una deportada ucraniana llegó al diplomático español Ángel Sanz Briz. Éste verificó con otros colegas, como el sueco Wallenberg, la autenticidad de los relatos, mientras los judíos húngaros se hacinaban en una red de casas protegidas por la bandera española, a la espera de obtener un pasaporte o carta de protección por tener un apellido sefardita.Una actitud que contrasta con la mantenida hacia los miles de presos republicanos españoles deportados a los campos por sus ideas políticas. En Auschwitz murieron que se sepa 1.200 compatriotas.
El testimonio de esos evadidos de los nazis terminó por definir la imagen que los aliados tenían de las fábricas de muerte y, lo que era más importante, constituyeron una prueba incriminatoria de los crímenes contra Humanidad juzgados en Núremberg. Un ejemplo de ello fue el uso que hizo el fiscal estadounidense Jackson, utilizando los datos dados por Vrba y Wetzler.
Otro caso fue la utilidad que encontró en ellos la dictadura de Franco, para limpiar su inmediato pasado de prácticas antisemitas. Ya desde el inicio de la guerra civil los sublevados decretaron el cierre de las sinagogas o la obligatoriedad del bautismo para los recién nacidos. Y a partir de 1939, la presión continuó con medidas como la creación del Archivo Judaico de la Dirección General de Seguridad que controlaba la supuesta peligrosidad de la población hebrea, incluida la sefardita, que llegaba a España en tránsito hacia países de acogida. Los judíos no podían permanecer en nuestro país, e incluso se declararon nulos los pasaportes concedidos después de 1945.
La dictadura de Franco quedó en cuarentena y Madrid creó un nuevo relato sobre el papel de España en el Holocausto. Se recuperaron documentos de los archivos para construir la versión del “se hizo todo lo posible”, cuando, en realidad, las preguntas angustiosas de los diplomáticos sobre qué hacer quedaron sin una respuesta clara y contundente. La nueva situación internacional no permitía hostigar a los judíos y el Archivo Judaico se destruyó. Aunque algunas sinagogas volvieron a abrirse en 1949, el hecho es que el régimen siempre estuvo alerta para impedir que lo vaticinado por el infame libelo Los protocolos de los Sabios de Sión, que tanta difusión tuvo entre los vencedores de la guerra civil española, volviese a germinar. No en vano, en el último discurso público de Franco, poco antes de morir, volvió a hablar a los españoles del oscuro contubernio judeomásonico que amenazaba a España.
Mostrar este tipo de documentos de nuestros archivos es una obligación moral que todos tenemos con las víctimas del Holocausto y las personas que lucharon contra el fascismo. Ayudan a conocer lo sucedido y también a prevenir genocidios, persecuciones o deportaciones sobre los considerados diferentes, bien sea por su origen étnico, cultural, creencias o ideas políticas. Por todos estos motivos, los informes redactados por los evadidos de Auschwitz forman parte de la exposición itinerante del proyecto Tesoros Digitales Europeos.