En diciembre de 2014, la Comisión Europea concedió el Sello de Patrimonio Europeo al Archivo de la Corona de Aragón, junto con otros 15 sitios patrimoniales, entre ellos la Acrópolis de Atenas. El nuevo documento, que se presenta dentro de la actividad "Documentos para la Historia de Europa", quiere reforzar los vínculos que desde hace siete siglos mantienen el Archivo y la Acrópolis, de los cuales, el elogio del rey Pedro el Ceremonioso es un testimonio destacado.
El Ducado de Atenas se constituyó en 1205 tras la Cuarta Cruzada. Estuvo bajo la dominación francesa hasta 1311, año en que los almogávares de la Gran Compañía Catalana se hicieron con el Ducado y lo vincularon al reino de Sicilia hasta la muerte de Federico III (1355-1377). Este había trasmitido los derechos sucesorios sobre el Ducado de Atenas a su hermana Leonor, esposa del rey Pedro el Ceremonioso (1336-1387), a su vez suegro de Federico III por el matrimonio de este con su única hija Constanza. Por esta vía, el Ducado se incorporó a la Corona de Aragón en 1379 hasta que, en 1388, el florentino Rainier Acciaiuoli conquistó Atenas. En la actualidad, el título de Duque de Atenas lo ostenta el rey Felipe VI.
El 20 de mayo de 1380, repelido un ataque de unas compañías de mercenarios navarros que operaban en el Ática, los prohombres de Atenas se reunieron para deliberar sobre los asuntos del país y reconocer la soberanía del rey Pedro el Ceremonioso, bajo cuyo dominio habían pasado. Son los conocidos como Capítulos de Atenas, para cuya aprobación enviaron ante el monarca una embajada integrada por Guerau de Rodonella y Juan Boyl, obispo de Megara (Grecia). Juan Boyl, hombre docto y de gran cultura, aprovechó su breve estancia veraniega junto a Pedro el Ceremonioso para pintarle una viva descripción de la belleza de la Acrópolis, que debió impresionar profundamente al monarca, ya de por sí un hombre culto y aficionado a la historia, la arquitectura y la escultura. El 11 de septiembre de 1380, el rey Pedro el Ceremonioso, a petición del obispo de Megara, ordenó a su tesorero que pagara el salario de doce ballesteros que enviaba a la Acrópolis de Atenas, para protegerla, porque era "la más preciada joya del mundo, tal que apenas todos los reyes cristianos juntos podrían construir otro igual".
Antoni Rubió i Lluch, erudito catalán que publicó por primera vez este documento en 1887, afirmaba que la dotación de los ballesteros no solo se debió a razones estratégicas sino al “deseo de salvar y conservar al mismo tiempo los tesoros artísticos de la monumental fortaleza”. Y añadía: “el elogio de la Acrópolis de nuestra Cancillería, aunque hecho como de paso, pero con un entusiasmo estético tan intenso y a la par tan candoroso (…) es una inesperada adivinación, una verdadera anticipación, aunque parcial, del Renacimiento”.
Viajeros medievales, como Niccolo da Martoni (1395), también dejaron testimonio en sus libros de viajes de la profunda impresión que les causó la grandeza de la Acrópolis, si bien fue Ciriaco d’Ancona (1436 y 1444) quien hizo una descripción artística de la arquitectura y escultura del Partenón en la que se aprecia una emoción estética tan intensa como la que se desprende del elogio de la Acrópolis que hizo Pedro el Ceremonioso en este documento, aunque el monarca lo hizo cuarenta años antes y con una mentalidad aún medieval.
(ACA, Real Cancillería, reg. 1.268, fol. 126r)
11 de septiembre de 1380.