El caso de la cerera Polonia de Larrimbe (Bilbao,1580)

La fábula de Aracne. Diego de Velázquez La fábula de Aracne. Diego de Velázquez

Los estudios sobre la Historia de las Mujeres han constituido una corriente historiográfica bastante fructífera desde las últimas décadas del siglo XX. Entre los múltiples aspectos que pueden ser analizados dentro de esta tendencia cuenta con un lugar especial la faceta laboral de las mujeres, que ha dado lugar a muchas y muy variadas publicaciones, coloquios e investigaciones de todo tipo. En general, se asume que el papel de la mujer dentro del mundo del trabajo a lo largo de las Edades Media y Moderna se circunscribe principalmente al ámbito de lo doméstico, en su sentido amplio. Por supuesto, todo ello con matices.

Con respecto al mundo de la artesanía y del comercio, espacio en el que Polonia Larrimbe, la protagonista de esta historia, desarrolla su actividad, la mujer a menudo desempeñaba sus funciones dentro de la tienda-taller familiar, aunque también existieron casos de mujeres que prestaron sus servicios en talleres ajenos, a menudo como aprendices. El titular del taller solía ser el marido o el padre y sólo cuando la mujer enviudaba se reconocía la posibilidad de que esta tomara las riendas y continuara al frente del negocio, en muchos casos como meras transmisoras del taller a sus hijos. No obstante, algunos oficios tenían una notable presencia femenina que apunta en la dirección de un desempeño laboral por sí mismas. Los sectores productivos más feminizados eran los relacionados con el mundo del textil -hilanderas, tejedoras, costureras, etc.-, el procesamiento del cereal -panaderas- o de la cera -cereras- o el sector de los servicios, como las mesoneras o taberneras. En las zonas del norte peninsular se ha documentado una destacable actividad femenina en la comercialización de los productos derivados de la mar. Así, era bastante común la presencia de sardineras y pescaderas. Asimismo, en los núcleos de población muchas mujeres se dedicaban a la venta al “menudeo”, es decir de aquellos productos básicos que se vendían en las plazas y mercados y que se comerciaban fundamentalmente a una escala local.

Por último, cabe señalar que la mujer no solía participar de la organización gremial que definía la producción artesanal urbana medieval y moderna, tendencia ésta que se fue agudizando desde la baja Edad Media.

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