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Fundación del Archivo de la Corona de Aragón (1318)

Documento de fundación del ACA

Un archivo disperso

En toda la Europa cristiana medieval, durante los siglos XI al XIII, los reyes solían dejar sus documentos de forma dispersa por iglesias y monasterios de su confianza o de su devoción, sin constituir un depósito central. Ocurrió así en la Corona de Aragón, con una peculiaridad. En uno de los estados que la constituían, Cataluña, la pervivencia del derecho romano a través de las leyes góticas hizo que durante la Alta Edad Media se diera una gran importancia a la consignación por escrito de los hechos y actos jurídicos para su recuperación posterior.

Desde mediados del siglo XIII, con la ampliación de los dominios de la Corona de Aragón, comienzan a proliferar las noticias referentes a la documentación de los reyes y a su archivo. Había depósitos de documentación real en los monasterios de Sijena y San Juan de la Peña, en Aragón, y también en Barcelona, en la casa de la orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, en la del Temple o en el propio Palacio real de esta ciudad. A principios del siglo XIV, había crecido considerablemente la documentación generada por las oficinas del rey y también su complejidad.

Todo esto no se apartaba mucho de lo ocurrido con otras monarquías europeas. Pero el contacto con Sicilia tuvo consecuencias no sólo políticas. El segundogénito de Pedro III el Grande, Jaime II el Justo (1291-1327), gobernó durante algunos años el reino de Sicilia, donde se habían desarrollado algunas de las prácticas administrativas y burocráticas más avanzadas de la época, y donde el emperador Federico II (I de Sicilia) (1194-1250) había adoptado unas tempranas medidas legislativas acerca del valor probatorio de los documentos conservados en los archivos.

El mandato del rey

Cuando a la muerte de su hermano Alfonso (1285-1291), Jaime II regresó para hacerse cargo de los reinos ibéricos de la Corona de Aragón, tenía, gracias a su experiencia en la isla, una idea muy perfilada del valor de los documentos y de uso como base del poder (en las relaciones internacionales y en el gobierno interno de sus reinos). En julio de 1318, ordenó que unas cámaras del Palacio Real de Barcelona, que la ampliación de la capilla palatina dejó libres, fueran destinadas a su archivo. Nació entonces el Archivo de la Corona de Aragón, sito en la barcelonesa Plaza del Rey, donde todavía hoy, setecientos años después, tiene su sede histórica.

Conocemos la orden verbal del rey Jaime II por este documento de mayo de 1319, mediante el cual se liquidan los gastos ocasionados por las obras de construcción y adaptación de las estancias para el archivo, ubicado en la antesala de la capilla de Santa Águeda. En 1346, el rey Pedro el Ceremonioso nombró a su escribano Pere Perseya como primer archivero real con este título, un puesto que desde entonces se ha ido cubriendo sin interrupción.

(ACA, Real Patrimonio, Maestre Racional, vol. 627, f. 137v-138r).

Transcripción y traducción parcial del documento

Bibliografía

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