Es bien conocido el florecimiento del teatro, y de la literatura en general, en un siglo políticamente convulso como es el XVII español. El XVII es el siglo de Lope de Vega, Vélez de Guevara, Calderón de la Barca, Rojas Zorrilla, Tirso de Molina, Quevedo, Góngora, Baltasar Gracián, Zurbarán, del último Cervantes; y de Shakespeare, Molière o Racine. Pero también de sor Ana Abarca de Bolea, sor Ana de Jesús, Mariana de Carvajal, Ana de Castro, Isabel de Liaño, Cristobalina Fernández de Alarcón, sor Úrsula de Jesús, sor Juana de la Concepción, Leonor de Ovando, Luisa de Padilla y Manrique, Leonor Meneses Noronha, madame de La Fayette, Francesca Caccini o Lucy Hutchinson.
En el ámbito hispano no hay más de una docena de dramaturgas cuyos nombres hayan llegado a nosotras: María de Zayas (¿1590?-post 1647), Leonor de la Cueva y Silva (pr.-fin. S. XVII), Feliciana Enríquez (1619-1627), Ana Caro (1628-1645), sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695), Margarita Ruano (med.-fin. S. XVII), sor Gregoria Francisca de Santa Teresa (1653-1736), o sor Marcela de San Félix (1660). De las cuales conservamos pocos textos.
Pero son muchas las fuentes que dan cuenta de los nombres de las actrices y empresarias de la época. Documentación municipal y notarial, sobre todo, pero también real, como la que conserva el ACA, ya que la actividad de las compañías estaba sometida a licencia administrativa. Actrices como Catalina de la Rosa, Isabel de Góngora, Luisa Antonia López, Francisca López, María Jiménez, Josefa Antonia Mazana, Josefa Lobaco, Luisa de Santa Cruz, Leonor de Velasco, Mariana de Morales, Inés de Lara y Arnalte, Ana María Franco, María de Neyra, Leonor María, Magdalena López “la Camacha”, Antonia Bernarda, María Vallejo, Juana y María de los Reyes, Ana de Montenegro, Micaela Fernández Bravo, Isabel María, Ana María de Dios, Manuela Godoy, Ana de Vargas, Mariana Engracia “la Vanolera”, Hipólita María de Quiñones, Manuela Blanco, Tomasa Josefa, Mariana de León, Isabel de Gálvez, María de Córdoba “Amarilis”, María Candasno, Ana de Coca, María Candado “Maritardía”, Lucía y Jerónima de Salcedo, María de los Ángeles, Jerónima de Burgos, María Calderón, María de Vergara... De ellas, también muchas autoras o empresarias, como Inés de Lara, Jusepa Vaca, María de Heredia, Catalina de la Rosa o Juana de los Reyes, hasta rozar la setentena.
Fundada en 1636 por Pedro de la Rosa (circa 1613-1675) tras abandonar la compañía de Tomás Fernández, y cuando ya estaba unido con Catalina Nicolás, que había cambiado su apellido de casada. El hijo de ambos, Pedro, nació en Valladolid en 1635.
La Compañía de la Rosa gozó durante decenios de gran éxito en todos los escenarios teatrales del momento: trabajó para los reyes, para la nobleza y para las ciudades, en palacios, teatros y calles. La reina Isabel de Borbón (1602-1644) se contaba entre su público asiduo, como se hace notar en el memorial. Representó entre 1636 y 1675 entremeses y comedias de los escritores punteros del momento. El mismo año de su fundación consiguió las representaciones para las fiestas del Corpus de Madrid, y en la celebración de los contratos correspondientes ya se obligaban ambos, Pedro y Catalina. El éxito de la compañía fue fulgurante, y a Madrid le siguieron Segovia y Burgos (1636), Valencia (1637 y 1645), Cádiz (1638), Sevilla (1638 y 1639), Madrid (1639, 1641, 1642 y 1644), Málaga (1640), Granada (1640), Valladolid (1641 y 1644), Toledo (1642 y 1644), París (1643), y Salamanca (1644 y 1646), antes del fallecimiento de Catalina. En los años posteriores, casado Pedro con la actriz Antonia de Santiago, siguió el éxito de la compañía de la Rosa en Valencia, Sevilla, Madrid, Salamanca, Valladolid, Córdoba, Segovia y París (1661-1673). De esta época final el Archivo Histórico de la Nobleza conserva un memorial solicitando a la reina un aumento en la ayuda de costa.
En su testamento de 1660 Pedro de la Rosa declara que al casarse con Catalina ninguno de los dos tenía bienes, y cuando ella murió el patrimonio común ascendía a 1.000 ducados.
El 19 de noviembre de 1645 Pedro y Catalina de la Rosa, “autores de comedias”, solicitaron al rey Felipe IV (1605-1665) que les pagase lo debido por los “particulares” –representaciones teatrales ofrecidas en salones privados- escenificados para sus majestades en los últimos cuatro años, que ascendía a 9.400 reales. En su defecto, le rogaban les hiciera merced de dos o tres privilegios de caballerato, que en Cataluña y reino de Valencia se compraban, proporcionándoles así unos ingresos a cuenta.
El memorial acaba con la rima:
“Que valiéndonos dineros
Cuando, con vano aparato,
Compre otro el caballerato,
Seremos los caballeros”
El 24 de noviembre de 1645, Pedro de la Rosa, firmó recibo por los 2.000 reales de plata doble que el rey, que presidía las últimas Cortes valencianas, había ordenado librarle.
Los documentos sobre comedias, autores, actrices, actores, músicos o compañías teatrales registrados por los oficiales y escribanos de la Corona documentan el punto de vista de la administración regia. Los testimonios sobre casas o corrales de comedias, el teatro en palacios o universidades en el ACA ilustran temas como autorizaciones (ACA,CONSEJO DE ARAGÓN,Legajos,768,nº47; 602,nº38; o 911,nº162), controversias suscitadas en los hospitales –de Mallorca o Valencia, por ejemplo— para quienes el teatro era una importante fuente de financiación (ACA,CONSEJO DE ARAGÓN,Legajos,870,nº291; 725,nº38; 729,nº038; 899,nº39 o 936,nº18), escándalos por altercados a la entrada o salida del teatro (ACA,CONSEJO DE ARAGÓN,Legajos,873,nº67), diatribas moralizadoras sobre obras o actrices (ACA,CONSEJO DE ARAGÓN,Legajos,1008) o la censura sobre trajes y vestimenta (ACA,CONSEJO DE ARAGÓN,Legajos,662,nº072 o 904,nº128).
Todos los documentos pueden consultarse a través de PARES
ACA,CONSEJO DE ARAGÓN,Legajos,1355,nº 033