Las sociedades hispanas de los siglos XVI al XIX vivían en un mundo cambiante. Los barcos cruzaban con asiduidad los océanos Atlántico, Índico y Pacífico, llevando en sus bodegas los productos más diversos. En ellos viajaban marineros, militares, religiosos, comerciantes y colonos, unos para probar fortuna en las tierras de acogida, otros para hacer negocios o méritos.
En este trasiego de productos los alimentos no quedaban al margen y circulaban en todas las direcciones. La dieta de la población cambiaba al ritmo que crecían los nuevos cultivos, los sabores se enriquecían con condimentos traídos de lejanas tierras y las modas extranjeras influían en el beber y el comer. Una revolución gastronómica a escala global.