El interés de los distintos reinos peninsulares por el norte de África data del siglo XIII y responde, contra lo que pudiese pensarse, a las apetencias mercantiles de esos mismos reinos y a la competencia por el dominio del Mediterráneo con las rivales ciudades italianas que disputaban, sobre todo a Aragón, la supremacía comercial y política en Occidente. En este contexto, los reyes de Aragón y Castilla, Jaime II y Sancho IV, firmaron un acuerdo de reparto de las zonas de influencia en la costa norte del otro lado del Estrecho, con la frontera en el río Muluya, al este de Nador. Ambos necesitaban estabilidad para afrontar, Jaime la conquista de Sicilia, y Sancho el apaciguamiento de su propio reino tras las disputas hereditarias que siguieron a la muerte de su padre, Alfonso X.
En el siglo XIV, se desarrolló, pues, una presión de los peninsulares sobre el Magreb relacionada con las fuertes corrientes comerciales, tanto por parte de los castellanos como, sobre todo, por los comerciantes catalanes, valencianos y mallorquines. Y con el incremento del comercio, el del corso y de la piratería, en el que los marinos castellanos fueron especialmente activos. La intensidad de los tráficos comerciales trajo aparejada la de las relaciones humanas, favorecidas por el hecho de la existencia en los reinos cristianos de una importante población mudéjar, que emigraba a menudo hacia el Magreb.
Son numerosos los tratados entre los reyes peninsulares y los sultanes magrebíes firmados durante el siglo XIV. En torno a 1359 o 1360, el Magreb se había convertido en un territorio, además, en que las luchas internas por el poder favorecían la intervención e influencia de potencias extranjeras, que, sobre todo en el caso de los aragoneses, obtuvieron la firma de ventajosos tratados comerciales, protegiendo la presencia de mercaderes de la Corona aragonesa sobre las costas del norte de África y sus principales ciudades (Ceuta, Alcudia de Berbería, Hunaín, Orán, Mostaganem, Argel, Bugía, y Túnez, entre otras).
En el tratado de paz que presentamos, firmado en 1362 entre Pedro el Ceremonioso, rey de Aragón, y el sultán de Marruecos, por cinco años, ambos se comprometían a no atacar a sus respectivos súbditos. En caso de que se produjera una agresión, acordaban liberar a los cautivos, castigar a los responsables y resarcir los daños causados. Se regulaban, además, los impuestos comerciales que debían pagarse, se protegía a los mercaderes, y también a los navíos en caso de naufragio.
El Archivo de la Corona de Aragón conserva un conjunto de 182 documentos árabes originales, en su gran mayoría enviados a los reyes de Aragón por los reyes y altos funcionarios de los países musulmanes del Mediterráneo durante el siglo XIV. La mitad aproximadamente de estos documentos provienen del reino de Granada, quedando la otra mitad repartida entre Marruecos (32), Túnez (30), Tremecén (10), y Egipto (11). La inmensa mayoría datan de los primeros sesenta años del siglo XIV, aunque hay dos excepcionales tratados bilingües con los musulmanes del reino de Valencia del siglo XIII. El documento más tardío es un extenso tratado con Egipto, de 1430. Se conservan además las traducciones medievales de otros ochenta documentos árabes de la misma época, cuyos originales se han perdido. Hay que destacar, por último, la estrecha relación que estos documentos guarda esta colección con otros documentos del archivo, especialmente con los registros de la Cancillería, donde se encuentran las respuestas de los reyes de Aragón a estas cartas, lo que mejora su comprensión y contextualización.