Nobles y burgueses comienzan a atesorar fotografías que conforman la memoria visual familiar. Algunos álbumes fotográficos constituyen auténticas joyas de arte, convirtiéndose en regalos institucionales excepcionales. Es el caso de este magnífico ejemplar, que contiene un espléndido reportaje de la Barcelona de fines del siglo XIX, propiedad del marqués de Mendigorría.