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Juan Valera Alcalá-Galiano nació en la ciudad de Cabra (Córdoba) en 1824. Hijo de Dolores Alcalá Galiano, IV marquesa de la Paniega, y de José María Valera Viaña , con el que se había casado en segundas nupcias.
Estudió filosofía en el Seminario de Málaga, en un momento en el que el romanticismo español se encontraba en pleno apogeo, lo que acabará por repercutir en los primeros escritos del autor, aunque no fue un autor romántico.
Comenzó a publicar unos primeros versos en El Guadalhorce, un periódico malagueño, y obtuvo sus primeros éxitos poéticos locales en la revista La Alhambra. Sin embargo, Valera, animado por su madre, marchará a Madrid para continuar sus estudios de Derecho, graduándose en 1844 de Bachiller en Jurisprudencia y en 1846 de licenciatura.
“Me vine a Madrid con el intento de buscarme alguna ocupación lucrativa y honrosa, con cuyo objeto venía decidido a pasar un año con un abogado y después abrir bufete; pero como mi fuerte no es el trabajo, y menos de esta clase, ahorqué la toga, quemé la golilla y, aprovechándome de una buena coyuntura, me metí de patitas en la diplomacia, donde con bailar bien la polca y comer pastel de foiegras, está todo hecho.”
Fragmento de la carta enviada a su amigo Juan Navarro Sierra
Gracias a la ayuda de su padre, consiguió que le nombrasen agregado sin sueldo en la Legación de Nápoles en 1847, marchando así a Italia siendo esta su primera experiencia diplomática. A finales de 1849 regresó a Madrid donde, acuciado por la necesidad de ganar dinero, enfrentó momentos de dificultad tras no ser elegido diputado por el distrito de Córdoba. De este modo, se embarcó como agregado de número de la Legación de Lisboa desde donde se trasladaría a la de Río de Janeiro, como secretario de la Legación española, presidida por José Delavat Rincón , su futuro suegro.
En 1857 continuará con su itinerario diplomático y, bajo las órdenes del duque de Osuna, será destinado a San Petersburgo, y desde allí, enviará toda una serie de cartas a su amigo Leopoldo Augusto Cueto, Cartas desde Rusia. Al igual que sus novelas, éstas serán un fiel reflejo de la realidad que vivía el escritor y un testimonio de personajes coetáneos de la época, como el propio XII duque de Osuna , quien dilapidaba fuertes sumas de dinero para impresionar al cuerpo diplomático ruso. En 1858 será elegido como diputado a Cortes por Archidona y ese mismo año se jubiló inicialmente de su carrera diplomática.
Fue Subsecretario del Ministerio de Estado en 1869 y en 1872 fue nombrado Director General de Instrucción Pública , cargo éste último que le servirá para embarcarse en su periodo más prolífico de producción literaria. Entre 1881 y 1883 se abrió un nuevo periodo diplomático convirtiéndose en Ministro de España en Lisboa, más tarde estuvo destinado en Washington y por último, en Bruselas y Viena.
Pese a su educación basada en los principios románticos, Valera supo alejarse de esta corriente y escogió su propio estilo y camino, el que finalmente le harían destacarse sobre el resto y elevaría su obra literaria y figura a lo que finalmente fue.
En cuanto a su faceta literaria, destacó principalmente en la composición de novelas en aquellos momentos en los que su carrera diplomática se encontraba paralizada y por tanto, disponía de todo el tiempo necesario para dedicarse a sus escritos.
Dentro de su producción, serán recurrentes los detalles autobiográficos del autor; por ejemplo, en el caso de El comendador de Mendoza aparece proyectado en la figura de don Francisco Lope de Mendoza, el retorno de esta figura a su pueblo, que es reflejo de su propio regreso a Cabra y Doña Mencía; o el matrimonio final del comendador de cincuenta años con Sofía de dieciocho, similar al del propio autor, casado con Dolores Delavat, veintiun años más jóven que él.
Lo mismo ocurrió en el momento de componer Genio y figura, cuyas experiencias y vivencias mientras estaba en la Legación de Lisboa, le sirvieron de fuente de inspiración.
La infancia de Valera se desarrollará entre Cabra y Doña Mencía, dos municipios de Córdoba que le valieron para retratar con detalle y colorido la vida cotidiana de las poblaciones rurales cordobesas de la segunda mitad del siglo XIX. El caciquismo, la representación de los distintos estamentos sociales, el desarrollo económico, las fiestas, etc. aparecen en la obra del autor cubiertos por una pátina embellecedora e idealizadora de la realidad.
Juan Valera defendió a lo largo de toda su trayectoria literaria el uso de lo castizo de lo “propiamente nuestro” el uso de expresiones de un léxico puro, tradicional. Mantendrá a lo largo de su carrera un lenguaje sencillo, usando las voces de la vida diaria, una mezcla de costumbrismo y casticismo que solamente abandonaba en contadas ocasiones.
Será en su obra Pepita Jiménez donde permitirá a Antoñona emitir unas frases en jerga semigitana, cuando Don Luis de Vargas rehuye volver a casa de Pepita:
"Anda, fullero de amor, indinote, maldecido seas; malos chuqueles te tagelen el drupo, que has puesto enferma a la niña y con tus retrecherías la estás matando"
Este tipo de recursos, que venían a escenificar los diferentes estratos sociales, los vocablos rurales, también fueron objeto de crítica en la época por considerarse incorrecciones lingüísticas. Ejemplo de estas críticas será la realizada por José María Sbarbi titulado "Un plato de garrafales, Pepita Jiménez"
1895 supuso el inicio de una nueva etapa de creación novelesca, de este momento serán las producciones de Juanita la Larga, Genio y Figura y Morsamor . Es un momento en el que Valera ha abandonado por completo la vida diplomática, dedicándose a las reuniones de tertulia con literatos de la época como Emilia Pardo Bazán, Narciso Campillo, Menéndez Pelayo, etc. Sin embargo, la ceguera que el autor presentó al final de su vida, no le permitió redactar los escritos de las reuniones y mucho menos terminar sus últimas obras. Así lo mostraba en una carta enviada a su amigo el Doctor Thebussem :
“Muy leves son ya las esperanzas que me restan de componerme y valer para algo. Lo probable es que los tres o cuatro libros que tengo empezados, a saber: Elisa la Malagueña, la Metafísica a la ligera y Meditaciones utópicas sobre la educación humana, se queden sin terminar y me lleve yo al otro mundo lo mucho que me falta aún por escribir, para que dichas obras queden completas.”
Juan Valera morirá el 18 de abril de 1905, un mes más tarde de haber enviado dicha carta. Sin embargo, su legado no quedó en el olvido, su hija Carmen Valera Delavat dedicó toda su vida a recopilar la obra de su padre y a editar sus Obras Completas, hasta el punto de llevar a cabo una denuncia contra su esposo Francisco Serrat Bonastre , del que se separó en lo años veinte, por utilización indebida de bienes parafernales.
Como académico cervantista, la Real Academia Española le había encargado en 1905 el Discurso del Tricentenario de la publicación del Quijote en 1605, ya que consideraban que no había nadie mejor que Valera para ostentar tal honor; fue un discurso póstumo que se leyó el 5 de mayo de 1905:
“Era, como es a todos notorio, D. Juan Valera un espíritu libre y original, adiestrado en toda clásica disciplina, identificado con el genio literario español en sus formas más acendradas y castizas, abierto a todo viento de inspiración tanto nacional como extranjera y dotado de aquella difícil facilidad en la expresión serena y llana de las más transcendentales doctrinas que se iluminaban, al pasar por los bien cortados puntos de su pluma, con la clara y apacible luz meridional que limpia sin esfuerzo y como sin querer el ambiente de todo vago y malsano linaje de brumas y de nieblas, sin que falte por eso en la oportuna sazón, al lado de la luminosa transparencia castellana, el cambiante que esmalta y colora con uno y otro matiz los vergeles pintorescos del Norte, ni el toque de vivísima lumbre con que dora y como que incendia el africano sol las feraces campiñas andaluzas.”
Discurso para el Tricentenario de la publicación del Quijote
En el Archivo Histórico de la Nobleza de Toledo , dentro del Archivo de los Condes de Michelena , se conservan documentos relacionados con Juan Valera como materia de estudio. Los condes de Michelena atesoraron en su biblioteca una temprana edición de la correspondencia de Juan Valera , datada en 1913 y promovida por su hija Carmen Valera, quien defendía de manera vehemente los derechos de propiedad intelectual sobre la documentación epistolar de su padre.
Este volumen contiene anotaciones manuscritas que, posiblemente, estén relacionadas con otra agrupación documental del Archivo formado por un conjunto de anotaciones sobre nuestro literato y diplomático, además de otros miembros de su familia como su hermana Sofía Valera , conocida como Sofía Paniega. Destacan, igualmente, los apuntes sobre Cipriano Palafox Portocarrero , conde de Montijo y Teba, padre de Eugenia de Montijo , emperatriz de Francia, la cual tuvo a Sofía Paniega como dama y amiga.
Como Director General de Instrucción Pública , Juan Valera firmó muchos expedientes en 1872 que testimonian el traslado y acondicionamiento de fondos documentales procedentes de la Desamortización Eclesiástica desde sus instituciones de origen a los depósitos del Archivo Histórico Nacional de Madrid .
Don Juan Valera fue benefactor del Colegio de la Purísima Concepción de Cabra , hoy Instituto Aguilar y Eslava , al que donó una colección cercana a los 320 volúmenes de su biblioteca personal, y que se custodia actualmente en dicho centro educativo.